“La muerte de Whitney Houston me recuerda lo que sucede cuando una persona se pierde en la búsqueda de sí misma. Cada uno de nosotros bajamos a los infiernos de lo que consideramos nuestros propios fracasos, o ascendemos al Olimpo de aciertos y éxitos, queriendo encontrar respuestas.”
Así comienza Graciela Large un artículo nuevo esta semana en su página y a mí me hace reflexionar al mismo tiempo sobre el tema de la autoexploración, la crisis, los problemas, el yo y los demás…en definitiva, la eterna búsqueda hacia fuera de lo que irremediablemente somos desde dentro.
Solemos decir que no nos encontramos a nosotros mismo (¿pero somos conscientes de ello en realidad?) cuando estamos más perdidos que nunca en nuestro caminar ante la vida, ante sucesos que nos están hiriendo, ante vivencias naturales, que corresponden a nuestro natural ciclo de vida,…pero jamás hacemos lo que nos aconsejan profesionales, la misma vida con sus lecciones y aprendizajes (que casi no vemos por no prestar atención), lo que sabemos que hemos de hacer, porque nuestra inercia de pérdida sigue anclada en nosotros y estamos en un círculo de búsqueda sin ver la otra cara de la moneda, la otra cara del espejo, la otra parte de nuestra sombra que nos pertenece y nos hace ser nosotros mismos en nuestra realidad.
Pero lo bueno es que a veces tenemos consciencia de este estado y nos disponemos a luchar por tocar el cielo dentro de la misma tierra porque esta sombra interna de nuestro mismo yo nos puede dar luz para que nuestro propio proceso lo podamos traer hacia nuestro consciente humano y así, si logramos ser honestos con nosotros mismos y no nos autosaboteamos (en esto somos grandes especialistas, siempre tenemos una excusa para no hacer) logramos ver el principio del hilo cuando hemos decidido cortar ese círculo vicioso que nos aprisiona hasta ahogarnos y decidir, a veces, hacer cosas que a nadie se le ocurrirían, a priori.
Siempre tenemos la opción de seguir como estamos o la de optar por un cambio adecuado a las circunstancias y no exento de poner toda la conciencia en que los hechos que nos acontecen son totalmente nuestros, tanto los positivos como los negativos, y no hacen otra cosa que enseñarnos, mostrarnos caminos que nos empecinamos en retorcer, cuando si vemos con distintos ojos, los problemas, las crisis, pueden ser oportunidades de aprendizaje que solo va a depender su solución de la disposición personal y de la evolución que llevemos aparejada como seres que tienden hacia un equilibrio propio.
Dice G. Large, abundando más en esta reflexión que “Ser consecuente con esa realidad nos permite sentir el dolor, y no obstante, dejar de sufrir. Este último enmaraña la búsqueda, desbordando las emociones y entrampando la consciencia para creernos que somos impotentes ante lo que sucede. Salir de ese círculo pasa por admitir que estás donde quieres estar, y sólo tu ignorancia o la valoración negativa que haces de lo que pasa te llevan a reprimir la alegría, esa que es necesaria para tomar decisiones que tomen el pulso a los retos y podamos dejar de ignorar las consecuencias que tiene un proceso. Sobre todo que deje de ser algo ajeno a nosotros. Arrojar luz a un proceso depende de querer mirar lo que llevamos en nuestra propia maleta…” y no querer justificarnos observando las miserias que llevan otros en las suyas, pretextando esta observación para no hacer, no andar, no dar el primer paso y cambiar lo que es necesario cambiar, -aporto yo- para llegar a nuestra homeostasis deseada. No puedo dejar de recordar lo que en este blog no hemos parado de decir muchas veces: «Cuando cambio yo, cambia mi universo.»
Y al final, si somos capaces de enfrentarnos con nuestra propia evolución, nuestra propia sombra frente al espejo, nuestros aprendizajes, sucede lo que termina por decir en su artículo la Dra. Large: «La tristeza nos supera a falta de preguntas que nos ayuden a encontrar el sentido y a ver las consecuencias inmediatas de un estado de parálisis emocional. La búsqueda de sí mismo pasa por tirar de ese hilo que permite dejar de engañarnos con la desesperación.»
Juan José López Nicolás
Fuente: TERAPIA Y FAMILIA