Gestalt Trans Generacional.

Extendiendo las fronteras de la psicoterapia: Gestalt Transgeneracional
Una aplicación de las Constelaciones Familiares a la Terapia Gestáltica:
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Por Lic. Guillermo Daniel Leone
Introducción:
Este trabajo se inserta dentro de un movimiento en la actual terapia gestáltica que apunta a ampliar la concepción de campo. Los avances en las ciencias duras cada vez más están incluyendo los paradigmas holísticos y miradas de campo. Los desarrollos del Pensamiento Complejo apuntan también a esta cuestión. Exponentes como Jean Marie Robine, Jean Marie Delacroix; Gordon Wheeler entre otros han acercado el enfoque gestáltico a estas postulaciones ya presentes en el budismo y en la Teoría del campo.
Este trabajo se propone seguir la misma dirección en lo referente al trabajo con el campo. Para desarrollar algunos conceptos me he valido de terminología perteneciente a la TGS Teoría Ggeneral de los Sistemas, haciendo el esfuerzo de traducir estos términos al lenguaje gestáltico. Mi expectativa es introducir en el ya conocido “abordaje de campo“ la cuestión de la circularidad temporal trans-generacional; de cómo el pasado influye en el presente y de cómo, para cambiar este presente, muchas veces necesitamos modificar el pasado, entendiendo el pasado como su remanente de impresiones, creencias, mandatos, situaciones abiertas, etc.
Otro concepto que encuentro importante es el de “gestalt familiar”. Tiene que ver con considerar la idea de que no sólo existen gestalts personales abiertas sino que también existen gestalts familiares, las cuales continúan abiertas y pasan a las siguientes generaciones para ser cerradas.
El paradigma científico y la psicología
La psicoterapia aún hoy conserva fuertes sesgos del pensamiento científico evidentes tanto en los marcos teóricos como en las prácticas que surgen de éstos. Dicho pensamiento ha demostrado presentar importantes limitaciones cuando se trata de fenómenos humanos no mensurables de forma directa.
Consideremos dos de esas limitaciones:
1) la diferenciación observador-objeto y
2) la cuestión de los límites o contornos del objeto de observación.
1) Los psicoterapeutas somos observadores de fenómenos de los cuales inevitablemente —lo tengamos o no en cuenta— somos parte, y es importante que tengamos esto último presente para estar conscientes de cómoformamos parte pues ello determinará que nuestras intervenciones sean terapéuticas o no lo sean. Asimismo, es importante considerar que la interacción entre el observador y su objeto de observación (en este caso dos personas y un vínculo), y su acción modificadora es bidireccional: es decir que tanto el observador como el observado experimentarán cambios durante el proceso. Esta doble acción sobre ambos componentes complejiza el análisis de los resultados y vuelve aún menos previsibles –para ambas partes– las consecuencias de dicha interacción.
2) Observar implica recortar. Los recortes son abstracciones imaginarias que destacan un área específica como “figura” del resto del universo que permanece como “fondo”. Dicho fondo, a pesar de encontrarse en la periferia de lo observado, continúa actuando sobre la figura sin ser foco de atención. El fondo “sostiene” a la figura, y la figura es la emergencia de un elemento que antes era fondo. Los límites del campo en decidamos trabajar dependerán del enfoque teórico, pudiendo ir desde una pura abstracción teórica como “el inconsciente”, hasta un conjunto de personas que abarque parte de la familia o una comunidad. Claro que también podemos optar por hacer nuevos recortes dentro de dicho recorte, así podemos mirar sólo las interacciones o algunas de éstas como por ejemplo las interacciones “no verbales”. Cualquiera que sea el recorte que hagamos para realizar la observación deberemos tener en cuenta que siemprese tratará de un recorte y que ese recorte continúa vinculado a toda una serie de fenómenos y elementos que estamos decidiendo omitir en nuestra observación, y sobre todo, que esas conexiones con el fondo hacen que ese elemento exista como tal.
Retomando el punto anterior, percibimos una configuración de la que somos tanto observadores como parte, y a la cual denominamos “campo de la experiencia” o “campo Individuo-ambiente”. Esta configuración resulta de ampliar la percepción hasta abarcar no sólo al sujeto que consulta, sino también a su entorno y las interacciones con el mismo. El mencionado “objeto de la experiencia terapéutica” es por lo tanto un sector de la realidad organizado de manera compleja, con características particulares como pro ejemplo: la autorregulación (o tendencia a funcionar dentro de márgenes determinados) la autoorganización (la tendencia de los componentes de un todo a organizarse espontáneamente de la mejor forma posible) y la autopoiesis[1] ó autocreación o la tendencia de un sistema a producir elementos que a su vez lo producen y lo cambian. Es decir que, se trata de un campo en constante movimiento – crecimiento – aprendizaje – organización – creación. Es por eso que nuestras intervenciones sólo pueden ser hechas desde dentro del campo mismo[2]propendiendo una ruptura del equilibrio (statu quo) previo que permitirá la creación de una nueva —e idealmente mejor— organización; forma o configuración.
Creo fundamental recordar que dichas interacciones también tienen efecto sobre los terapeutas en el momento en que ocurren, por lo tanto, conforme vamos trabajando, el observador mismo va cambiando, y, con él, el campo y su mirada del mismo.
Para impulsar cambios, los terapeutas ofrecemos nuevos elementos a nuestros pacientes (nuevas miradas, recursos, herramientas, etc.) con el objeto de perturbar de modo deliberado la organización existente en el campo del paciente y así dar lugar a una nueva configuración más satisfactoria. Luego de que una intervención novedosa, un nuevo elemento “perturba” el equilibrio reinante en el campo, éste se reorganiza por sí mismo para hacer lugar a estos nuevos elementos y es importante que el accionar del terapeuta no interrumpa dicho proceso inherente al campo, confiando en que éste se reorganizará de la mejor forma posible. El límite del movimiento adaptativo estará dado por las características del elemento nuevo, por la estructura general del campo y por su estado en el momento de la intervención. Nuestra función consiste en aportar nuevos puntos de vista o nuevos recursos para la interpretación del contexto y no en sustituir o eliminar[3]algún componente del campo del paciente o privilegiar nuestra presencia por encima de las relaciones y de los procesos autoregulatorios propios su entorno, pues sería distraerlo de su mundo. Una nueva comprensión de su contexto dará al paciente la posibilidad de interactuar con el mismo de un modo diferente promoviendo nuevas configuraciones ya que “el cambio de uno solo de los elementos de un campo provoca un cambio en la totalidad”. El terapeuta debería evitar ser figura, o tomar un lugar que no sea el correspondiente a su rol y éste a su vez, debería ser lo menos protagónico y directivo que sea posible. Nuestra intervención será necesariamente transitoria porque es su grupo de pertenencia, su mundo, el que va a sostenerlo y, como todo sistema humano, posee la capacidad de autoorganizarse, autoregularse, desarrollarse y autocrearse. Deberemos acompañarlo a reconfigurar sus funciones dentro de ese todo, aproximarse a elementos que le aporten bienestar en ese momento de su vida, cambiar las modalidades de intercambio y conexión con otros elementos que no le sean ya útiles cerrando aquellas configuraciones mal acabadas que drenen su energía y cambiando su posición en relación a elementos que no tengan que ver con el presente. Sus inserciones sociales pueden y de hecho van a modificarse, puede incorporar nuevas personas a su red y tomar distancia de otras cambiando así la cualidad de sus vínculos y por lo tanto dentro de ciertos límites. La estructura del campo en que se mueve cambia y cualquier movimiento de una parte cambia al todo.
El espacio en el que trabajamos desde la Gestalt, es lo que llamamos el campo individuo-ambiente en el aquí y ahora incorporando una mirada del proceso, es decir considerando cómollegó y para qué llegó donde llegó o para qué hace lo que hace. El “para qué” introduce el concepto existencial de finalidad o propósito, y en cuanto a esto debemos ser cautos y considerar la posibilidad de que las finalidades no siempre son individuales, a veces un individuo sirve (­sin necesariamente saberlo) a un objetivo del sistema o grupo al que pertenece. La calidad de las interacciones que tiene con cada componente del campo, pueden provocar la emergencia de figuras y/o necesidades que no necesariamente respondan a lo personal, sino a lo colectivo / grupal. Recordemos que el individuo emerge del grupo. Tengamos en cuenta que, como especie gregaria, nuestra supervivencia está garantizada sólo por la pertenencia a un grupo.
Esta ampliación de la mirada pasando del individuo o de una parte de él hacia un campo en el cual es un elemento más es un verdadero hallazgo que la gestalt comparte con otras líneas psicoterapéuticas (sistémica, transaccional, psicodrama, etc.). Nos permite observar y operar a nivel del campo ya que los cambios que no tienen en cuenta el ambiente suelen estar condenados al fracaso por ser imposibles de sustentar. Cuando el entorno no es considerado en las estrategias de cambio pueden surgir dos clases de obstáculos: la primera es que los cambios no se sostengan debido a que nuestros sistemas de pertenencia se resistan a ellos. Esto se debe a que los campos / sistemas que encontraron un equilibrio tienden a defender ese equilibrio y a conservar su modo de funcionamiento, es decir que poseen una inercia que se opone al cambio, y la segunda clase de obstáculo es que el grupo o sistema puede llegar a desvincularse del elemento que amenace dicho equilibrio; en otras palabras, si alguien intenta cambiar sustancialmente su modo de vincularse con un grupo sin tomar en consideración a los otros puede que pierda parte o todos sus vínculos, que el grupo lo excluya y por lo tanto los cambios pueden no suceder en la dirección deseada. Obviamente algunos entornos pueden tolerar el cambio, y no solo acompañar sino que transformarse junto con la persona y esa es la opción más favorable.
Hay muchos abordajes de campo, en todos ellos deberá considerarse el hecho de que trabajamos con innumerables variables interactuando y que estas interacciones conducen a resultados que son impredecibles en primera instancia. Esto no significa que no podamos esperar movimientos en determinado sentido, pero, hasta que no perturbamos el campo y esperamos a ver cómo se reconfigura, no podemos saber exactamente hacia dónde apuntará el resultado de dicha intervención o perturbación controlada que hemos hecho.
Las Constelaciones Familiares
El trabajo que en los últimos años se ha denominado “Constelaciones Familiares” creado por Bert Hellinger, es un instrumento entre tantos, que puede o no ser una herramienta para la psicoterapia. En este caso hago de esta técnica un uso psicoterapéutico basado en lo siguiente: si la Gestalt me ha dado la posibilidad de una mirada de campo y de proceso, lo que hago a través de las constelaciones es ampliar dicho campo y extender la temporalidad de dicho proceso para darle un alcance transgeneracional.
Con esta especificidad (clínica y terapéutica) deliberada posiblemente esté dejando afuera algunos epifenómenos de las constelaciones que no sirvan de forma directa al propósito psicoterapéutico individual o familiar y aún así sean muy interesantes, pero es una decisión que hace a mi trabajo y que no lamento. Cuando operamos en contacto con el campo siempre ocurren fenómenos interesantes que pueden pasar desapercibidos para la mirada de la psicoterapia. No obstante no dejo de atender a la evidencia de que la constelaciones no benefician sólo a quien constela, sino también a quienes participan de la misma como representantes de otras personas o bien a quienes simplemente las presencian. Podemos suponer que en este trabajo se constituye un campo, que afecta a los concurrentes quienes, a su vez, transmiten los movimientos internos que experimentan a sus propios campos/sistemas. En muchos casos existe una resonancia entre diferentes personas y una sinergia, es decir, que el movimiento de un campo impulsa movimientos en otro, los cataliza o los acelera.
Entre lo psicológico y lo espiritual o lo metafísico hay una separación (convencional) que por momentos se desdibuja –o quizás se encuentre en permanente movimiento–, y es interesante prestar atención a cómo algunas líneas psicológicas nominan lo que ocurre en la periferia del territorio de la psicología y que irrumpe en el escenario psicológico. Por ejemplo, la comunicación inconsciente –inconsciente[4]; el efecto telé[5], son fenómenos que dan cuenta de conexiones o comunicaciones que trascienden el nivel verbal y las codificaciones idiomáticas. Sin embargo hoy día, cada vez más, las nuevas ciencias incursionan en dichos territorios proporcionando hipótesis para explicar lo que antes se atribuía al pensamiento mágico, y así la física comienza a encontrarse con la metafísica.
Por mencionar un ejemplo, Isidoro Berenstein[6]sostiene que: “Un grupo de personas ligadas por una relación de parentesco pueden comunicarse mediante ciertos nexos de una cadena significativa circulante cuyo sentido se restablecería si lográsemos intercalar los trozos de la frases faltantes mediante la caída de los cuales se tornó inconsciente”[7]. La interesante formulación de este psicoanalista apunta a que existe un nexo que opera de forma involuntaria y que la fuerza que lo sostiene –y lo confina– en el campo de lo inconsciente proviene de un secreto, algo que no está dicho y que tampoco está acabado (diríamos una gestalt familiar[8]que no pudo cerrarse). Esta teoría conecta los actos de las personas actuales con los de sus antepasados no importando que estos coexistan compartiendo una época, y ni siquiera que se conozcan.
Otras posibilidades para pensar en las implicancias entre personas de distintas generaciones podemos encontrarlas en trabajos como el psicodrama espiritual propuesto por Enrique Stola (1995)[9]en el cual los representantes de las personas de la escena psicodramática eran personas que desplegaban espontáneamente características mediúmnicas durante el trabajo, para expresar sentimientos de las personas representadas en la escena. Y otros ejemplos los encontramos en el psicodrama trans-generacional presentado por Manuela Maciel (congreso IAGP São Paulo 2006) quien relaciona el trabajo transgeneracional con el concepto de “Unfinished Business” (asuntos inacabados)y con “Wound of love” heridas de amor[10] describe la forma en que estos hechos inacabados se repiten a lo largo de las generaciones una y otra vez hasta que encuentren un cierre.
También Anne Ancelin Schützenberger[11]habla de “Psicogenealogía” si bien lo hace desde una perspectiva principalmente psicoanalítica esto no le representa obstáculo alguno para abordar temas fuera de dicha teoría logrando una interesantísima comparación entre diversos métodos de abordaje de las problemáticas trans generacionales, incluyendo fenómenos como el estudiado síndrome del aniversario. Describe en forma clara el trabajo de un pionero en esta área: Ivan Boszormenyi Nagy quien enuncia la existencia de fuerzas que operan dentro de las familias en su obra Lealtades Invisibles[12].
Así podemos observar que muchos enfoques que presentan este común denominador de poner especial atención a las implicancias transgeneracionales han surgido en los últimos años. Tiiu Bolzmann[13]afirma que no se trata apenas de una moda, sino que es mucho más que eso; se trata de una respuesta desde diferentes teorías a una necesidad por parte de las personas de recobrar las conexiones con sus ancestros, con sus historias y con su raíces que han sido dejadas de lado por las sociedades y por las culturas individualistas.
Los enfoques psicoterapéuticos tradicionales siguen el modelo biomédico, e ignoran lo que sucede fuera del campo delimitado por la ciencia clásica, en especial si esto se relaciona con la intuición o con recursos no considerados en el paradigma científico, como es el caso de lo que suele develar un representante[14]cuando entra en contacto con el campo familiar. El paradigma biomédico sigue evidenciando su insuficiencia cuando se trata de dar cuenta de los fenómenos inherentes a la mente, pero afortunadamente los nuevos paradigmas, por ejemplo las ciencias de la complejidad y la física de las partículas han comenzado a auxiliar a los que nos interesamos en los fenómenos que exceden al paradigma científico clásico.
Aportes de las constelaciones familiares
Mencioné la importancia de desplegar la mirada usando una lectura de campo y de incluir el proceso personal que extiende la visión incorporando el momento presente como parte de una secuencia de acontecimientos dentro de la cual cobra un significado especial y no como algo único; ahora las constelaciones agregan una nueva posibilidad de extensión y es la dimensión trans – generacional.
Las constelaciones familiares incorporan a dicho campo presente, componentes, sucesos, es decir: Gestalts pertenecientes al sistema familiar que, sin formar parte del presente sino del pasado, afectaron y continúan afectando al sistema todo permaneciendo como “gestalts familiares abiertas”.
Y ¿de qué forma circula ese conocimiento pasando de una generación a otra? ¿De qué forma se hacen presentes en el destino actual de cada miembro las historias inconclusas de sus ancestros? La información de la familia se encuentra en cada uno de sus componentes y es parte de lo que Hellinger[15]llama “el alma familiar”. Podríamos suponer que los genes transmiten mucho más que el color de ojos, estatura, piel etc. Así como un venado reconoce a su predador porque alguno de sus predecesores presenció un ataque de dicho predador, y la marca emocional de peligro fue codificada en el ADN a fin de incrementar las posibilidades de supervivencia de su descendencia.
El concepto de alma familiar en Hellinger
Cuando Hellinger habla de alma familiar no se refiere al concepto espiritual de alma, sino a una fuerza que guía de forma inconsciente a todos los integrantes de un grupo o familia velando por la continuidad de dicho sistema o grupo.
Desde el punto de vista de los sistemas complejos podemos pensar en la autoorganizaciónpresente en todo sistema. Todo campo(pensemos así al alma familiar) se organiza de un modo específico; único. Es posible apreciar en la configuración observada las consecuencias de las fuerzas que intervinieron, sin embargo, hoy sabemos que es virtualmente imposible determinar la cantidad, la intensidad y la naturaleza de cada una de las fuerzas que actuaron para llegar a dicho resultado. Solo a través de sucesivos ensayos podemos intentar aproximarnos al resultado sabiendo que cada evento es irrepetible.
Algunas de las fuerzas que intervienen en todo campo pueden ser perceptibles pero otras sólo se pueden conjeturar y están fuera de la capacidad de medición y de explicación racional. Es el mismo caso de los armónicos que existen cuando un instrumento musical suena. Se trata de frecuencias que están fuera de nuestro rango audible, sin embargo su combinación con las demás frecuencias da un resultado perceptible, es por eso que muchas personas prefieren las grabaciones antiguas analógicas a las modernas digitales.
Podríamos pensar el alma familiar como ese conjunto de fuerzas, tanto perceptibles como imperceptibles, que actúan llevando al sistema y a cada integrante a situaciones que tienen un sentido para el “todo” y como tales no pueden ser leídas de forma fragmentada o individual.
La mirada de campo nos permite entonces ver a la familia como una totalidad en la que no es importante qué cosas hace cada individuo sino que dicha totalidad continúe; pues es ésta la que tiene “prioridad” con respecto a sus integrantes y existen en ella fuerzas que preservan su propia integridad instando a que cada uno cumpla su función para el todo. Las personas nacen en una familia que existe desde antes de la llegada de sus componentes, y que se desenvuelve a través de ellos.
La familia, autopoietica crea sus partículas (integrantes) y es creada por ellos. Cada uno tiene su lugar en el todo, su sentido de ser, y cada uno es necesario dentro de su especificidad para el todo.
La “oveja negra” por ejemplo, dentro de las familias es una persona que tiene funciones diferenciadas del resto. Son muchas veces “agentes de cambio” que trabajan para el todo, intentando mostrar algo que no puede verse intentando cambiar lo que ya no sirve al sistema. Cuestionadores del orden imperante que promueven movimientos a veces radicales, suelen pagar un precio alto en su sacrificio que finalmente es para ese grupo o sistema familiar. Asimismo, cuando el sistema los excluye por algún motivo, cuando son expulsados y es negada su existencia o su pertenencia; advienen polos de atracción provocando el inicio de un patrón repetitivo que seguirá intentando imprimir ese cambio a ese sistema, igual que las Gestalts abiertas,insisten.
Por ejemplo; si una persona se ha constituido por sus actos en polo de tensión o en “atractor”[16]dentro de la red familiar, sea por alguna acción que perjudicó a alguien de la familia, o por el contrario, por algún sacrificio del cual se beneficiaron los que le sucedieron y ese acto quedó sin reconocimiento, ese “error” modificará el funcionamiento del sistema provocando junto con el error un patrón de correccióndel mismo que intentará subsanarlo para que el sistema incorpore el aprendizaje. En caso de existir una exclusión, el factor de corrección será llevar la atención de los integrantes al hecho o persona excluido. Del mismo modo que ocurre con un hecho traumático, la mente lo recrea (flashback) con el fin de intentar asimilarlo, elaborarlo, simbolizarlo. Puede ser entonces que esa exclusión sea personificada por otro miembro de la familia de manera tan clara y directa como sea posible; por ejemplo encarnando de alguna forma a quien padeció la exclusión. Esto explica que algunos niños tengan conductas idénticas a familiares que jamás conocieron. Hellinger denomina Identificación a este fenómeno y lo original es que desde su punto de vista podemos estar identificados con alguien que, por ejemplo, vivió antes que nosotros y con quien jamás tuvimos contacto.
La idea de que los actos de las personas pueden obedecer a movimientos del sistema es un pensamiento muy fuerte que crea una tensión con la idea de libertad individual[17], lo que estamos afirmando es que algunos acontecimientos de la vida de una persona son una metáfora o representación de hechos que le precedieron y tienen por objetivo la corrección o compensación de algún hecho o, dicho de otro modo, el cierre de una gestalt familiar. Todo lo que ocurre en la familia tiene un sentido para la totalidad aunque ese sentido pocas veces sea evidente, comprensible, o incluso justo, a los ojos del espectador quien puede observar tan sólo un recorte correspondiente a ese momento en que observa y al alcance de su mirada. Nuestros actos, como los de los demás, no se agotan en nosotros mismos. Aún con la ingenua pretensión de que así sea, las acciones nunca son individuales en la medida en que una persona vive en una cultura, nació de y con otras personas; y todo lo que hace pasa a ser parte de la vida de otras personas y de dicha cultura afectando a ambas.
Los hechos como muertes, suicidios, abortos, enfermedades mentales, y otros de gran impacto provocan alteraciones en el campo familiar que, cuando son silenciados u ocultos el trastorno es mucho mayor, pues las naturales adaptaciones y aprendizajes frente a estas situaciones son obstaculizadas. No obstante los esfuerzos, lo que observamos es que, aún acallados, los hechos continúan siendo parte del alma familiar y, muchas veces estos hechos intentan mostrar algo necesario para el aprendizaje o supervivencia del grupo, por lo tanto se constituyen en gestalts o situaciones familiares abiertas y, como tales, insistirán hasta su cierre. Muchos de los acontecimientos traumáticos que se repiten en la familia no son más que flashbacks, a modo de repeticiones de escenas traumáticas, a través de las que el sistema intenta resolver, elaborar, o cerrar, algo y lo hace valiéndose de cualquiera de sus integrantes.
El concepto hellingeriano de “alma familiar” podría ejemplificar una fuerza de auto organización del campo que se expresa como tendencia a la adaptación, al aprendizaje y al crecimiento de los grupos humanos, y puede valerse de situaciones, a nuestros ojos, bastante extremas para realizar una enseñanza o para preservar la mayor integridad posible en el sistema. Si estos aprendizajes-adaptaciones no son llevados a cabo, se podrán constituir en patrones repetitivos o atractores que influencian el comportamiento del sistema y podrán hacerse presentes en forma llamativa en las generaciones subsiguientes hasta que se les preste atención y se efectúen las adaptaciones correspondientes.
En este punto, el modelo de las constelaciones familiares acrecienta lo que ya entendía la concepción sistémica clásica de las escuelas de terapia familiar de las décadas pasadas. Estas que cambiaron los escenarios terapéuticos con el descubrimiento innovador de que la comprensión del comportamiento de un elemento sólo podía tener sentido a partir de la visión del sistema familiar como un todo, y que los cambios de comportamiento de una de las personas del sistema pueden provocar cambios en los demás por afectar la organización del sistema. Pero la comprensión de este nuevo abordaje va aún más allá pues:
a) Sostiene que este campo puede ser no sólo transgeneracional o, dicho de otra forma, atemporal o Intertemporal, puede extenderse y actuar circularmente sobre épocas distintas tanto hacia atrás como hacia adelante en el tiempo,
b) que las fuerzas que actúan sobre el mismo campo pueden provocar cambios en individuos y relaciones sin requerir contacto presencial, verbal o no verbal entre ellos.
Esta enunciación es realmente innovadora en el campo de las terapias, lo que no significa que cuando trabajamos con alguien en consulta individual algo de esto no suceda también; sin embargo pocas veces es considerado (a excepción del encuadre transpersonal) incluso cuando nuestros pacientes lo relatan lo pasamos quizás por alto. Por ejemplo una vez una paciente trabajó el vínculo con su padre con quien no se comunicaba desde hacía varios años. En el trabajo pudo encontrarse no sólo con su ira sino con el dolor y la necesidad de sentir que ella tiene un padre. En la semana siguiente ella quedó procesando el trabajo y de pronto llegó un llamado de su padre… Los terapeutas, reconozcamos esto o no, nos encontramos diariamente con pruebas de que existe una comunicación entre las personas más allá de las palabras y que tampoco requiere de proximidad física para suceder. Podemos empezar a contar con este observable para nuestro trabajo o seguir recortando el campo para que ello quede afuera.
¿Cómo aprendemos siendo parte de un sistema?
Como terapeutas gestálticos, trabajamos mirando el campo de nuestros pacientes, y al extender ese campo en el tiempo hablamos de proceso del paciente, y cuando lo hacemos abarcamos temporalmente, como máximo, la vida de esta persona. Cuando el trabajo es trans-generacional lo que observamos ya no es el proceso del paciente sino el “proceso del campo como un todo” del cual en un momento determinado el paciente pasa a formar parte, pero teniendo en cuenta que el campo lo preexiste y por lo tanto determina el lugar y las posibilidades que tendrá al nacer.
En las constelaciones añadimos al trabajo con un espacio ampliado, una ampliación temporal para llevar los contornos del trabajo más allá de la generación actual, permitiendo así un encuentro con nuestros antecesores y comprendiendo que muchas de las cosas que suceden hoy son consecuencias o más bien, son la continuación de acontecimientos antiguos que se perpetúan en la memoria familiar. Saber de dónde venimos ayuda comprender el sentido que podemos darle a la propia existencia y permite ayudarnos a nosotros mismos a sanear el sistema al que pertenecemos pues su historia es la nuestra.
Así, en el método de trabajo de las constelaciones familiares, el punto de partida es la configuración familiar actual del paciente, o la parte de esta configuración que sea más llamativa (por ser conflictiva) en ese momento.
Sabemos que los hechos traumáticos reverberan en el sistema familiar a veces muchas generaciones después, por lo tanto veremos si en el motivo de consulta no existe algún patrón (pattern) que venga repitiéndose a través de varias generaciones, y buscaremos su origen en alguna situación que haya impactado el campo fuertemente y no haya sido cerrada. Detectado el patrón o la secuencia de hechos repetitivos vamos agregando personas que hayan tenido un lugar en esa familia aunque ya no estén y que tengan conexión con la situación traumática. Por ej.: en caso de que una bisabuela indígena hubiera sido tomada por la fuerza, colocaremos a ella, a quien la sometió, también a sus hijos y sus nietos, hasta llegar a la generación actual que padece las reverberancias del hecho.
Seguidamente, y a partir de la observación fenomenológica y de la información que proporcionan los representantes, irán emergiendo detalles y situaciones que antecedieron pero que siguen teniendo injerencia en el hoy, se van sumando personas, historias, develando secretos… entonces sucede lo increíble: lejos de complejizarse la lectura, como sería de prever al sumar componentes, las cosas se aclaran y se simplifican, y ya no vemos personas con sus historias individuales, sino totalidades; estructuras que se autoregulan, patrones que se repiten una y otra vez, atractores que afectan el sistema intentando llevarlo hacia ese asunto inconcluso para que finalmente sea resuelto. Como toda gestalt insiste por ser cerrada, el sistema ofrecerá a quien esté en condiciones de observarlo, la imagen de aquello que lo aguza, de la configuración fallida para que sea cerrada.

Lo más original y cuestionado en el trabajo de constelaciones es la conexión de los representantes con el campo familiar y con la persona que representan.
A diferencia de un trabajo clásico de psicodrama, en el cual el protagonista proporciona la información a los representantes sobre los personajes a representar; durante las constelaciones familiares las personas del público representan a otras personas que no conocen sin que se les proporcione dicha información. A pesar de ello la experiencia muestra que ellos de alguna forma “saben” qué decir y qué hacer, sorprendentemente algunos representantes hasta emulan con inexplicable exactitud estilos y actitudes corporales de las personas representadas a quienes jamás conocieron.
Esto habla no sólo de la complejidad sino también de la naturaleza activa del campo relacional en una familia, y hace suponer que quien hace su constelación provee acceso a dicho campo de información.
El isomorfismo es un concepto nominado así desde las matemáticas que, sin embargo, se ha aplicado en otros campos. Está aplicando en organizaciones, en biología, en sociología, etc.
Como claramente explicó Selma Ciornai en el Congresso Nacional de Gestalt; Río de Janeiro 2007: “El pricipio de Isomorfismo se desdobló en La Idea de RESONANCIA MÓRFICA (Rupert. Sheldrake) Para los psicólogos de la Gestalt, forma y estructura se tornaron la llave de todo fenómeno psíquico”. Afirmaban la universalidad de las propiedades estructurales de todas las cosas y el iso-morfismo entre las estructuras psicológicas y físicas, o sea, que una imagen es estructuralmente semejante al comportamiento del organismo que la creó.
Hipotetizaban que ser humano es estar en resonancia con las estructuras universales y veían en las propiedades estructurales de la forma, la unidad básica de todos os fenómenos de la experiencia.
Este principio se aplica a lo que sucede en las constelaciones. Cuando el protagonista configura la “gestalt familiar”eligiendo a sus representantes y posicionándolos en lugares específicos, crea una configuración iso mórfica con su sistema familiar, por lo tanto lo que esa configuración muestre será extrapolable a su sistema y la información circulará entre uno y otro en ambos sentidos; desde la familia enviando información y desde la constelación hacia la familia modificando configuraciones familiares. Para que esto ocurra hay múltiples variables, por ejemplo la selección de los representantes tiene una fuerte apoyatura en una lectura inconsciente tanto gestual como de actitud. Las posiciones en que son colocados los representantes reflejan también una lectura inconsciente de los efectos emocionales y psicológicos sobre el cuerpo como totalidad psicofísica. Esta resonancia mórfica hace que la información que se encuentra en un sistema circule asimismo por su representación isomórfica de maneta interactiva entre las dos configuraciones resonantes, la original y la creada en la constelación.
Lo perceptible es que los representantes repiten frases o palabras propias de las personas que representan, a veces con pasmosa semejanza. Muchas son las variables que escapan a la medición y a la percepción de los sentidos a no ser por sus resultados finales: una conducta, una escena, un hecho. Lo que se hace evidente es que existe un conocimiento y una comunicación que trascienden a las personas y en ocasiones puede alcanzar incluso a personas externas que entran en contacto, por ejemplo alguien que “represente” en una constelación a una persona de la familia. Y por si esto fuese poco, algo interesante que ocurre con frecuencia es que después del trabajo los representantes revelan particularidades de sus vidas y/o de sus momentos vitales tan próximos con los personajes y situaciones que han representado, que su relato frecuentemente deja a todos asombrados de haber sido ellos específicamente los elegidos para representar estos personajes (otro hecho que suele verse en el psicodrama y en grupos terapéuticos y que, sin embargo, no se ha teorizado sobre ello). Podremos suponer que cada representante posee alguna resonancia mórfica con quien está representando la cual, al entrar en la configuración, se intensifica dotando al representante de información, sentimientos, sensaciones, emociones, etc. que antes no tenía y que provienen de la persona a la que representa; sea que esta esté viva o no en cuyo caso proviene del campo familiar, en el cual sus configuraciones personales y biológicas continúan existiendo en sus familiares. Podemos pensar que la inteligencia sistémica y la resonancia mórficaguían la elección de representantes para que ambos sistemas puedan ayudarse mutuamente con un movimiento sinérgico. El campo que se crea en el grupo es también un campo inteligente y “selecciona” a quien es más indicado por lo que trae de su historia para representar a cada persona; ya que tanto quien dirige la constelación como todo el resto de los integrantes, co-crean un campo interactivo, el campo del grupo que esta presente en el evento de la constelación.
Pero lo más impactante es que los aprendizajes que logran hacer los representantes durante el trabajo, (por ejemplo, comprender cuál es su lugar dentro de la familia o aceptar la muerte de alguien querido y dejar de luchar) generalmente afectan a las personas representadas por el hecho de interactividad de la conexión mórfica. Los familiares, verdaderos protagonistas de la historia representada y ausentes durante la constelación, aún no sabiendo que el trabajo fue hecho, suelen experimentar cambios.
Hay algunas teorías que intentan explicar esto que es observable en el trabajo, pero no es mi intención explicar más allá de lo dicho los mecanismos por los cuales esto sucede, sólo pretendo describir lo que puede observarse en estos trabajos y seguramente también en otros trabajos ya que el cambio en una parte (el protagonista en este caso quien consulta) provocará inevitablemente un cambio en ala totalidad de la que forma parte. ¿Cuál es la naturaleza de las conexiones inconscientes que existen entre los miembros de una familia o la de la conexión entre un sistema y su representación mórfica? No nos preocupa aquí descifrar la naturaleza de dichas conexiones, pero evidentemente esa conexión existe y confiere las propiedades que los sistemas tienen.
Como dije al comienzo de este capítulo, como psicoterapeutas estamos acostumbrados a recortar el campo de trabajo y a dejar afuera del mismo algunos de los fenómenos que se nos presentan por no ser útiles a nuestros fines psicoterapéuticos; por ejemplo, si una paciente nos cuenta que en el momento en que su hijo tenía un accidente ella se despertó sobresaltada con la clara sensación de que el hijo estaba en peligro, y con la exacta imagen del accidente; seguramente no daremos cabida a este dato pues resulta irrelevante a la hora de hacer nuestro trabajo. Sin embargo en las constelaciones estas conexiones, estos flujos comunicacionales multidireccionales se presentan aún con gente que no es parte del mismo sistema, y más aún con el sistema mismo, muestran cómo el cambio en una parte provoca cambios a veces dramáticos en otras partes y consecuentemente en el todo.
¿Por qué las constelaciones tienen tanta repercusión en este tiempo?
Como cultura hemos abandonado muchas de las creencias que sustentaron la cultura que nos dio origen. El reconocimiento hacia nuestros mayores que viene del sabernos y sentirnos su continuación; los rituales de pasaje, los de iniciación a la adultez, de salida de la familia de origen, de fundación de una nueva familia o relación, los rituales de despedida o de cierre, etc. La mayoría de estos rituales fueron reemplazados por ceremonias vacías donde se banaliza lo importante y se prioriza lo superfluo. El centro de la ceremonia no es ya el espíritu de la misma sino los aspectos accesorios, por ej. dónde se sientan los invitados, qué color son las flores, como serán los centros de mesa, si el salón es imponente, a quienes no invitar y a quienes sí y qué van a decir si no los invitamos…
No consideramos la posibilidad de que la estructura del ritual crea un campo mórfico que imprime en la psique o en el campo, una configuración nueva. Es como abrir el camino que transitaremos en la vida “real”. Esta pérdida de contacto con lo trascendente del ritual provoca dificultades a la hora de construir las representaciones simbólicas que organizan el funcionamiento familiar y social en cada momento vital. Estos rituales funcionan como ordenadores porque grafican simbólicamente las instancias y de ese modo ordenan las interacciones de las personas entre sí y con el mundo en que viven. Así, en los rituales, se ven los cambios en las jerarquías, cuando alguien pasa de ser hija a ser esposa, cuando alguien cruza la línea de la adolescencia, cuando alguien muere y se le reconoce su aporte al sistema, y también ejemplifican las jerarquías familiares. Hellinger llama a este conjunto de categorías los órdenes del amor y es uno de los niveles del trabajo en las constelaciones. “Si no hay orden el amor no puede crecer” —dice Hellinger—. Cuando aquí hablamos de orden no tiene que ver con un ordenamiento en función de “autoridades”, sino de prioridades, de reconocimiento de algo que es. Los que llegaron primero tienen derechos y responsabilidades diferentes de los que tienen quienes llegan después. También se consideran las pérdidas tempranas (movimientos interrumpidos) o la presencia de chivos expiatorios[18]que cargan con la culpa familiar (exclusiones, falta de reconocimiento), todos estos y otros patrones irregulares, al presentarse, generan disturbios pues continúan expresándose en la descendencia familiar como alteraciones de diversa índole hasta que se logre una reparación. Por esto es que antes dije que junto con la desviación se genera un “patrón de corrección” que se repetirá intentando subsanar esa falencia sistémica.
No sólo hemos ido perdiendo los rituales que organizan y dan significado a la estructura familiar, sino que también la relación con el universo que habitamos se ha trastornado dando origen a muchos de los problemas que tienen nuestras sociedades, incluidos los problemas ambientales. Tomamos de nuestro mundo más de lo que necesitamos; no lo reconocemos; despojamos a veces a otros para tener más. No hay un balance entre lo que tomamos y lo que ofrecemos. Ya no celebramos la caza, la pesca o la cosecha exitosas como o hacían nuestros antepasados que tenían muy en claro que, de no ser por ello, la subsistencia del clan no sería posible. No agradecemos al mundo lo que nos da y esto afecta nuestra capacidad de valorizar lo que tenemos, y por lo tanto el disfrute y la posibilidad de sentirnos plenos. Hellinger sostiene que debe haber un equilibrio entre el dar y el tomar, si este equilibrio no existe entonces la vinculación (sea con el medio o con otra persona) se ve amenazada.
La vida es experimentada como un derecho propioperdiendo de vista que esa vida que aún conservamos se sustenta en lo que cotidianamente recibimos y que cada día se renueva. En cambio, tenemos una permanente sensación de disconformidad y descontento porque queremos más, o queremos mejor y mirando eso nos cuesta reconocer lo que recibimos. Al no reconocer lo recibido la sensación de insatisfacción crece. En relación al planeta, nos hemos echado a perder como niños malcriados que siempre han tenido todo; vagamos confundidos y sin guía pues no prestamos atención o renegamos de las enseñanzas de nuestros antepasados, erramos buscando algo que ni siquiera sabemos qué es, y mientras la falta de sentido y el vacío invaden nuestras vidas no podemos percatarnos de que somos parte del algo mayor, de que nuestros ancestros están en nosotros y pueden darnos ese sentido que tanto buscamos afuera y que podrían colmar los vacíos de apoyo y de sentido.
Cuando digo esto no estoy planteando que seamos esclavos de los deseos de los otros, y que no podamos alejarnos de lo que nuestros padres hicieron, sino que demos el reconocimiento a aquellos que nos pasaron la vida y que ciertamente pagaron un precio por hacerlo, y, luego, tomando lo que nos pasaron: sus aprendizajes, emprendamos la búsqueda de nuestros objetivos personales. Es necesario saber quien soy y de donde vengo para poder decidir qué hago con ello y hacia donde encamino mis pasos y mis esfuerzos. Es necesario cerrar las viejas historias abiertas para poder liberarme y mirar a mi propio horizonte sabiendo que cuento con el respaldo y la sabiduría de muchas personas que me precedieron.
Si bien es cierto que los asuntos inconclusos de nuestros mayores repercuten en nuestras vidas, también es verdad que es la fuerza de ellos lo que nos provee de vida, energía y dirección. El enardecido culto del individualismo nos ha llevado a una diferenciación a como dé lugar, y así nos vamos alejando del todo del que somos parte, de la historia familiar, intentando crear diferenciación y renunciando al aprendizaje que muchas generaciones precedentes hicieron. No se trata de que repitamos historias de otros, sólo se trata de que seamos conscientes de la totalidad de la que seguimos siendo parte, de que somos la continuación de ellos, de que el todo, nuestra familia, es el fondo que nos sostiene como figura, y que sin ese fondo perdemos sustento.
Las constelaciones permiten un encuentro con esa totalidad que perdemos de vista o que nunca pudimos percibir y facilitan la posibilidad de percatarnos del continuum de la vida del que somos parte en la medida en que el fluir de la vida continúa a través del amor. Cuando hablo de “amor”, no me refiero al amor romántico, sino a esa fuerza que se va transmitiendo de generación en generación, ese motor que impulsa comunidades, sociedades y culturas enteras a recrearse constantemente, a sobrevivir.
Ese fluir puede dificultarse por diversos motivos, por ej.: si alguien es despojado de su derecho a pertenecer; o cuando alguien es explotado para provecho de otros; o si el dolor por algún hecho es intolerable y no permite elaborar el trauma y crecer. Todo esto hace que el alma familiar quede atrapada en patrones repetitivos que pueden afectar a personas de las nuevas generaciones. Estas personas tienen la posibilidad sistémica de “mostrar lo sucedido” y de reparar errores viejos aunque no sean ellos los causantes. Cuando esto sucede las constelaciones abren una puerta Inter-temporal para que el campo o alma familiar inicie o complete el movimiento que en su momento fue interrumpido, y permita que, por ejemplo, madre e hijo se encuentren, o que alguien olvidado sea reconocido en su sacrificio gracias al cual otros viven, o que un integrante sea puesto en el lugar que por derecho le corresponde. Esta nueva imagen reparatoria accede al alma familiar a través del protagonista, de la persona que vino a constelar y se va instalando hasta cambiar la configuración existente. El cambio en la parte cambia al todo. Hemos aprendido a través el trabajo con las constelaciones que así como la vida continúa el pasado también continúa, y puede cambiarse de manera radical modificando los efectos que este tiene sobre el presente.
Bibliografía
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[1] (wikipedia) La autopoiesis (del griego αυτο-, auto, «sí mismo», y ποιησις, poiesis, «creación» o «producción»), es un neologismo propuesto en 1971 por el médico y sociólogo chileno Humberto Maturana y el biólogo Francisco Varela, para designar el tipo de organización de los sistemas vivos. Se define muy ligeramente como la capacidad de los sistemas de producirse a sí mismos. Este término nace de la biología pero más tarde es adoptado por otras ciencias y otros autores, como por ejemplo por el sociólogo alemán Niklas Luhmann.
[2] Así, para intervenir en la organización que alguien hace de su mundo, en las terapias existencialistas debemos primero crear un vínculo, esto nos da acceso a su particular organización de la realidad, a su campo y desde allí es que podemos operar. J. M. Robine habla de la co-construcción de un campo conjunto, el cual es creado y influye al mismo tiempo a ambos: terapeuta y paciente. Debemos llegar allí, donde el paciente se encuentra, al lugar no solo físico sino existencial.
[3] No es posible eliminar elementos que ya existen en el mundo de una persona y tampoco es posible borrar una experiencia, por lo tanto la opción es modificar la calidad de las relaciones con dichos elementos, recuerdos, experiencias y las significaciones que se les da. Podemos agregar también nuevos elementos que modifiquen la cualidad del todo, pero no “borrar” o eliminar algo, sean personas, experiencias, recuerdos, etc.
[4] Sigmund Freud; obras completas. Ed Amorrortu.
[5] J. Moreno. Psicodrama.
[6] El Dr. Isidoro Berenstein es psicoanalista, director del Departamento de Familia de la Asociación Argentinade Psicología y psicoterapia de grupo, y autor de numerosos libros.
[7]Psicoanalizar una familia pp. 211
[8] Nótese que extiendo el concepto de gestalt inacabada a sistema en sí, es decir a la familia, con lo que planteo que no sólo existen situaciones inacabadas de orden personal sino también de orden familiar.
[9] presentado en el congreso de la IAGPde Buenos Aires 1995
[10] Bluma Zeigernick tesis e investigación, 1927, Berlin Gestalt Institute .
[11] ¡Ay, mis ancestros! Ed. Edicial Buenos Aires, 2002
[12] Publicado en castellano por Ed. Amorrortu Buenos Aires, 1982
[13] Tiiu Bolzmann: directora del Centro Bert Hellinger de Argentina, terapeuta sistémica, se formó con Bert Hellinger sobre su método y es la única instructora reconocida por Hellinger en Argentina. Dirge actualmente la Editorial Alma Lepik.
[14] Es una persona del público quien, sin conocimiento de la historia, se presta para representar a alguien de la familia y suele dar información a quien dirige la constelación
[15] Bert Hellinger, Nacido en Alemania en 1925 es el que creo la técnica de las constelaciones familiares la cual se apoya fuertemente en el método sistémico. Fue misionero Católico hasta los 40 años y luego se casó y comenzó a estudiar diferentes corrientes psicoterapéuticas, como Gestalt; Sisitemica; terapia del grito primal, de las que abrevó para desarrollar su técnica.
[16] Dentro de la Teoría del Caos, Edward Lorenz explica la existencia de sistemas complejos impredecibles en los que existe un atractor, llamado atractor extraño. Es una curva del espacio de las fases que describe la trayectoria de un sistema en movimiento caótico, un sistema completamente impredecible; no permitiendo predecir con certeza la configuración del sistema en un momento dado, para un momento posterior. Sin embargo, el movimiento no es totalmente aleatorio (de acuerdo a gráficos obtenidos por generadores y simuladores) pero sólo puede saberse a través de simulaciones.
[17] Si bien no es la idea debatir aquí sobre el concepto de libertad, cabe que a estas alturas nos preguntemos si podemos hablar de “individualidad” cuando sólo desplegamos nuestra existencia humana como parte de una cultura, y, ser parte de una cultura significa que compartimos un fundamento simbólico y comunicacional que no es de ninguna forma individual sino colectivo, y sobre el cual la influencia que posee lo individual es ínfima. Véanse los desarrollos de David Bohm en su obra Sobre el diálogo; Cap 3: “La naturaleza del pensamiento colectivo”
[18] Macho cabrío que el sumo sacerdote sacrificaba por los pecados de los israelitas. Se usa para designar a la persona que toma sobre sí la responsabilidad o la culpa de otros.

Fuente: gestalt-blog

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