CUANDO EL SEXO ASUSTA

Podemos afirmar que las parejas que acuden a terapia, tienen dificultades con el amor y con el sexo. La genitalidad propiamente dicha, es del orden del encuentro con el cuerpo. Podemos afirmar que el sexo en sí no sirve para nada, es decir, es del orden del goce y el goce no deja huella. Sin embargo, cuando el sexo provoca malestar, angustia, rechazo, sensación de obligación, es porque ya tiene una función que cumplir. El sexo tiene que ver con una entrega donde las posiciones de masculino y femenino juegan un papel fundamental para el hombre y para la mujer. La posición masculina tiene su equiparable a la posición activa, aunque la pasividad require una gran actividad. Lo interesante es que cuando ella tiene un papel muy activo es capaz de provocar en el hombre alguna inhibición. Nuestros estudios en más de quinientas parejas, nos ha mostrado que el goce de la mujer no tiene comparación con el del hombre, también es cierto que es un goce más efímero del cual ella se olvida pronto. Sin embargo, semejante actividad en una mujer, puede llegar a asustar al hombre porque sabe que hay un orden del goce en ella inconmensurable, de dificil captación. La intolerancia al goce de la mujer, puede llevar al hombre a rehuir las relaciones sexuales, de ahí que muchas mujeres no muestran su deseo de una manera abierta porque podrían asustar al hombre. De manera que suelen silenciar sus orgasmos, sus gemidos porque sabe que si se muestra como ella quiere, puede provocar algún tipo de inhibición en él. En la impotencia masculina o en la eyaculación precoz, se puede ver la intolerancia que el hombre tiene al encuentro con el cuerpo de ella. El impotente o el eyaculador precoz, bien pueden ser tímidos machos que se retiran a tiempo porque no toleran el goce de ella, marchándose pronto de la escena para no plantearse la relación que ellos tienen con el goce de la mujer. Pero no sólo el impotente o el eyaculador precoz pueden ser tímidos machos, también puede esconder un sadismo masculino: él la deja a ella sin gozar o cuando está a punto de gozar, él eyacula o tiene una atenuación de la erección, dejándola a ella insatisfecha. Estos, son los refinamientos civilizados del sadismo: en vez de golpearla, la deja insatisfecha. En todas las patologías o dificultades sexuales dentro de la pareja, hay que analizar en profundidad, la relación que tanto ella como él tienen con su propio cuerpo. La mujer que no puede gozar de su vagina, es porque todavía no la ha conquistado. Estudios psicoanalíticos demuestran que la vagina de muchas mujeres pertenecen aún en edad adulta más a la madre que a ella mismas. No es fácil para una mujer conquistar su propio cuerpo para el goce. Sucede cuando ella ha conquistado una libertad moral conr especto a la educación materna. La moral, es inconsciente, de manera que la mujer, puede estar reproduciendo la sexualidad de la madre, sin darse cuenta, de manera que cuando se acuesta con le hombre hay un cuerpo que no siente y es el suyo, porque su cuerpo, sigue siendo de la madre. El psicoanálisis desvela estas tramas inconscientes, dentro de las cuales, están atrapadas las parejas. Un psicoanálisis de pareja debe analizar todos y cada uno de los fantasmas familiares que conviven dentro y fuera de la pareja. Si el sexo es un problema, es porque entre el hombre y la mujer – esto también es válido para las parejas homosexuales- entre ellos hay una moral impeditiva contraria al encuentro de ellos dos.

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