Más allá de la sinceridad en la pareja: la congruencia

Una mañana entré en una papelería a hacer unas fotocopias. Un hombre muy amable me atendió, diría que tenía unos 70 años. Hubo un momento en el que me dijo: espere un momento jovencita. Entenderás que me sonreí. Por un lado estaba encantada que a mis casi 42 años me dijese esa frase, aunque cuando lo pensé un poco mejor me pareció de lo más lógica partiendo de su edad y su visión del mundo. ¿Qué dirías si te cruzases con alguien con 30 años menos que tú?

Igual que en esta anécdota sucede en el resto de circunstancias de nuestra vida. La forma de utilizar el lenguaje verbal es bien diversa en función de la persona y el contexto, como mínimo. El “mapa no es el territorio” como bien promulga la PNL (Programación Neuro Lingüística). Los hechos son unos y la interpretación que cada cual le da puede llegar a ser francamente diferente. Aunque existe un significado para cada palabra definida por los académicos, la convivencia del día a día lleva a encontrar en éstas un sinfín de matices, influyendo en qué decimos o qué entendemos cuando interactuamos los seres humanos.

9c7afc84270417818f623cf37f3d7e27Si es importante entenderse con cualquier persona, en la pareja resulta imprescindible distinguir dónde está posicionado cada uno de los integrantes. «Sinceridad» es una de esas palabras que pueden generar diferencias en ese contexto. ¿Cuántas veces has pedido sinceridad a tu pareja? ¿Cuántas veces dices que hablas con sinceridad? Y la pregunta clave, ¿cuántas de esas veces realmente hay coherencia en la respuesta?


Esta es la definición que la RAE da a esta palabra:

sinceridad.
(Del lat. sincerĭtas, -ātis).
1. f. Sencillez, veracidad, modo de expresarse libre de fingimiento.

Ahora nos encontramos con el binomio perfecto para producirse un desencuentro, sinceridad y verdad, ¿la verdad de quién y para quién? La verdad absoluta no existe, pues cada persona, en función de su mapa personal, interpreta los sucesos y desde ahí dice su verdad, la verdad en su corazón, pues está libre de fingimiento como dice el diccionario. Sí, existe aquel refrán que repetía mi madre: “Se pilla antes a un mentiroso que a un cojo”. Es cierto, la mentira existe. Ahora bien, escribo aquí pensando en aquellos que viven situaciones sintiéndolas como verdad. En mi relato anterior perfectamente podría haber entrado un chico de 15 años, por ejemplo, y haberme llamado fácilmente “señora mayor”. ¿Quién de ambos mentiría entonces? Ninguno, obviamente.

En las parejas, ¿cuántos conflictos empiezan por una falta de sinceridad interpretada? Si uno de los dos entiende sinceridad por decir la verdad en las palabras utilizadas; mientras que el otro define la sinceridad como compartir cada una de las vivencias y emociones generadas a partir de un suceso, entonces se producirá un desnivel entre ambos. En ese caso es probable que quien esperaba más información y reciba unas pocas palabras pueda sentirse engañado/a. Quizá para otro, pocas palabras y claras significan ser sincero y preciso. ¡Quién sabe! La única certeza es que existe diferencia entre la información emitida y la esperada. Ello provoca una interpretación personal y a partir de ahí, entrar en un conflicto es fácil si falta la conciencia de estas diferencias. Por ello se hace necesario salirse de las interpretaciones personales y centrarse en los hechos, emociones y vivencias que se producen.

La cuestión principal, por tanto, es determinar cuánto se aproximan las palabras a los hechos, fuera de interpretaciones, es decir si se hace lo que se dice: la congruencia. Esta es otra palabra con sus propias definiciones. Aunque yo hago referencia a ella apelando a la relación entre decir y hacer, es más, dando un paso atrás: pensar, decir y hacer en consonancia (decir lo que pienso y hacer lo que digo).

Ahora une sinceridad y congruencia, esta si es una buena combinación para el auto-análisis y para entender qué sucede en ocasiones en los desencuentros de las relaciones de pareja.

Durante una conversación con una persona me he encontrado muchas de esas incongruencias, de hecho en el coaching es imprescindible detectarlas y reflejarlas al cliente para que tome conciencia de ello. De esta forma, al observarlo, puede empezar a indagar qué hay detrás de ellas y así poder cambiar. Las palabras pueden mentir, las emociones y el cuerpo no. Cuando la consonancia se pierde es muestra de la inconsciencia de algún aspecto personal o de la situación generada. Por ello es importante irse a los hechos, a lo fenomenológico, a lo tangible y desde ahí revisar qué emociones se generan, qué palabras y qué acciones.

En muchas de las ocasiones, la persona no es consciente de su desnivel entre decir y hacer. Por lo tanto, tampoco es consciente de las situaciones generadas por dicha actitud. Esto hace que sea tan importante de detectar, para ir un paso más allá. Encontrar la causa de dicha incongruencia, ahí es dónde estará la respuesta, el hilo conductor para el cambio.

Entonces, ¿qué sucede con las relaciones de pareja? ¿cómo podemos hablar desde la serenidad y la armonía? Básicamente, cumpliendo con estas 7 claves:

– Salirse de la mente y hablar desde el corazón y las emociones.


– Distinguir qué es interpretación y qué son los hechos.

– Buscar puntos comunes entre vuestras visiones del mundo.

– Utilizar la intuición, comunícate desde lo que tu corazón sabe del otro.

– Abrirse a decir y escuchar las necesidades que cada uno tiene.

– Confirmar entre ambos qué dices y qué te entiende.

– Reconocer las posible incongruencias y buscar qué se esconde tras ellas.

Aún cuando, por inercia o falta de experiencia, interpretas, hazle saber a tu compañero/a cuál es tu versión para que podáis entrar en sintonía. Cuando la conexión se hace desde lo más profundo del ser la comunicación se hace más fluida, dando paso a una nueva dimensión. Es entonces cuando lo oculto, si existe, aparece y es cuando empieza el camino de la verdadera unión.
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Susana García Gutiérrez – Coach Profesional
1ª Coach de Familias Monoparentales
http://www.coachingatualcance.com/

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