Una compañera y amiga, Lidia Solano Belmonte, nos ha enviado su aportación a esta página, escribiéndonos un artículo sobre sus observaciones profesionales con los alumnos, haciéndonos reflexionar sobre la importancia vital que tiene la educación dentro de una familia estructurada convenientemente, permeable y esforzada en vivir, de la mejor forma posible, los ciclos evolutivos propios por los que pasa.
«Siempre me han gustado los refranes por ese sabor popular tan fácilmente entendible y esa inmensa sabiduría que los caracteriza. De hecho, si aplicamos dicho refrán a un contexto educativo, podríamos verificar hasta qué punto se ajusta a realidades concretas, y es aquí dónde me remito a mis alumnos de educación secundaria.
De todos es bien sabido el carácter tan peculiar de los adolescentes. Somos conscientes y entendemos que están afrontando muchos cambios de tipo psicológico, biológico etc., pero esto es algo común para todos. Lo que ya no es tan compartido y se convierte en el punto de divergencia, afortunada o desafortunadamente, es el entorno familiar, y aquí ya estamos hablando de palabras mayores.
Dicho entorno es de gran relevancia para el proceso educativo del alumno y es un factor muy a tener en cuenta para comprender ciertos aspectos de su evolución académica. Por ejemplo, suele ocurrir que un alumno que normalmente saca buenas notas, empieza a mostrar un descenso notable de su rendimiento, y eso nos lleva a pensar que quizá pueda haber algún problema de fondo, probablemente de tipo familiar (aunque a veces puede ser de otro tipo). En estos casos, los profesores comenzamos a investigar, a buscar información del tutor, del orientador, de la propia familia, etc. para poder comprender o dar solución al problema y, en la mayoría de ocasiones, suele efectivamente tratarse de una separación de sus progenitores, acompañada de una nueva situación familiar o de algún otro aspecto negativo dentro de ese ámbito.
Por lo general, los alumnos que muestran una evolución académica digna suelen ser aquellos que viven al amparo de un seno familiar estable, cuyos padres muestran un enorme interés, vienen a vernos, se interesan por el progreso de sus hijos, les ayudan en sus tareas, elogian nuestra labor, etc. Y éste es el perfil ideal de padres que a todos nos gustaría tener para todo el alumnado, pero esto no es más que una mera utopía. A menudo, las situaciones laborales de los padres no les permiten acudir al centro educativo, no disponen de tiempo para dedicar a sus hijos en casa, ni para controlar lo que hacen o dejan de hacer durante el horario extraescolar, etc., y esto suele traducirse en malos resultados. Hemos de ser conscientes de que esta situación se deriva en gran medida del nuevo modelo de familia dónde ambos progenitores trabajan, lo que desgraciadamente, hace mucho daño al proceso educativo de sus hijos, pero eso es harina de otro costal…
Resulta especialmente llamativo el caso de alumnos que disfrutan de una excelente salud familiar, cuyos padres no consiguen dar explicación al pésimo rendimiento académico o a la conducta disruptiva de su vástago, lo cual hace tambalear el refrán de marras y nos induce a dudar de si los hijos se miran o no en el espejo de sus padres. Sin embargo, esta circunstancia no responde con frecuencia a un patrón estándar.
Capítulo aparte merecen aquellos alumnos que se caracterizan por tener un rendimiento académico muy bajo permanentemente y nula motivación por sus estudios, todo ello aderezado con conductas agresivas o antisociales. En estos casos, intuimos que detrás se esconde el fantasma de una familia desestructurada y, lamentablemente, nos solemos equivocar más bien poco. Esto se confirma cuando convocamos a los padres y no acuden al centro, no responden a las llamadas y si vienen, lo hacen en multitud de ocasiones con actitudes similares o peores que las de sus hijos, los justifican e incluso a veces nos hacen culpables y responsables de la situación. Y es precisamente en estos casos cuando pensamos que el refrán tiene su razón de ser, que tiene una veracidad que nos gustaría enormemente que no tuviera pero así es…DE TAL PALO, TAL ASTILLA.»
LIDIA SOLANO BELMONTE
Profesora de Secundaria
Fuente: TERAPIA Y FAMILIA