Cierto es que el amor es lo que mueve, o debería mover, el interior personal de las gentes que habitan en este mundo (no olvidemos que estamos en un mundo en el que poderoso caballero don dinero), y también es cierto que la PERSONA ha de estar preparada para enfrentarse a la vida y a todos sus vaivenes, como no es menos cierto que el ser humano y sus sueños hacen del amor un sentimiento que mira hacia la dirección de las estrellas, el cielo y, en definitiva, sólo los deseos de soñar de la forma más bonita posible.
Pero no podemos olvidar las expectativas de cada individuo que forma la pareja. Es difícil que funcione cuando uno mira solamente al cielo, las estrellas, las puestas de sol y se olvida de que hay una tierra con sus realidades, con sus luces y sombras. Es posible que uno de los dos ame como debe amar y el otro sólo quiera sentirse amado y deje en manos del primero todo el motor que mueve la vida de la pareja, del matrimonio.
Lo que unos pueden llamar mercantilismo, otros lo pueden llamar realidad de la vida. Realidad a la que nos obliga la sociedad y sin esa parcela cubierta convenientemente es muy difícil, casi imposible poder hacer realidad los sueños; no nos mintamos a nosotros mismos.
No sólo de pan vive el hombre. No sólo el amor es suficiente para el sostenimiento de una pareja que en su devenir ha de afrontar crisis y buenos momentos. ¿Qué sucede cuando una parte de esa pareja no sabe, no quiere o no puede soportar y hacer frente a las crisis? La pareja sucumbe al caos y se separan, incluso aun sintiendo algo el uno por el otro, por no afrontar las situaciones de la realidad y no crear un espacio objetivo para el diálogo sin que se mantenga cada uno en su posición de terquedad.
¿Quién es el sano: el que rompe la relación por no soportar enfrentarse a las crisis o el que quiere intentar buscar puntos intermedios y hablar para negociar?
Reflexionemos sobre estas preguntas porque cada ser, cada individuo, cada miembro de la pareja, tiene su propio y subjetivo concepto del amor, su propia escala de valores, e incluso, sus propia escala de prioridades, y cuando no coinciden en su mayoría…mala cosa. Lo importante es haberse entregado y tener la conciencia tranquila de haber hecho lo que uno sabía hacer y lo que unos llaman neurosis de amor o amor neurótico, a veces no es más que un intentar salvar algo porque le merece la pena que de una u otra manera, parece que está roto. ¿Roto?
Tal vez en alguna ocasión pueda haber un encuentro objetivo, neutral, reflexivo, desde el mismo amor o afecto, en el que ambas partes puedan encontrarse de forma diferente. Lo cierto es que en este mundo de hoy, que nosotros mismos hemos fabricado, no puede decirse aquello de “contigo pan y cebolla…”
Tampoco pasemos de largo que lo que a algunos profesionales les parece depresión e histeria por carencia de autoestima ante la pérdida de su pareja, a veces puede ser la vivencia de un puro duelo con todas sus fases (rabia, incomprensión, incredulidad, dolor,…)
Como Orientadores y terapeutas familiares, hemos de tener muy claro que no es nada bueno dejarnos llevar por nuestras propias creencias y visiones subjetivas de las cosas o problemas que se nos presenten. No todos sentimos igual y todo puede llegar a ser comprensible, por lo que se hace necesario, y no de forma teórica sino totalmente práctica, emplear la EMPATÍA, arte difícil que nos hará entender al otro y quizás no tomar decisiones tan drásticas. No opines bajo tu criterio y tu vivencia; sal de ti y ponte en su piel para encontrar su dolor y tu percepción de las cosas cambiará. Yo lo he hecho y funciona…¿Y tú?
También es normal que nadie aprenda en cabeza ajena y hemos de asumir que tenemos nuestro corazón particular y nuestras propias perspectivas, que pueden ensombrecer las situaciones introduciendo una visión distinta de un mismo hecho. Aún así creo que todo es cuestión siempre de matices. No el negro y el blanco van a pintar la vida, sino que los matices de grises también llenan las situaciones de la vida que enmarcan nuestros criterios a la hora de «juzgar» una situación. Y aquí llegamos, tal vez a la necesidad positiva de aprender a relativizar; aprender a que no todo es tan malo ni tan bueno, a que los problemas están para algo y que si hemos de saltar al aprendizaje de la vida es mejor hacerlo salvando los problemas que no teniendo ninguno.
Lo que sí es cierto e inamovible es que sin el AMOR no elevamos a sabiduría lo vital; sin amor no se facilita el camino a ser Persona, Pareja o Padres; sin el amor no obtenemos la Acción Máxima para Organizar el Reconocimiento, tanto interno como del exterior. En pocas palabras, el amor es el gran facilitador que ayuda a emprender acciones encaminadas a abordar la solución de cualquier tipo de problema.
Pero se necesita trabajo, energía, voluntad, para que germine y no vale sólo aquello de «contigo pan y cebolla…»
Reflexionad y sacad vuestras propias conclusiones. Es un buen ejercicio.
Juan José López Nicolás
Fuente: TERAPIA Y FAMILIA