Y en un mundo olvidado, lleno de Nadies y de nadas, las bombas y metrallas arrancan las entrañas de voces y de ruidos que dañan y arañan entre rebuznos de animales putrefactos que no duermen, ni aman, ni rugen, ni matan. Los difuntos aterrados surcan mares y montañas, escapando de ellos mismos, porque el miedo les acecha y el horror les amenaza. Ya no hay niños en las plazas, dibujando truques imberbes, sólo quedan los recuerdos de un pasado ya pasado. Lo que queda en este mundo, este mundo viciado, no son plantas, ni personas, ni animales desquiciados, son los Nadies y los nadas que se van aniquilando. Y así va caminando el mundo en detrimento de recuerdos olvidados en mitad de aquel infierno de farolas apagadas, de fuego sin calor extremo, de aire, que no es nada, de piedras vacías por dentro. Lágrimas he fabricado en mi fábrica de sueños. Los valores vuelan alto sin alcanzar aún un cielo donde reposar enseres que serán recuerdos. Ya no hay nada, no hay palabras, no hay amor sin despedida. Los Nadies y los nadas se matan entre ellos. Se mienten y se engañan, se traicionan a degüello. Los cuchillos y las lanzas son el pan de cada día, cuando hablábamos, ¿te acuerdas?, de lo bien que se vivía… de lo poco que teníamos y lo menos que ambicionábamos, dime Juan, cuando eras alguien, ¿quién te daba a ti la mano?
Somos Nadies ya sin alas, un número desquiciado, que por un pan en la mesa vendió el pan reservado de mañana. Hambre hay de desayuno, hambruna mañana y pasado de los Nadies enloquecidos, que en nada se han convertido, repitiendo palabras que valen el aire que ocupan en la boca…