Foto y textos: Pilar Alberdi
¿Qué sitio ocupas en la familia? Por ejemplo, eres hija o hijo pero te encuentras ocupando el lugar del padre o de la madre. Si es así no estás en el lugar correcto.
En parejas en las que los padres están separados y las madres se quedan con los hijos, muchas veces sucede que toman a uno de los hijos o hijas como apoyo. Para estos hijos esa posición, que generalmente asumen en favor de la familia, no es fácil. Se les entrega una responsabilidad que no les pertenece y crea a la larga roces con los demás hermanos.
A veces, no es un único descendiente quien hace este papel o toma este peso sobre sus hombros, sino que varios van tomándolo a medida que pasan los años.
No es raro que estos hijos e hijas se queden solteros o que si forman pareja la familia de origen siga ocupando un lugar importantísimo en sus vidas, en las que no faltan las constantes llamadas teléfonicas de una madre poniendo al tanto de lo que sucede. Pero ese tipo de conversaciones deberían ser las propias de una madre y un padre que velan por el buen camino que han de seguir sus hijos, por orientarlos. Todos los padres tienen este tipo de charlas, estas preocupaciones. Por eso, el lugar de una madre o de un padre no es el lugar que un hijo debería ocupar, al contrario, debería tener libre el camino de su vida para mirar hacia adelante.
Muchas veces cuando los padres están separados o divorciados, los hijos, además de convertirse en apoyo en un momento dado de uno de los padres o de los dos, se convierten en “padres de sus propios padres”. De repente la hija o hijo descubre que sus padres no son lo suficientemente responsables o maduros, o que están estancados en sentimientos de odio, en reproches y repartos de culpas que no benefician a nadie. En estos casos, los hijos se ven en la obligación moral de mirar por sus progenitores, por los dos, si los dos están presentes, o por el que está presente y el que está ausente, o acaso sólo lo hagan por uno de ellos por estar influenciados por las opiniones del otro. (Además se suman a estos problemas las nuevas parejas de los padres, nuevos hijos o hijos de las nuevas parejas). Un hijo en el fondo de su corazón nunca aceptará que se niegue a uno de sus padres, sea el que sea, nunca podrá aceptar que porta algo malo en sí mismo por ser descendiente de aquél. Algo tan sencillo parece que es difícil de comprender.
No es extraño escuchar de una madre o de un padre decir de uno de sus hijos con reproche: «Igualito que su madre» o «Igualito que su padre». Aunque las parejas que se forman no son de la misma sangre, el hijo sí, y hay que entender los profundos sentimientos y lazos que esto conlleva. Quizá, antes de que los padres digan frases como las anteriores deberían reflexionar sobre la razón que les indujo a elegir una pareja como la que ahora desprecian, porque es muy posible que la siguiente que elijan sea similar.
Es a los hijos a quienes corresponde decidir cuál es la distancia correcta a la que se deben poner en situaciones como las que acabo de señalar para seguir siendo sólo hijos, pero antes deberán darse cuenta de la situación en que se encuentran.
Si en la anterior entrada dejaba la pregunta: ¿alguien está viviendo tu vida? Hoy dejo la pregunta: ¿qué lugar has ocupado o ocupas en tu familia? ¿Estás en el lugar que te corresponde?
Fuente: PSICOLOGÍA.