Efectivamente la Navidad es un cuento. Un cuento terrorífico. Peor que eso, perverso, malicioso y torticero. Un dulce envenenado, como la manzana del cuento clásico.
En esta época del año nos torpedean con anuncios publicitarios donde lo vendible es la felicidad familiar. Se nos instruye y guía (a través de toda clase de productos y servicios) para la consecución de este único y obsesivo fin. Se nos alecciona para que así sea y se sanciona a quiénes no comulgan con semejante patraña mercantilista. Muchas familias, presas de esta especie de demencia colectiva, se dejan arrastrar por la esperanza desgarradora del «a lo mejor si lo intentamos otra vez» o simplemente se obligan a compartir eternas veladas con personas poco significativas o incluso con aquellas cuya relación sana consistiría en mantenerlas lejos. ¡Nos engañaron cuando nos dijeron que todas las familias deben vivir en armonía y buen hacer! Probablemente todas las familias lo ansíen, pero muchas no lo conseguirán nunca, por más navidades que vivan. En estos casos, lo sensato, lo natural, lo coherente…LO SANO es sentirse libre para decidir dónde ir y con quién compartir mesa. Recordad que los excesos empachan y éstos son difíciles de digerir…
¡Os deseo Salud y libertad de elección!
Fuente: Centro de Terapia Cognitiva