DECIR ADIÓS, CUESTA

Hoy no me apetece buscar fotos que acompañen a esta reflexión, ni cambiar los colores del texto para que parezca más ameno. No, porque lo que escribiré, me entristece. Me deja un amargo sabor de boca no saber cómo actuar, desde la amistad, en algunas ocasiones:

A veces resulta difícil decir adiós. Tan difícil, que a menudo oímos historias de cómo algunas personas prefieren negar, consciente o inconscientemente, una despedida en vez de enfrentarse a ella.

Estoy pensando, por ejemplo, en lo que le ocurrió a una chica. Resulta que desde hace 3 ó 4 años, el marido de ella se fue de casa y, aún hoy, vive en el mismo piso que vivía con él. La negación viene de que no sólo vive en el mismo piso, sino que nunca se le ha ocurrido pintar las paredes, cambiar los muebles o añadir o quitar algún objeto de decoración. Y no sólo eso, sino que siguen adornando las paredes los mismo cuadros que compró con su marido, las mismas fotos del viaje de novios siguen presidiendo la entrada del recibidor, la foto de la boda preside el dormitorio y el escritorio dónde él trabajaba continúa, limpio de polvo, con los libros de trabajo y la música de él. A todos estos detalles, se le añade que en la cama, siguen estando las sábanas que la madre de su marido les regaló y la ropa que él no se llevó sigue colgada en el armario.

Al oír esta historia, me pregunto si ella es feliz, si se da cuenta de que todo parece indicar que alberga una esperanza, quizá real o quizá no, de que él vuelva a casa algún día. Y, me imagino, que espera recibirle cómo si nada hubiera pasado.

Me pregunto cómo puede una persona intentar seguir con su vida esperando que algo que ha cambiado vuelva a ser cómo antes. Sufriendo, por intentar mantener un “aquí todo sigue igual”.

Sé, por experiencias de personas que han venido a terapia, lo doloroso que es aceptar decir adiós, pero también sé que, sin la aceptación de la pérdida, no es posible reanudar una nueva vida.

Me pregunto, si personas cómo ella y muchas otras que están en este punto de negación o de no aceptación, se plantean la posibilidad de pedir ayuda y superar el duelo. Y me cuestiono, también, cómo reacciona la gente que les rodea. Su entorno más cercano, sus amistades, sus familiares… cómo pueden ayudar a un ser querido, atrapado en una historia pasada, a seguir adelante.

Por desgracia, creo que a veces, la mejor ayuda es dejar que se sienta lo suficientemente mal cómo para sentir que de verdad necesita ayuda. Si no, a menudo, desde la amistad o el cariño, ponemos parches que mitigan el dolor pero frenan el cambio que ha de llevar a aceptar que las cosas ya no son cómo antes y que hay que renovar.

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