Si hiciéramos el trabajo consciente de mirar de frente, con valentía y franqueza todas nuestras relaciones con las personas que nos rodean, que nos son cotidianas, aprenderíamos muchísimo, ya que esas formas de interactuar con quien tenemos enfrente reflejan, como un espejo fiel, los aspectos (tanto superficiales como profundos) de nuestro ser. Pero no todo el mundo está dispuesto a enfrentarse a sí mismo y descubrir lo que somos, prefiriendo (conscientes o no) seguir encubriendo nuestra realidad y padecerla en lugar de transformarla.
Nuestros vínculos conflictivos, nuestras relaciones conflictivas (y con este término no me refiero a relaciones tóxicas) no hacen más que expresar las heridas que llevamos en el alma y en el corazón producto de nuestra historia personal oculta e inconsciente que, precisamente, se actualiza con aquellas personas que forman parte de nuestra cotidianeidad. Como dice A. Sannuti, esas zonas más oscuras de nuestro ser, esas que nos hacen actuar de una forma que a veces no queremos y que no somos capaces de ver, necesitan hallar la luz para ser sanadas. Por esta razón crucial que nos intenta mover al equilibrio, si en lugar de escapar de todo conflicto (tapándolo o negándolo) pudiéramos mirarlo con honestidad, con ecuanimidad, tal como se nos presenta, nos diría qué es lo que tenemos que comprender, no sólo de nosotros mismos, sino también con la idea de profundizar en el conocimiento de los demás.
La tarea más ardua pero más positiva y adecuada a todas luces es encarar, con respeto y amor, nuestras sombras más temidas, nuestras carencias más padecidas que son parte de nuestras propias fuerzas interiores y sobre las que podemos ahondar y modificar, no sin antes hacerlas conscientes ante nosotros mismos trabajando nuestra yoicidad para compatibilizar los sentimientos y valores con las personas que tenemos y que pasan por nuestra vida, con aquellos con los que vivo y me relaciono.
Aún hoy a algunos les resulta cursi y pedante hablar de amor, pero este sentimiento, este compendio de sensaciones es el que sigue moviendo el mundo y a las personas y madura, a pesar del tiempo y de los sinsabores cargados de estrés cuando hay un profundo conocimiento de uno mismo, premisa necesaria para poder lanzarse a reconocer y amar a los demás. Porque si no pasamos por estos filtros de autoconocimiento llegamos a un punto donde la relación se llena de mente y corazón aletargados, anestesiados por la monotonía, el aburrimiento y el sin sentido –como sigue apostillando Sannuti- de una cultura que engañosamente habla de vida, de pareja, ilusión, aunque su propuesta, en realidad, esté mucho más cerca de la muerte emocional y espiritual.
El conocimiento, el afrontamiento, nos puede dar ideas sobre qué nos separa para poder tener la oportunidad de retomar aquello que hemos descuidado, siempre que la llama siga iluminando el camino por el que un día decidimos caminar juntos.
¿Qué nos pasa?, se preguntan muchas personas. La respuesta ha ido tomando cuerpo a través de los párrafos de este artículo desde el principio: uno mismo no puede mirar hacia otro sitio, hacia el otro para que si hay desamor, si mi almario se está cayendo a trozos es porque no “me dan”, han cambiado y ahora es necesario que vuelvan a cambiar…La realidad es que la forma de encontrarse con el otro se ha relajado, se ha ido acomodando de tal manera que la mirada hacia fuera se hace más fuerte que hacia adentro, hacia el interior para buscarme en mí mismo (y no ver lo errores únicamente en el otro)
Se nos pregunta asiduamente cuáles son los factores más usuales por los que se camina hacia el desamor y aquí os reflejo los que consideramos que son los caballos de batalla que hay que observar para estar alerta y poner nuestro consciente a trabajar cuando notemos los síntomas que todos, en algún momento, hemos sentido.
– La falta de comunicación
– La falta de sinceridad
– Las luchas de poder
– La dependencia emocional de uno de los miembros de la pareja
– La expectativas no cumplidas
– El deseo de variedad sexual
– El adulterio
– La distinta evolución personal de cada miembro de la pareja
– La falta de apoyo emocional/personal
– El rencor acumulado de años (la deuda histórica – la falta de perdón-)
– Los celos continuos
– Los problemas sexuales
Ahora estableced vosotros mismos, a vuestro criterio, cuál es vuestro caballo de batalla, tomad conciencia y empezad vuestro camino para iluminar vuestro almario y llenarlo de las emociones más positivas. Aprended a enfrentaros con vuestro espejo.
Juan José López Nicolás
Fuente: TERAPIA Y FAMILIA