Me preguntaba esta mañana de donde procede ese afán de la mujer de querer ser adivinada en sus deseos, fantasías, anhelos y planes más íntimos. También les pasa a algunos hombres, no digo que no, pero en ese arte de pretensión de lectura del pensamiento, ella es la diosa indiscutible.
Si su partenaire no adivina que hoy ella necesitaba imperiosamente ser acariciada desde los hombros a la parte más declive de la espalda, o si se le ocurre no averiguar que hoy lo que desea es que la lleven a pasear su feminidad por los bares de la ciudad, pobre de él.
Ella piensa que él debe saberlo, que debe conocer sus pensamientos guardados más celosamente, que debe saber lo que su reina, diosa, ama, desea en cada momento del día, y todo esto sin mediar una sola palabra, porque ¿qué más da que el lenguaje sea nuestro fundamento y el motivo de nuestra existencia como humanos?Si yo inclino la cabeza delicadamente a la izquierda y sonrío vagamente, él tendría que saber que yo deseo hacer el amor ¿es que tengo que pedírselo? Si tengo que hablar, si he de generar con palabras mi deseo ¿de qué sirve? Ha de “salir de él” repite la diosa incesantemente.
¿O acaso mi madre no sabía con el inicio de mi inocente, infantil balbuceo que yo tenía hambre, o frío, o…? ¿Porqué si mamá podía, él no puede?
Drama femenino en el que ella queda muda a la espera silenciosa de que él la adivine, la averigüe, la escrute, la encuentre, y como eso no es posible si no hay palabras, y como él es un humano vulgar que necesita del lenguaje, como ya no es un Dios cuyo poder de desciframiento de los deseos de ella atraviesa toda barrera humana, el desamor va creciendo en su corazón inexorablemente: no me hace caso, nunca se hace lo que yo quiero, no me ama, me odia. Y así ella comienza a tratarlo como si esa fantasía fuera la única verdad: pues si él me odia, yo le odio también. Él, perplejo, asiste al espectáculo de su caída sin comprender. Mujeres ¡hablen! ¡digan! Somos deseantes por hablantes. Basta de mudez. Basta de estar con mamá cuando es un hombre el que está frente a mí.
Cuadro: Delvaux. Venus pompeyana
Fuente: TERAPIA DE PAREJA Y FAMILIA