Dar y recibir, dos caras de la misma moneda

Yo aplico el enfoque sistémico en muchas áreas de mi trabajo. Algunos de vosotros que me conocéis algo más sabéis lo mucho que he puesto en práctica esta visión en mi propia vida antes de trabajar con ello. Sus beneficios son más fáciles de experimentar que de enunciar. Aún así hoy quiero escribiros sobre uno de los tres órdenes que Hellinger ha definido. Estos permiten entender algunos de los entramados de las relaciones personales.

El tercero de los órdenes del amor con la visión de Hellinger es el del equilibrio entre el dar y el recibir. Este orden se basa en la visión de la necesidad de mantener una armonía entre ambos para generar relaciones saludables. Y siguiendo este punto de vista, la posibilidad de dar se produce si se ha tomado previamente.

El primer lugar donde podemos tomar es la familia y, en concreto, de nuestros padres. De ahí que en este caso exista un nivel en el que la búsqueda de equilibrio se da en la siguiente generación en vez de en la presente. Ya que los hijos toman continuamente de sus padres y realizan el acto de dar en la siguiente generación con sus hijos.

El equilibrio no es posible en el mismo nivel, los hijos sólo pueden dar y revertir en la sociedad cuando han tomado de sus progenitores. Es más, recibir y tomar tiene su connotación diferencial. A veces una persona puede pensar que no ha recibido lo suficiente y en muchos casos la realidad es que no ha podido tomar lo que le ha sido dado.

En el resto de relaciones es muy importante ser capaz de recibir tanto como tener la capacidad de dar. Sobre todo, la necesidad de vivir ambas facetas ya que, de otro modo, nos podemos meter en una rutina de deudas. Unas deudas que pueden hacer sentir a una persona que está por encima o por debajo de otros. Y desde esa vivencia, se pierde la paz y el sosiego.

A partir de aquí hace tiempo que aprendí que, aquellos que dan demasiado en muchas ocasiones están motivados por su poca capacidad de recibir, de tomar de otros, como decía de tomar de sus padres. El gran aprendizaje es saber que sólo puedes dar cuando has tomado, es decir, cuando has estado en actitud abierta ante tus padres.

Dar y recibir, desde esta visión tienen el mismo grado de importancia. Es decir, se sale del juicio acerca de quien siempre da es «bueno» y quien siempre recibe es «menos bueno». En ambos casos existe una falta de equilibrio que es contraproducente para la persona. Si se da mucho, la persona se vacía y al mismo tiempo establece una deuda de tal magnitud en el otro que romperá la relación. Si, por el contrario, casi no da y continuamente recibe del otro también se producirá la misma conclusión. En este caso se cansará quien da, o bien, será siempre insuficiente, para aquel que recibe, porque en realidad tiene una sensación de carencia con respecto a la relación parental que nunca se verá cubierta por otros.

Es muy interesante apreciar que no se hace necesario adjetivo calificativo tanto en un acto como en el otro porque el objetivo final es mantener la balanza en la relación entre dos personas. De hecho, esa compensación es importante en muchas situaciones, ya esté cargado de una energía más o menos positiva. Es decir, se trata de buscar nivelar desde un punto de vista kármico, dando de aquello que recibes y viceversa, sea lo que das cariño, amor o apoyo, o bien, daño, insulto o abandono.

Ahora bien, es muy importante tener especial cuidado y actuar desde la conciencia para saber mantener la compensación de un daño, haciéndolo también desde el amor y el cariño. Porque si en ese proceso te dejas llevar por la ira y el ego en vez de buscar equilibrio estarás buscando una posición de superioridad y, desde ahí, el proceso se vuelve en tu contra. Es la diferencia entre el resultado kármico y la ley del talión: en el primero sabes que algo de lo que dejaste o hiciste volverá a ti en un sentido u otro; en la segunda el ego es quien lleva la batuta y la ira dirige los pasos.

Cuando puedes ser consciente de las dinámicas o patrones que sigues en la forma de establecer relaciones desde esta visión entonces es cuando puedes decidir cambiarlas y mejorarlas.

Te animo a responder a estas preguntas que pueden ayudarte a identificar un poco más tu estado en este área con alguna persona de tu entorno (no sean hijos o padres):

– ¿Cuántas cosas que tú consideras importantes has hecho por esa persona?

– ¿Cuántas cosas ha hecho esa persona por ti que tú consideras importantes?

– ¿Cuál es tu sensación inicial tras esas respuestas, te sientes en deuda, sientes que te deben o te parece que estáis en equilibrio?

– Si piensas que estás en deuda, ¿qué es aquello tan grande que estás recibiendo?, ¿crees que podrás equilibrarlo alguna vez?. Y si no pudieses

hacerlo, ¿cómo vas a revisar este hecho con la otra persona?

– Si piensas, por el contrario, que te deben. ¿Cuántas veces has sentido lo mismo? ¿Quién estás esperando realmente que cubra esa necesidad? ¿Qué puedes hacer de distinto a partir de ahora?

Ahora puedes hacer las mismas preguntas a esa otra persona para observar también su valoración.

Una última revisión, ¿estáis en consonancia en vuestras respectivas valoraciones?

El acto de dar requiere generosidad, el acto de recibir requiere entrega. Ambos son los dos lados de una misma moneda, el amor con conciencia. Y tú, ¿cómo vives estas dos caras?

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Susana García Gutiérrez – Coach Profesional

1ª Coach de Familias Monoparentales

http://www.coachingatualcance.com/

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