Sería ridículo tener que reaprender cómo abrir una puerta cada vez que me encuentro con una. El cerebro es una máquina de predicción que generaliza el aprendizaje de unas pocas experiencias y lo convierte en creencias: “una puerta se abre así”…, hasta que nos encontramos con una con picaporte diferente o con las bisagras cambiadas, con lo cual tenemos que readaptar la creencia, generalización, o mirada y reaprender. Eso quiere decir que podemos cambiar de mirada según el contexto y las circunstancias, ¿no? ¿Por qué no flexibilizar y hacerlo? ¿Por qué asumir, por ejemplo, que el hecho de haber «fracasado» UNA vez (o más) en algo (relación de pareja, relación familiar, trabajo, creación de proyectos, cualquier iniciativa) significa que siempre va a ser así y por lo tanto he de evitarlo? Esta mirada sería un ejemplo de cómo nuestra manera de enfocar convierte a la creencia en una fuerza constrictiva, al estar fuera de cuestionamiento y considerársela como verdad absoluta. ¿Podría adoptar una mirada diferente, como por ejemplo, “Esto (en lugar de «fracaso»), es un aprendizaje que me indica que aún necesito (y valga aquí la redundancia) aprender algo más en este contexto”?
Fuente: El coaching transformador