En estos momentos, existe la necesidad de contar en las organizaciones con directivos y mandos intermedios capaces de atender la dimensión emocional en la relación con sus trabajadores.
No importa cuanto cambien las formas de trabajar con el tiempo, porque algo que no varía en las empresas es que están formadas por personas. Por eso, la forma de dirigirlas y de orientarlas hacia los objetivos de la empresa se convierte en algo fundamental. Lo que ha llevado a considerar la capacidad de liderazgo una característica especialmente valorada.
Un líder debe comprender la dimensión emocional de las relaciones humanas desarrollando capacidades como la empatía, la asertividad o el autodominio.
La empatía, o habilidad por ponerse en el lugar de los demás, es precisamente para muchos psicólogos como el mejor índice para medir la inteligencia emocional de las personas. Aun así, parece que todavía son pocos los ejecutivos conscientes del coste que tiene para su organización la falta de personas con esta habilidad.
La asertividad como tal no es más que la presentación de manera respetuosa y justa de nuestros derechos, sentimientos e ideas ante los demás, dejando clara nuestra posición de manera concisa y no olvidando el papel que nos corresponde dentro del esquema laboral. En este aspecto, nadie cuestionaría que, por ejemplo, un directivo debe ser capaz de dar a conocer sus ideas a su equipo para poder llevarlas a buen puerto. Sin embargo, no es tan habitual encontrar personas que sepan comunicarse como podría parecer.
Muchos ejecutivos se preguntan por qué deben tener en cuenta el aspecto emocional de sus trabajadores. La respuesta es simple: las investigaciones realizadas hasta el momento aseguran que el estado de ánimo de un líder impacta el estado de ánimo de las personas en general. Lo que, por lo tanto, repercutirá asimismo en el trabajo y en la productividad de la empresa.
Tradicionalmente, se ha valorado que el jefe sea inspirador, proactivo, competente y capaz para asegurar resultados, pero no se ha tenido en cuenta la manera de tratar a las personas con las que trabajaba. El mal carácter, las órdenes «por que lo digo yo», o la falta de consideración hacia los demás son aspectos que repercuten negativamente a la hora de desempeñar una función.
Obviar que los humanos somos seres complejos, formados por ideas, creencias y sentimientos, es dejar de lado lo que nos hace precisamente como somos. La parte afectiva juega un papel decisivo en nuestras actitudes tanto en el trabajo como fuera de él. Sólo teniendo en cuenta estos aspectos, un líder puede sacar lo mejor de cada uno de sus trabajadores y aumentar su satisfacción laboral, lo que necesariamente repercutirá en unos mejores resultados.
“Para saber hablar es preciso saber escuchar.”
Fuente: La Estrategia Para Triunfar