Hace relativamente poco tiempo, muy poco tiempo, por no decir que fue ayer, o mejor aĂşn hoy mismo, habitaban en una gran ciudad muy parecida a esta como en la que vives ahora mismo o has vivido durante un tiempo, pues como decĂa, vivĂan algunos animales que habĂan abandonado la sabana africana y otros lugares al carecer de medios para subsistir allá y se habĂan venido a continuar su trayectoria vital a mi ciudad dado que en principio parecĂa que ofrecĂa muchas mayores oportunidades.
Solemos pensar que los que han de adaptarse son los que llegan, como bien dĂce el dicho, «Donde fueres haz lo que vieres», o «If you go to Rome do as the romans do»; cuando en realidad lo que ha de primar es que «Si yo cambio todo cambia» y si todos cambiamos el futuro será el que todos anhelamos.
Como bien sabeis soy bastante observadora y todos los dĂas cuando viajo en autobus detengo mi lectura un instante para pararme a observar, y os preguntarĂ©is observar quĂ©, pues sencillamente detectar mediante indicios en los comportamientos de otros quĂ© puedo aprender de ellos, y quĂ© han tenido que aprender estos nueve animales, tan diferentes entre ellos, tan diferentes a mĂ, y a la par tan iguales ya que las barreras que han de superar para adaptarse a mi ciudad suelen ser las mismas para casi todos nosotros, en especial para ellos.
Y si es cierto que en ellos percibo un mĂ©rito especial ya que a mĂ me resultarĂa casi imposible adaptarme a la sabana o sus lugares de origen, sinceramente no creo que pudiera adaptarme, en cambio ellos conviven en la gran ciudad, es más incluso en la organizaciones.
Todos quizá tengamos entre nuestros familiares, amigos, colaboradores cercanos algunos de estos animales como parte de nuestra obra de teatro. Y si nos pusiĂ©ramos en su lugar en muchas ocasiones nuestras relaciones serĂan mucho más sencillas y fructĂferas para todos, lo que ocurre en la gran mayorĂa de ocasiones es que cada uno de nosotros sĂłlo piensa en su postura no en la del otro, nos movemos en nuestro cĂrculo, para quĂ© molestarnos y ocuparnos en el espacio del otro.
Y hoy como cada dĂa, y en especial hoy, viernes dĂa 8 de Octubre dĂa de la Convivencia, ni tan siquiera saquĂ© mi libro, ya que me resultaba mucho más interesante dejar la lectura de un afamado escritor y su modo de percibir y sentir el mundo, por el simple hecho de observar a seres que han sabido y saben superar las dificultades que encuentran en su entorno, adaptarse a ellas, y por supuesto convivir en el nuevo habitat.
Pensaba contaros uno de mis cuentos para esta gran ocasiĂłn, y contaros las historias diarias de los nueve animales que ahora conviven en esta ciudad conmigo y con otros tantos commuters, aunque casi mejor lo dejarĂ© para sucesivos cuentos en los que los protagonistas serán ellos, esos personajes de los que tanto aprendo por ser tan diferentes a mĂ, o quizá tan similares, ya que todos tenemos algo de ellos y hoy, sĂłlo os presentarĂ© a aquellos de quienes aprendo y los que más me sorprenden:
Ese oso conciliador que saliĂł de las montañas del norte, algĂşn dĂa os hablare de la avestruz que tiñe de perfecciĂłn todo o que hace o dĂce, una sĂmpática cebra que está siempre a disposiciĂłn de los demás olvidándose en mĂşltiples ocasiones de ella, la hiena que goza de una paciencia infinita y se detiene a esperar para terminar siendo implacable, el buitre ese eterno solitario que en cierto modo todos llevamos dentro, uno de mis favoritos el buho observador que es espectador de todo lo que ocurre no formando parte de la obra, la solidez y lealtad que nos muestra el elefante, la ilusiĂłn que nos provoca ver al entusiasta chimpancĂ© en sus quehaceres y no podĂa faltar el leĂłn que en la gran ciudad ha de encontrar de nuevo cuál es su territorio, marcarlo sin pisar el espacio de otros; todos ellos han de conservar su identidad sin pisar la de otros y de todos ellos aprendo a diario.
Me gustarĂa terminar mi reflexiĂłn sobre la convivencia haciendo hincapiĂ© en nuestro dĂa a dĂa, ya que solemos centrarnos al pensar en convivir en personas y animales de las antĂpodas; cuando en realidad la esencia del convivir se demuestra con todos a diario, y ciertamente a veces solemos tolerar mucho mejor lo lejano que lo cercano porque nos es mucho más fácil reencuadrar a animales de otro ecosistema que a los del nuestro propiamente dicho.
A veces nos es más fácil participar en actividades orientadas a la convivencia de otras culturas cuando no tenemos tiempo para visitar a nuestros seres cercanos, cuando no dedicamos tiempo a nuestros hijos, cuando no saludamos a quien vemos a diario, evidentemente ya serĂa mucho pedir el sonreir ya que alegra el alma de quien lo recibe, asĂ que más nos valdrĂa no sĂłlo tolerar, palabra que no me gusta, sino procurar convivir.
Convivir no sĂłlo con los lejanos o no afines a tĂ, sino tambiĂ©n con los cercanos, ya que cuando yo cambio todo cambia, prueba a partir de hoy con una sencilla sonrisa y descubrirás su efecto milagroso para la convivencia.
Un abrazote. Mari Cruz
Fuente: Cruz Coaching