Ayer compartí lo siguiente en facebook:
«A veces se edifican familias como algunas casas, sin tener en cuenta los cimientos.»
También ayer leí un artículo sobre las vivencias de una madre que hoy está luchando por la custodia de su hijo, contando paso a paso los sucesos y circunstancias de la relación entre ambos padres y de éstos con el pequeño.
Me ha recordado a mi, cuando hace años, también contaba mi historia, mis quejas de entonces porque no conseguía que el padre de mi hijo hiciese las cosas que yo consideraba «normales» en un padre, tal y como a mí me habían educado.
Al igual que entonces, ayer me revolví por un segundo en mi asiento. Entonces he vuelto a la primeras frases del artículo y que no cito literalmente por mantener anonimato, ya que ésta es como muchas historias semejantes, tanto de padres como de madres.
Al principio dice cosas como:
Me quedé embarazada y seguimos adelante por el niño.
Me daba cuenta que no era el tipo de padre que yo quería aunque continué adelante.
No estaba acostumbrado/a a responsabilizarse de su propia vida.
Sólo yo me ocupaba de la casa.
Yo trabajaba para mantenernos mientras que él/ella gastaba más de lo que teníamos.
Y podría seguir con muchas otras. ¿Te suena alguna de esas frases? Es muy probable que sí. Incluso, seguro que muchas de esas afirmaciones son ciertas. Aunque la pregunta importante aquí que puedes hacerte para reflexionar es, ¿eran ciertas ya antes de ser pareja? ¿eran ciertas antes de decidir casarme? ¿eran ciertas antes de decidir tener un hijo? ¿me aseguré que teníamos buenos cimientos?
Los valores en una familia son como los cimientos para un edificio. Los cimientos se crean sobre el suelo y éste es estudiado por los arquitectos durante el proyecto. De igual forma, si los arquitectos de las familias, los padres, revisan sus propios sistemas de valores para ver consenso y similitudes a la hora de crear una familia y educar a unos hijos, entonces construirán su vida sobre unas raíces cuidadas y preparadas, enfocadas en un norte común.
Muchas veces, por el contrario, esta toma de conciencia no existe antes de tomar esas decisiones. Y yo entono el «mea culpa», porque yo hice lo mismo. Meterte en la culpabilidad no ayuda, en realidad, hay un ejercicio mucho más simple: darte cuenta que con tu saber y tus habilidades hiciste las cosas lo mejor que pudiste. Y después, tomar conciencia de tu parte activa en las elecciones hechas y las consecuencias generadas.
Aprende a reconocer cuáles son tus valores rectores, descubre si los compartes con la persona elegida y establece con ellos los cimientos para construir tu proyecto familiar.
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Susana García Gutiérrez – Coach Profesional
1ª Coach de Familias Monoparentales
http://www.coachingatualcance.com/