“Nosotros somos los invitados al jardín: de la vida, del amor, de la felicidad, de la alegría… No permaneceremos en él siempre, ni siempre nos parecerá en flor. Ni siquiera seremos dichosos durante todo el tiempo que lo habitemos.” (A. Gala)
Es difícil encontrar a un ser humano desconocedor de la experiencia del amor. Quisiera diferenciar la importancia de este sentimiento en sus diferentes fases:
Partiendo de diferentes lugares, dos personas se encuentran en el camino y deciden compartir su vida. En esta primera fase de enamoramiento, la aceptación del otro es pura enajenación de uno mismo, no sabe realmente los lugares que va a recorrer a través de esta experiencia maravillosa, misteriosa y alentadora, estrechar lazos, donde subir al cielo y descender al infierno es una misma cosa.
Hay muchas teorías sobre la pareja, unas dicen que es imposible que el enamoramiento se prolongue durante mucho tiempo. Estoy de acuerdo en cuanto al concepto de enamoramiento, no tanto en cuanto al amor-enamoramiento, y creo que este sentimiento puede ir unido toda la vida. La pasión no tiene por qué extinguirse, es el motor de la unión entre dos personas.
¿Imagináis un coche dónde el motor falla? ¿A dónde iría? ¿Cuántas veces tendría que visitar al mecánico?… ¿ Lo sustituimos por otro?
Es complicado hablar de amor, de parejas, de diferentes tipos de relaciones enlazadas todas ellas con la ilusión de compartir la alegría de vivir, los proyectos, las sensaciones. Todas ellas maravillosas e inenarrables, ya que cada ser humano es único. Pero ¿qué ocurre cuándo la monotonía se instala en la casa del amor? ¿Qué pasa cuando percibes que no eres tan importante en la vida de tu compañero o compañera? ¿Cuál es el desencadenante de las discusiones?
Deberíamos comenzar diciendo que antes de ser pareja, deberíamos ser personas y formarnos de manera adecuada para serlo de la manera más equilibrada posible. Parece ser que esta sociedad nos ha llevado a hacerlo todo al revés. Queremos a través de la pareja desarrollarnos como personas, y esto es totalmente imposible. Ninguna pareja puede cubrir aspectos personales tales como la seguridad, la autoestima, el amor, la confianza, el respeto, la fidelidad, la lealtad y, en definitiva, los principios inherentes y aprendidos en nuestra vida. Nadie puede arrebatarnos a nosotros mismos (aunque a veces somos nosotros mismos los que nos arrebatamos nuestra propia esencia de ser)
El hombre espera encontrar un remanso de paz, comprensión, amabilidad en su pareja y ésta, a su vez, espera recibir lo mismo; con lo cual cada uno demanda aquello que solamente tiene que partir de él. Así comienzan los desencuentros, los reproches, las decepciones y el hastío de la pareja.
De repente suenan las doce campanadas y el baile principesco termina con una huida en donde la carroza se convierte en calabaza. El sueño se desvanece, las luces se apagan. El príncipe busca incansablemente a una desconocida…
Cualquier persona razonable huiría de la tristeza, la desolación, la incomprensión, el desamor. Supuestamente “todos somos razonables”…
Esto es lo que pensamos que somos, otra cosa es lo que realmente nace de nuestro interior, de las necesidades, las circunstancias de la vida. Es por esto el dicho popular de “¡que bien se ven los toros desde la barrera!”.
Las contradicciones nos acompañan diariamente, el no saber el camino a tomar es el peor camino a seguir. Tenemos que tomar decisiones aunque por ello perdamos ilusiones, sintamos fracasos, creamos que todos nuestros proyectos se fueron a pique o nos sintamos realmente SOLOS.
Seguir en el fracaso proyectado es continuar en más fracaso. Y esto es lo que habitualmente hacemos; necesitamos grandes dosis de infelicidad para romper con una relación insatisfactoria, y en ocasiones ni siquiera estas dosis son suficientes ya que nuestro modelo de vida, nuestra idea de las cosas no tiene nada que ver con nosotros, con nuestro interior.
Solamente viendo, observando lo que ocurre en ese corazón intransitado por nosotros mismos, podremos tomar decisiones. Criticadas, no aceptadas; controvertidas socialmente, si queremos, pero con grandes beneficios a largo plazo.
Debemos asumir la responsabilidad de los propios actos, única manera de mejorar interiormente porque la culpa externa no lleva a ningún sitio constructivo, sino que aletarga nuestra evolución como personas, impidiendo llegar antes a nosotros, al aprendizaje necesario en la lucha de la vida.
Rompamos razonablemente con la infelicidad, rompamos con el papel que nos tocó desempeñar. Tengamos libertad de acción y sintámonos libres con todo este escaparate lleno de ilusiones, ideas y mentiras.
Difícil el camino de la soledad, ingrato, insoportable. Pero siempre que busquemos una salida hacia nosotros, hacia la paz y la felicidad, aparecerá una sonrisa amable, comprensiva, compasiva….agradecida a nosotros mismos.
Gloria S. Conesa Albaladejo
Fuente: TERAPIA Y FAMILIA