Cada paso que uno da en la vida le hace enfrentarse a multitud de sensaciones, experiencias y, sobre todo, emociones que a veces uno no acierta a explicarse. A veces se siente que cuando uno quiere querer y ama a una persona parece que el temor a perderla, los miedos y las inseguridades bloquean el sentido y sacan las expresiones más intempestivas y desacertadas que parecen reflejar lo que se lleva dentro aparentemente sin solucionar.
Sé que observo, transito mi interior para ver qué pasa con él, pero yerro al ponerme delante de la observación sin haberme colocado simplemente por encima, con perspectiva, fuera de ella, con el objetivo de verla y saber qué me pasa y porqué me pasa (sin olvidar en absoluto el “para qué me pasa”)
Se me queda dentro una amarga sensación de inmovilidad, de involución, al sacar los pensamiento y convertirlos en palabras de la manera más deslucida, y no es mi intención, y se me malinterpreta. Aún así y aprendiendo de lo experimentado, vuelvo a ser consciente de que temo lo que no comprendo, y no comprendo lo que no me atrevo a mirar y observar para que salga de una vez por todas. Porque eso puede conmigo de tal manera que irracionaliza mis pensamientos que duelen al cobrar entidad que tal vez yo mismo les otorgue; porque no comprendo…
Y se sufre porque no obtenemos nuestro sitio que hemos de ocupar, siendo uno mismo el que se coloque en él y no dando el poder a nadie para que lo haga. Pero no comprendo y eso asusta porque no se domina la intensidad con la que uno ha de vivir su propia vida.
Hay quien dice que Comprender pasa por conocer los movimientos psicológicos del individuo y las reglas universales de la convivencia humana. En definitiva son los dos sentidos que conforman la esencia del ser humano: una interna y otra externa. Es decir, que tanto el interior como el exterior deben ser conocidos y comprendidos para erradicar de alguna manera ese sufrimiento que a todos nos toca en alguna medida.
Durante unos días se ha puesto en mi camino una poderosa reflexión ante las vivencias últimas que tratan de que aprenda que es necesario observar cómo son los demás y lo que realmente podemos esperar de ellos, así como introducirme en el interior de mi más profundo yo para ver la trascendencia de mi vida junto a las suyas. Porque cuando entienda estos dos grandes puntos, cuando comprenda su grandeza, cuando “simplemente” comprenda, la voluntad emerge y con ella la acción asumida, firme y clara o, por qué no, el freno para hacer o decir lo que proceda según el contexto.
En definitiva, y cuesta lo suyo, el problema viene de la misma incomprensión del mismo, tengo el problema porque no comprendo el problema, lo que hace ver que la comprensión requiere energía, una investigación y un compromiso profundos de las leyes sociales y biológicas del individuo. La vía es ponernos en el camino y aunque se caiga y haya errores, estar en ese camino ya es bueno en sí mismo.
Juan José López Nicolás
Fuente: TERAPIA Y FAMILIA