Cómo fuimos educados

Difícil es la labor de los padres al educar a un hijo que pueda llamarse sano. De muchas maneras los mensajes negativos llegan a los pequeños. De manera directa, indirecta, explícita o implícita, verbal o no verbal, consciente o inconscientemente.
Los autores coinciden en que es difícil para los padres superar la prueba de entregar al mundo un niño en óptimas condiciones. Si se le exige más de la cuenta y no se le permite un espacio de libertad para tomar sus decisiones, malo. Si el espacio es más grande de lo que puede manejar, malo. Si hay muchos límites y frustraciones, error. Si carece de límites y frustraciones, peor. Si se le ofreció un espacio de amor, protección y se cubrieron sus necesidades, pero no se trabajó su voluntad, tenemos una persona débil. Si todo se le demandó como si dependiera de él, aún siendo pequeños, injusticia.
El término medio, el equilibrio, es para virtuosos y los padres al educar a los hijos rara vez han considerado la posibilidad de plantearse cómo mejorar en estos asuntos. La mayoría llegan a esta experiencia de la vida por causas naturales y se manejan por la intuición o la experiencia, casi siempre como dijimos, dañada.
Algunos de los mensajes que son muy propios de nuestra educación y que están en el fondo de nuestras conductas, temores, inseguridades, detenciones del desarrollo; y que en la Gestalt llamamos introyectos son, según Salama:

– En la comparación. Los demás son mejores que nosotros.
– En el miedo. Tienes que cuidarte de todos.
– En las amenazas. Si no haces lo que te digo vas a ver lo que te hago.
– En la rigidez. Así son las reglas de esta casa y no van a cambiar nunca.
– En la culpa. Me haces sufrir. Por tu culpa yo…
– En la angustia. Si te portas mal me voy de la casa. Ahora que venga tu papá ya verás.
– En el futuro. Algún día estaremos bien.
– En el abandono. No existes.
– En el odio y rencor. La familia de tu padre no es buena, siempre me trataron mal y a tí no te querían.
– En el maltrato. Eres un tonto, no sirves para nada. Te quedas sin premio.
– En el pasado. Antes nos iba mejor. En mis tiempos…
– En el castigo. Si sigues haciendo lo que quieres te vuelvo a pegar.
– En la sobreprotección. No quiero que sufras nunca. Hago y haré todo por ti. No te faltará nada.
– En la venganza. Que sufra lo que yo sufrí.
– En la envidia. Seguramente la vecina es prostituta, ¿no viste el vestido que traía?.
– En la queja. Hay hijo, nacimos para sufrir.

Fuente: Gestalt Terapia

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