El otro día comentaba con una amiga qué bueno sería hacer un proceso de profundización como el coaching, previo a tener una pareja o contraer matrimonio. De hecho recordamos los cursillos prematrimoniales de la iglesia católica que, pese a tener un contenido concreto, me contó estaban enfocados en averiguar ciertas compatibilidades. Después pensé en los test que se realizan en las páginas para buscar pareja, en ellos también tienen la misma idea y se buscan las similitudes.
Entonces, ¿qué puede aportar un proceso de desarrollo personal en el momento de creación de una pareja? Ante todo, aporta saber si hay un objetivo común, si el enfoque y los valores están más cercanos, es decir, conocer el mapa del mundo que cada uno tiene y aprender a integrarlo en la convivencia.
Para ello hay 3 reflexiones a tener en cuenta para ayudarte a definir una relación de pareja:
1. ¿Para qué quiero esta relación de pareja?
Encuentra el norte de la pareja, qué quiere construir cada uno y para qué quiere hacerlo. A veces algo sencillo muestra grandes diferencias entre dos personas. Si quieres que de verdad funcione pon manos a la obra para tomar conciencia de dónde estáis cada uno en este momento y hacia dónde vais, vosotros y la relación.
¿Qué es importante en la relación? ¿Qué os motiva a cada uno para estar ahí? ¿Cuál es el «valor personal» prioritario para ti? ¿Y para la pareja? Si tus valores personales entran en conflicto con la otra persona, ¿cuáles serían los costos para ambos? Observa y evalúa, busca el mapa común entre vuestros enfoques de vida y decide si la relación aportará energía y fuerza, o por el contrario, debilidad y cansancio.
2. ¿Cuál es el contexto de origen de cada uno?
Cada persona pertenece a una familia, una cultura, un entorno con un aprendizaje y visión del mundo diferente. En ocasiones, incluso, contrapuestos. La forma de pensar y actuar está impregnada de esas vivencias. Las verdades que cada uno siente vienen aprendidas, muchas de ellas, desde ese contexto.
Tomando como referencia el punto de vista sistémico, cada uno tiene unos lazos familiares que le mantienen vinculado a sus orígenes, por tanto ¡abre tus ojos a otra forma de mirar! ¿De dónde proviene cada uno? ¿Qué acontecimientos importantes se produjeron en vuestras familias? ¿Cómo influyen estos hechos en vuestra forma de guiaros en el presente?
¿Has tomado conciencia de dónde procede cada uno? ¿Cuáles son los posibles puntos de futuros desencuentros? ¿Dónde será importante poner atención? El sistema familiar determina en mayor o menor medida cómo cada persona afronta su vida. Para poder entender al otro, se hace necesario abrir el foco como si se tratase de un zoom, para ver más allá de lo aparente.
3. ¿Qué me aporta la otra persona? ¿Qué puedo aprender o cómo puedo crecer?
Después de entender hacía dónde va esa pareja, si camináis juntos y vuestra procedencia, podrás saber vuestras coincidencias, los puntos comunes y las posibles áreas de desencuentro.
Desde esta posición ya puedes establecer hacia dónde vas y dónde estás. Ahora queda hacer el camino. Aprovechar este camino para disfrutar y aprender es la clave. Las relaciones, ya sean de pareja o de otro tipo, permiten aprender de nosotros mismos. Aprovecha la oportunidad de crecer como persona, de avanzar un escalón.
A veces, la persona que llega a tu vida estará algún tiempo; otras veces estará mucho más. Sea en uno u otro caso, si te enfocas en observar qué puede ayudarte en hacer tu propio camino y, al mismo tiempo sin perder el norte, el resultado será mucho más satisfactorio.
Una relación puede hacernos disfrutar de la vida o, como decía una compañera, ser la peor pesadilla. En tus manos está hacer de ello un proceso amoroso y útil para ambos, ¡vivela!
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Susana García Gutiérrez – Coach Profesional
1ª Coach de Familias Monoparentales