Es cierto que a pesar de todos los avatares por los que está pasando la pareja, los hombres y mujeres que la conforman, sigo creyendo en la pareja humana; incluso en su relación, en su conflicto, en el poder de su evolución (que no es otro que el mismo poder de cada individuo), en sus crisis, en su trabajo y por él en su “curación relacional”, para seguir manteniendo esa urdimbre que potencia lo complementario en cada ser.
Creo en la pareja humana, pero ¿cómo comunicaros lo que ya tantas personas han escrito con palabras inventadas y surgidas por la propia necesidad de crear un equilibrio espiritualmente humano?
Leo y releo, busco y rebusco artículos que me abocan a la seguridad de seguir afianzándome los criterios que existen en mí sobre la vida vivida en pareja, porque, ¿sabéis?…yo creo en la pareja humana. Y en mi búsqueda de las expresiones alternativas a vivir en soledad, he encontrado una página (que al final hago referencia) con un artículo que condensa en fondo y forma la expresión real de los argumentos que existen en mí para que categóricamente afirme que yo sí creo en la pareja y hasta en su resurgimiento cual ave fénix.
Os dejo con el resumen de este artículo para que vosotros reflexionéis asimismo sobre este asunto que, hoy por hoy, sigue teniendo adeptos y detractores.
«Vivimos una época de crisis en las relaciones de la pareja humana. Muchos factores complejos determinan esta crisis, pero no importa cómo sean las cosas, creo definitivamente y de todas maneras en la pareja, ella y él, especialmente si van de la mano y por el mismo camino.
Hombre y mujer, constituyendo una pareja bien integrada, asumen una dimensión superior de sí mismos. Conforman una complementación indispensable en lo físico, en lo mental, en lo cultural y en lo social. Constituyen un potencial con sus polaridades, que se ha de traducir en un fluir productivo y fructífero en las más distintas direcciones.
Es de tal significado para hombre y mujer adquirir el privilegio de pareja bien integrada, que de todas maneras valdrá la pena enfrentar los miedos, la envidia, los riesgos y peligros, las frustraciones que habrán de salir al camino en esta aventura. Será necesario trabajar para superar el egoísmo adquirido a cada instante, sin renunciar a sí mismo ni a la propia individualidad, lo que es todo un arte. Habrá que privilegiar el entendimiento y la aceptación por sobre lo contradictorio, por sobre la fácil tendencia a juzgar.
El Amor, que es la base de la unión de la pareja humana, no es sólo la flor delicada que ambos tienen que regar cada día. Este simbolismo parece muy débil. No expresa la energía y la fuerza de ese Amor, que tiene necesariamente que estar provisto de Fe: de él en ella y de ella en él. Ese Amor tendrá que llegar a ser como un abrazo cálido constante que no toca fondo. Ese (fuego) Amor tiene que llegar a ser más bien como el fuego en el hogar al cual ambos agregan la leña del invierno a cada instante.
También pienso que la Fidelidad de la pareja, sin ambigüedades ni transacciones, es el requisito para avanzar hacia la más perfecta integración, por múltiples razones psicosomáticas y otras muy actuales de acuerdo con los tiempos en que nos toca vivir. Sin embargo, no creo en el amor único. Ante su fin, habrá que estar dispuesto a iniciar otro camino.
El camino de la pareja puede ser muy promisorio, pero cortarse bruscamente. Puede hacerse estrecho y difícil, imposible de seguir juntos. Están la muerte, las enfermedades, las incomprensiones, la incomunicación o la comunicación banal, el deterioro del amor a menudo irreversible. El fuego se apaga, es el filo de la navaja en que es bueno decidir por uno mismo, no por voces ajenas, porque nadie dimensiona mejor sus propias circunstancias que uno mismo. Pero las hipótesis negativas del futuro no pueden deteriorar la dicha del presente. Por el contrario, tienen que ser el mejor estímulo para vivirla en plenitud.
Y después… sólo el tiempo dirá si la decisión de seguir juntos, de cortar los lazos de pareja, de constituir otra y con quien, fue un acierto o un error.
Por todo lo anterior, creo en la pareja humana que convive sin mitos, sin lirismos ni dogmas, sin supersticiones, unida por un Amor con Fe y con Lealtad, en la cual el Amor es siempre relevante y nunca pasa a segundo término.”
Juan José López Nicolás
Datos de referencia: Juan Eduardo Núñez Perrow
Fuente: TERAPIA Y FAMILIA