Creo que con sentarse a escuchar a extraños y solo haciéndoles preguntas, se los puede ayudar muchísimo. Mi experiencia me enseñó que nos abrimos mucho más con extraños que con gente que conocemos. Aunque éstos puedan tener la mejor intención y los querramos muchísimo, a veces podemos tener reparos a realmente abrir nuestro corazón por miedo que nos juzguen, no queremos compartir intimidades o pueden tener intereses involucrados. Preguntas simples como ¿Cuál es tu objetivo? ¿Por qué hacés eso, por qué, por qué, por qué? ¿Qué sentís? ¿Qué crees que siente la otra persona?, contestadas con el corazón, pueden hacer una gran diferencia.
PS. Y si alguno de ustedes se anima, escríbanme!
Fuente: Liderazgo Auténtico