En las sesiones de Orientación familiar con parejas es muy difícil que uno de los caballos de batalla que contribuyen al fomento de los problemas no sea el de la comunicación, o más bien, la carencia de una comunicación eficaz y eficiente. Pero me he dado cuenta de que a pesar de trabajar sobre esta deficiente comunicación y parecer que las situaciones mejoran cuando se ponen en práctica las pautas para converger en acuerdos y negociaciones, al pasar un tiempo, las recaídas en los problemas se dan con frecuencia.
A esto contribuye el que cuando una pareja acude a terapia a veces es demasiado tarde porque hay un sustrato muy importante de resentimiento y son precisamente esas recaídas las que hacen pensar que la terapia “no funciona”.
A veces nos equivocamos. Todos: pacientes y orientadores nos centramos en problemas que tal vez se solucionaran con una forma distinta de “ataque terapéutico” enfocado a averiguar si realmente la pareja, cada uno de ellos, se han marcado para la solución unos intereses comunes unidos a una actitud parecida en los objetivos, fines y caminos a seguir.
Una actitud que nos lleva a la ira y a la frustración no puede sacarnos del camino disruptivo relacional por mucho que se hable de estabilizar y pautar las normas de una buena comunicación. Es algo tan sencillo como aquello de que hace más quien quiere que quien puede.
¿Qué nos impide hacer lo que sabemos que hemos de hacer? ¿Por qué nos centramos en el inmovilismo y la queja cuando hemos adquirido los recursos terapéuticos?
Parece que todo sigue igual y así es, pero sólo porque nuestra actitud no ha ido cambiando a lo largo de las sesiones. El objetivo que se debe marcar no es otro que el de tratar de construir nuevas condiciones para “juntar” a la pareja a través de ese cambio de actitud. De nada sirve seguir por el mismo camino sin cambio posible porque cuanto más sepa de mí, de mis carencias, de mis potencialidades, si no las utilizo cuando conviene, más soy consciente de que esto sigue sin funcionar.
Lo más complicado siempre será el cambio personal y dejar de culpar a la otra persona, pero precisamente ese cambio no se da porque nuestra actitud real no es de cambiar, sino de esperar a ver lo que el otro me estimula para que yo inicie mi cambio…Y sé qué tengo que hacer, pero…
Hay una sensación remota, incontrolada, inconsciente, pesada y tan interna que no se logra con frecuencia pasar al consciente para que nos mueva, y nos cohíbe caminar hacia ese cambio personal e intransferible antedicho, porque no hemos tenido claro que realmente cambiar significa alterar los aspectos de nuestro pensamiento y comportamiento que no están trabajando para nosotros o no contribuyen a que nuestra vida sea satisfactoria. Precisamente si la persona se resiste a participar en ese cambio de actitud real de forma activa, esas nuevas situaciones que se desean como beneficiosas, pero que tenemos que crearlas nosotros, se demorarán en surgir y surtir efecto.
La Dra. Alejandra Godoy Haeberle, en un articulo, comenta:
«Se benefician más de una psicoterapia aquellas personas predispuestas a buscar apoyo y a resolver problemas; las que toleran mejor la frustración y la confrontación; aquellas cuyas expectativas son racionales; las que poseen habilidades sociales y una “mentalidad psicológica”, es decir, son introspectivos, reflexivos, capaces de identificar los problemas, de percibir lo nuevo y de comprenderse a si mismo; los que atribuyen el cambio a sus propios recursos y no creen que sus dificultades se deban a factores externos (locus de control interno).
El pronóstico será mejor si el paciente acepta la racionalidad del tratamiento y adhiere al mismo, si su motivación es alta, si realiza acciones tendientes a superar el problema, si se implica emocional y conductualmente, aun durante las crisis terapéuticas; si confía en el terapeuta como persona y como profesional competente y con experiencia; si las expectativas de mejoría son altas, si se siente capaz de cambiar, si no es resistente y si existe apoyo social (si tienen con quien conversar sus problemas).
El pronóstico será peor a mayor severidad de síntomas y conflictos, si hay comorbilidad (coexisten más de un trastorno), si el trastorno tiene más de 2 años de duración; si el paciente rechaza las demandas interpersonales del tratamiento, si presenta dificultades en sus relaciones sociales y/o familiares. Particularmente resistentes al cambio son los trastornos de personalidad, generalmente egosintónicos (“soy así”). En tanto que trastornos como los adictivos, alimenticios, depresivos crónicos y de personalidad, son los más susceptibles de recaídas.”
Al final, lo interesante, lo inteligente es unir en nuestro significado estas dos palabras: ACTITUD+COMUNICACIÓN. Así obtenemos la “actitud de comunicación” y si seguimos metiéndonos en saber para poder desarrollar habilidades conscientes (recursos) ante los problemas, llegamos al contenido adecuado de estas dos palabras unidas: Actitud de buscar, pensar, crear, construir, transmitir, ofrecer soluciones, resultados y alternativas a través de la comunicación (diálogos internos y con los demás.)
Juan José López Nicolás