Disponer de energía para afrontar los retos diarios es una ayuda inestimable.
Como he escrito en alguno de mis artículos, puedes hacer ejercicios para cambiar de actitud, puedes también gestionar tus ladrones de tiempo que, a su vez, te hacen perder mucha vitalidad. Ahora bien, poder estar en una sala llena de personas que generan un buen nivel energético es una experiencia muy gratificante y, sobre todo, poderosa.
Me ha venido esta idea a la cabeza cuando recordé mi sensación ayer, al salir del curso al que había ido. Eramos unas 30 personas y reconozco que casi la mitad eramos coaches. Quizá esta fuese una de las razones de esa sensación de bienestar, aunque este es un caso entre los muchos que he vivido.
Cuando un grupo (y más si es un equipo) de personas está enfocada en la búsqueda de soluciones, en generar sinergias, en dar lo mejor de si mismos, se produce algo casi mágico. El nivel de energía positivo, o de buen rollo si prefieres, se respira hasta tal punto que sales absolutamente recargado y con una actitud bien distinta para ese día.
Claro está, que esa sensación se producirá siempre que partamos desde la honestidad de los presentes. No se trata de un «voy a ir de buen rollito y poner la sonrisa de plástico». Es más bien, una disposición a compartir y formar un conjunto, aunque sea por unas pocas horas.
¿No me crees? Te animo a probarlo. Y si tienes la posibilidad, a crearlo y disfrutar de ello de forma habitual en tu vida.
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Susana García Gutiérrez – Coach Profesional
1ª Coach de Familias Monoparentales