Nasrudin se ve obligado de vender la casa que ha heredado de su padre tras haber sufrido los reveses de la fortuna. Un hombre sin escrúpulos se aprovecha de la situación y le propone comprar la casa a un precio ridículo. Nasrudin se da perfecta cuenta de que este hombre es un ladrón, pero acepta poniendo una pequeña condición:
– ¿Cuál?
¡Como puede usted ver, en esta pared hay un clavo! Este clavo fue de mi padre y es el único recuerdo que me queda de él. Le vendo esta casa, pero deseo seguir siendo propietario del clavo. Si está conforme con esta condición, acepto su oferta. Tendré evidentemente, derecho a colgar de él todo lo que quiero.
El comprador se tranquiliza pensando que un clavo en una casa no es gran cosa. Le pregunta a Nasrudin:
– ¿Vendrá usted a menudo?
– No, no, a menudo no.
El comprador no ve ningun problema y acepta la cláusula. Firman el contrato de venta ante notario en el que se específica que Nasrudin es el propietario del clavo y que puede hacer lo quiera con él. El nuevo propietario toma posesión del lugar y se instala en él con toda su familia hasta que un buen día se presentó Nasrudin.
– ¿Puedo ver mi clavo?
– ¡Por supuesto! Pase – responde cordialmente el propietario.
Nasrudin entra y se recoge profundamente delante del clavo y luego vuelve a irse. Algunos días más tardes, regresa con un pequeño cuadro en el que hay la foto de su padre.
– ¿Puedo ver mi clavo?
El propietario le deja entrar y Nasrudin cuelga el cuadro.
La vez siguiente, llega con un manto y una túnica y dice al propietario (que está ligeramente irritado):
– Estas son ropas que pertenecieron a mi padre.
– ¡Quisiera colgarlas en mi clavo!
Pero, un buen día, Nasrudin se presenta ante la puerta arrastrando detrás de sí el cadáver de una vaca. El comprador, estupefacto, le pregunta:
– Pero ¿qué viene hacer aquí con ese cadáver?
– ¡Está claro, vengo a colgarlo en mi clavo!
Cosa que hace al instante, sordo a las súplicas del comprador estupefacto. La policía, llamada al lugar del litigio, le da la razón a Nasrudin a la vista del contrato. El cadáver empieza a pudrirse para gran desesperación del imponente propietario. Al cabo de un cierto tiempo, Nasrudin vuelve con otro cadáver que cuelga del mismo clavo. La pestilencia es tal que el propietario se ve obligado a huir del lugar. Y así fue como Nasrudin recuperó su casa.
Fuente: tradicional Sufi
Fuente: Gestalt Terapia