Una misma experiencia puede vivirse desde la soledad y el aislamiento como algo traumático, o desde la relación con los que te rodean, te comprenden y te sostienen como una experiencia difícil pero, aun así, aceptable (necesidad de vinculación como protección ante el trauma).
El término de «DUELO DESAUTORIZADO» se refiere a la dimensión interpersonal o aspecto social y se aplica a aquellos duelos que no pueden ser socialmente reconocidos ni públicamente expresados.
Este concepto señala como a ciertas personas no se les da el derecho a vivir su duelo y no reciben el apoyo de su entorno o las facilidades que habitualmente se dan en otras situaciones de duelo, por ejemplo, limitar o flexibilizar las responsabilidades, posibilidad de bajas laborales, ser reconocidos como dolientes y ser escuchados y apoyados.
Según Kenneth Doka, hay cuatro categorías de duelo desautorizados:
1) cuando la relación no es reconocida: los lazos de vinculación no son valorados socialmente como significativos, por ejemplo la pérdida de un amante, o la ex pareja, o en una relación homosexual, o la muerte de un paciente con el que teníamos una relación especial. Los vínculos de amistad, con compañeros de trabajo, cuidadores, educadores o padres o hermanos adoptivos pueden llegar a ser muy intensos y permanentes; sin embargo, socialmente no se acepta que este duelo pueda requerir atención especial.
2) cuando la pérdida no es reconocida y lo que muere no es socialmente valorado como significativo: por ejemplo la muerte de un animal de compañía, o las muertes sociales que se refieren a personas vivas pero socialmente invisibles, personas en coma o que están viviendo en instituciones sociosanitarias, o la muerte perinatal, es decir, la muerte de un bebé antes, durante o poco después del parto.
(Nota: más arriba también os hablaba de la muerte gestacional: la pérdida de un hijo en cualquier momento de su embarazo de la madre; una madre que ha perdido a su bebé de 4 o 5 meses de gestación, podrá escuchar comentarios muy dañinos para ella, tras la muerte comentarios como «no te preocupes, ya serás mamá en otra ocasión», negándole su ya maternidad, que es la mamá de un hijo que ha fallecido aunque nunca llegara a vivir fuera del útero de su madre, es decir, que tiene un hijo que ha perdido; y esto se agrava si el bebé falleció dentro del primer trimestre de embarazo, en el que la mamá puede llegar incluso a escuchar comentarios que siente como muy insensibles hacia su realidad como madre, y hacia el dolor por su pérdida, tales como: «chica, supéralo ya, si sólo tenía dos meses»).
3) cuando el doliente es excluido: si la persona no está definida socialmente o se la considera incapaz de hacer el duelo, por ejemplo el doliente es una persona con discapacidad mental, una persona mayor o un niño.
4) las circunstancias particulares de la muerte pueden influir en cómo la sociedad limita el apoyo al doliente, es el caso de muertes estigmatizadas como son el suicidio y el homicidio.
El término «TRAUMA ACUMULATIVO» es utilizado (por autores como Masud Khan y Joan Lourie) para describir cómo, en situaciones traumáticas vividas por adultos o niños, el fracaso en promover en promover una relación de apoyo que sostenga la experiencia es en sí mismo otro trauma.
El niño enfrentado a situaciones difíciles en su desarrollo vive un trauma acumulativo cuando las figuras de referencia fracasan en su rol de escudos protectores. Igualmente en la edad adulta, si la necesidad y la esperanza de tener a alguien que nos comprenda y apoye ante una situación traumática se frustran y no hay disponibilidad afectiva del entorno, los efectos del acontecimiento doloroso deben vivirse en soledad. «No es el trauma lo que destruye la psique humana, sino la ausencia de una relación durante el tiempo en que ocurre un acontecimiento traumático o inmediatamente después» (Rchard Eskine,1999).
La experiencia de pérdida de un ser querido es en sí devastadora, pero la desautorización y la falta de comprensión y apoyo vivida durante el tiempo de la muerte y, posteriormente, durante el tiempo de duelo pueden producir a veces un daño igual o mayor que el propio evento trágico. Este daño psicológico es lo que llamamos trauma acumulativo en el duelo.
En definitiva: -los duelos desautorizados son aquellos en los que el doliente no es socialmente reconocido y su dolor no puede ser públicamente expresado.
-la ausencia de contacto de apoyo en el momento del acontecimiento traumático y en el tiempo posterior en, en sí misma, otra pérdida secundaria o trauma acumulativo.
Este es un ejemplo, un testimonio mencionado por Alba Payás en su libro, sobre los aspectos que acabamos de mencionar de Ana (un año después de la muerte de sus dos hermanos):
«Tengo verdaderos problemas con los amigos: he ido apartando a todos los que no me han querida escuchar ni aceptar como estoy ahora. Me dicen: «Bueno, ya, déjalo estar. Siempre estás igual, hablando de lo mismo», y otros: «Estás bien, ¿verdad?. Se te ve bien».Lo estás llevando muy bien».Al principio era una «pobrecita», pero después pasa el tiempo y ya no saben qué hacer contigo. No quieren verte mal; no quieren ver penas. Y te vas retirando y acabas haciéndote una coraza: dando una imagen de estar bien y no hablando del tema. Hace un año y dos meses de la muerte de mis dos hermanos y la gente está cansada de verme llorar. Estoy aprendiendo a estar sola, pero yo necesito hablar de ellos. No necesito grandes frases, sólo que me escuchen y me dejen llorar».
El fallecimiento de un ser querido es casi siempre un acontecimiento dramático: tanto si la persona llevaba enferma un tiempo como si se trata de nuestra anciana abuela, las desaparición de un ser que ha sido significativo en nuestras vidas nos llena de vacío y de dolor. De forma espontánea buscamos el acompañamiento de personas de nuestro entorno que entiendan nuestra tristeza, que sepan escucharnos, con las que podamos compartir esta experiencia, expresar nuestras emociones y hablar de la relación perdida. Personas que, desde el respeto a nuestra experiencia subjetiva, nos ayuden a encontrar alivio y a comprender lo sucedido. Esta necesidad de contacto es una necesidad psicológica y casi fisiológica en el ser humano enfrentado a la muerte. Si el doliente recibe esta ayuda, la recuperación es mejor, pero si no se recibe este apoyo, si el entorno no es capaz de reconocer y validar su sufrimiento, de ayudarlo a expresar sus necesidades, si no recibe el contacto cálido y comprensivo de sus allegados, sus sentimientos de inadecuación pueden acrecentarse. A nivel profundo puede llegar a sentirse culpable de no estar haciéndolo bien; puede sentir vergüenza de sus propios sentimientos y del hecho de necesitar ayuda. Todos estos sentimientos añadidos a los de la pérdida constituyen un trauma acumulativo.
El trauma acumulativo como concepto en el duelo se define como el resultado del fracaso en el papel del entorno social y familiar como escudo protector en el curso del desarrollo del duelo. El doliente expresa aislamiento, sufrimiento y sentimientos de alienación (como en el caso de Ana, expuesto más arriba), causados por la incapacidad del entorno de identificar y responder a su dolor tanto en el momento de la muerte como en el tiempo posterior. Se trata de una nueva pérdida provocada por los fallos continuos en la empatía con que la familia, los amigos y los conocidos responden a la expresiones de dolor, demandas y necesidades emocionales de la persona en duelo, y que se producen en forma de expresiones de invalidación, desautorización, minimizaciones, descalificaciones, rechazo, impaciencia o desinterés.
Ejemplos de estos fracasos en el apoyo del entorno al doliente son estos casos con las frases pronunciadas al doliente, que NO HAY QUE DECIR, si queremos acompañar a la persona en duelo ya que nos importa el daño que podríamos hacerle al pronunciárselas, y si además buscamos ayudarle acompañándole en este proceso de su duelo:
*Relaciones no reconocidas:
-«¿Vas al funeral de un paciente?.Te implicas demasiado».
-«¿Una baja laboral para vivir el duelo de un amigo?».
-«Pero si no estabais casados».
*Pérdida no reconocida, por ejemplo muerte gestacional o perinatal:
-«Bueno, ya tendréis otros hijos».
-«Mejor ahora que más tarde».
*Dolientes excluidos (niños, personas mayores, personas con discapacidad psíquica):
-«Ellos no se enteran».
-«No sienten tanto».
-«Que no vayan al funeral».
-«Mejor contarles una mentira».
*Circunstancias particulares de la muerte (suicidio, sobredosis):
-«Él se lo buscó».
-«Debe de ser un alivio para la familia».
-«¿Y no os distéis cuenta?».
Los conceptos de duelo desautorizado y trauma acumulativo se superponen cuando se refieren a la desautorización ligada a las normas sociales de cada cultura que marcan cómo deberían deberían ser los sentimientos, la expresión y la duración de los mismos en las personas en duelo. Frases como «¿aún estás así?», «piensa en otras cosas, distráete», «llorar no te hace ningún bien» reflejan ese fracaso empático o invalidación con que el entorno a menudo responde ante el sufrimiento de la persona en duelo y cuyo efecto, es un trauma acumulativo (según diferentes autores e investigaciones).
Parece lógico que el trauma acumulativo y los duelos desautorizados sean factores que predicen hasta cierto punto un duelo complicado.
Fuente: CENTRO PSICOLOGÍA GESTALT