En estos tiempos donde las malas noticias son el plato del día: aumentos, guerras, muertes, falta de oportunidades laborales, desórdenes políticos, justicia burlada, robos, injusticias y más, podemos escoger deprimirnos o tener esperanza y dónde otros ven lo negativo, nosotros ver lo positivo. Hay un dicho que dice «el optimista cree que el mundo está bien, el pesimista tiene miedo de que así sea»; no recuerdo si es así o quién lo dijo, pero es elementalmente cierto. Por cada noticia mala hay cuatro buenas, por cada persona haciendo lo malo hay seis haciendo lo correcto, por cada lágrima derramada hay decenas de sonrisas.
Hay algunas cosas en la vida que no podemos cambiar, los tiempos en que vivimos, el lugar donde nacimos, entre otras, pero sí podemos elegir cómo sentirnos ante ellas, cómo reaccionar. Ante un evento cualquiera (el bus se varó, llegamos tarde y el jefe nos recordó que tiene muchos esperando el puesto afuera), podemos elegir entre enojarnos, discutir, ignorar, aprender, reír y demás. Nuestras decisiones nos definen. Cada una que tomemos a lo largo de nuestra vida dicen quiénes somos. Cada día decidimos a vivir cómo vivimos. Pero pueden preguntarse por aquellas cosas que no podemos cambiar, solamente aceptar. Una de las cosas maravillosas que tenemos es la capacidad de elegir. Podemos construirnos ahora, siempre. No esperemos a un mañana, porque llegará un día en que la vida se nos fue de las manos y sólo pensamos en hacer y nunca hicimos. Puedes vivir sabiendo que a cómo vives hoy vivirás el resto de tu vida? Para muchos ese pensamiento les aterra. El optimismo es necesario y la esperanza es vital para una vida sana y feliz, sin ellos es difícil entender cómo vivir en esta vida plenamente.