Tres veces en una semana se me antojan suficientes como para no escribiros sobre ello: en tres sesiones de coaching con tres personas distintas, cuando yo mencioné la palabra "aceptación", ellas me la devolvieron re-verbalizada como "resignación".
Aceptación no es resignación, no me canso de repetirlo. Vamos a ver las sustanciales diferencias entre una y otra.
A la resignación se suele llegar cuando repetidamente percibimos que una situación desagradable nos sobrepasa y no le encontramos salida satisfactoria. Es un estado de ánimo negativo y pasivo que te afecta interiormente, te contrae y te entristece, se erige en determinante de tu menoscabado bienestar. Además, conduce a estados mentales de indefensión ante la falta percibida de opciones ("no puedo hacer nada, sólo soportarlo"), lo que lleva a la desesperanza y, en última instancia, a la inacción.