Un día, en un pueblo, penetró en un templo y descubrió a un hombre de edad indeterminada, sentado, impasible, en la posición del loto. El guerrero, interpretando la presencia inmóvil del anciano como un desafío, furioso, desenvainó su sable.
- ¿Cuántas veces he sentido que estaba delante alguien como ese guerrero, y me he defendido de él, porque no he podido quedarme impasible? ¿Y cómo me he sentido después? (me paro un momento y recuerdo)
- ¿Cuántas he sido como el guerrero, necesitando demostrar mi fuerza a alguien para poder sentir que soy poderoso, y para que el mundo lo sepa, -como si al mundo le importara esto-? (me paro y recuerdo)
- ¿Cuántas veces me he quedado como el anciano, dejando que el otro haga lo que quiera hacer, quizás ejercer algún tipo de violencia sobre mí? Sabiendo que mi valor y mi ser no cambian, aunque otro me quiera apartar, ridiculizar, incluso eliminar. Sabiendo en sentido amplio quién soy, qué quiero. (me paro un momento, recuerdo. Si aún no lo pude hacer así, me pregunto: ¿con quienes me atrevería a empezar a practicar esto?)
Fuente: Gestalt y Vida