«No sé». Guillermo Borja

Desde la era del fuego en el inicio de la humanidad,
sòlo hubo una preocupaciòn en la raza humana:
Darse cuenta.


En la transición de su existencia, cada uno de nosotros
es Gilgamesh-Enkidu,
necesarias ambas fuerzas para el proceso de transformaciòn.
El malestar nace de la confusiòn, la confusiòn del engaño,
el engaño del resentimiento, el resentimiento del desamor.
Lejos de aceptar que la soledad es un remanso para un alma cautiva,
olvidamos que la no identificaciòn es la liberaciòn de nuestro ser;
negando nuestra necesidad original nos fijamos en la carencia,
asì perpetuamos nuestra dependencia en la distracciòn cotidiana;
olvidamos el principio de la eternidad:
Vivir el presente.
Obsesionados en hacer nuestra inseguridad
nos condenamos a la esperanza;
la fantasìa nos evidencia ante nuestra mediocridad.
Nadie es de nadie, nada es de nadie, ni uno mismo.
Vivir no requiere de justificaciòn;
al Ser distante de juicios y prejuicios, se transforma en la verdad.
A través de la transparencia focalizamos la autenticidad.
Hay que morir con los cinco sentidos alertas,
con una mente sin juicios y una càlida emociòn
donde la acciòn es una cadencia que invita a la contemplaciòn,
donde nos reconozcamos intensamente pequeños.
La realeza no da cabida a la comparaciòn, el vacìo nutre el yo
acompañàndolo por los caminos del proceso.
La dificultad no està en despertar, sino en mantenerse alerta.
Cada caida es un recuerdo de la distracciòn,
cada error un olvido de sì mismo.
La tolerancia, el ùnico bàlsamo para la caida.
Sòlo somos testigos, vigìas de un ocèano que se perpetùa en su oleaje,
La seguridad es tan sòlo navegar olvidando el arribo a un puerto seguro,
asumiendo lo impredecible de la vida.

El marinero se fortalece en mantener su nave a salvo
muy lejano de pretender llegar a aguas calmas
se fortalece en el centro del huracàn,
el naufragar nos acerca a la esencia.
Todo està en su lugar,
cada uno tiene lo que le corresponde,
a nadie le falta nada.
El misterio de la vida
es dejar un punto aberrante
que siempre nos ha desorientado.
El ocaso de un sol invitarà la plenitud de una noche
para que a su vez el cìrculo se complete con el amanecer.
Todo es circular, donde se comienza se termina,
donde se termina se continùa.
La rueda de la fortuna es la vida,
la intensidad demerita lo sutil,
la ternura reposa en la quietud;
sòlo en el silencio nos manifestamos
y permitimos la presencia de los demàs
La comunicaciòn es la permisibilidad
de dos monòlogos sin interrupciòn
No hay que asirnos a nada porque todo es nuestro;
la metamorfosis se logra sin minimizar ningùn estado anterior;
cada parte es necesaria para completar el todo;
la incongruencia y lo injusto amamantan la aceptaciòn.
Cada uno de nosotros es una epopeya,
el guerrero se inviste manifestando su desnudez,
Es hora de partir a la guerra santa.
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