El tema de la Dependencia emocional que tratamos hace unas semanas en Onda Radio, en el 92.4 de la FM, ha suscitado dudas o por lo menos comentarios que me hacen abordar esta cuestión tal vez de una manera más clara y más concisa.
El punto importante y opino que muy positivo, es cuando comenzasteis a cuestionaros no la dependencia emocional, sino desde la perspectiva más positiva, desde la Independencia emocional, qué podía estar pasando y qué eran estos conceptos que entraban de nuevo en vuestras vidas haciendo mover un poco “vuestro árbol”. Ya es bueno partir del concepto contrario.
Esta parte positiva de la independencia emocional os ha trastocado algo vuestras bases culturales y paradigmáticas porque hasta comentáis si es posible que esa independencia por la que abogamos no puede hacernos insensibles a las emociones de los demás y convertir el esfuerzo empático que a veces hacemos, en una situación nada necesaria para convivir.
Nada más lejos de la realidad y cuando salís de vuestra ilustrada vida y os zambullís en lo cotidiano, os embebéis de la realidad amarga y dura que os muestra al otro miembro de la pareja como el desconocido o desconocida que atenta contra vuestra razón de ser y que, por algún extraño hechizo, le seguís hasta rozar la anulación personal.
Independencia no es frialdad emocional porque si así lo fuera contradiría “el propósito que nos moviliza cuando buscamos la proximidad emocional y el contacto social”, como dice mi admirada Graciela Large.
Siguiendo parafraseándola, más bien se trata de empatizar con lo que le pasa al otro y saber qué te pasa y lo que sucede por estar sintiendo de esa manera, o sea, tener una visión micro y macro a la vez. Aunque os parezca difícil, se puede conseguir.
Emocionarnos, sentir, es lo que hace que toda experiencia genere un impacto en nosotros, ahora bien, para que se dé una huella significativa que nos movilice a una intención de nuevas posibilidades, llenando nuestra vida de creatividad, de imaginación, de colores y de aprendizajes, es necesario el soporte que te da una autoestima, un autoconcepto vinculado a valores personales. Entonces es posible la capacidad de confiar en nosotros mismos, en el otro y por supuesto en las relaciones.
No quiero dejar de comentar que hay quien pasa de la dependencia emocional a la rebeldía vital negativista y esta secuencia que parece defensiva, terminará por encerrarnos en una dependencia mayor hacia otras personas que aunque no sean tan aparentemente significativas, el conjunto de ellas, con el poquito de cada una, hace que se lleve la vida, con sucedáneos y pueda llegar a creerse ( a pesar del autosabotaje) que se vive muriendo para morir viviendo, como dijo alguna vez una amiga mía.
No cambiéis la dependencia de la que salís por otras, ya que eso será en vuestras vidas más de lo mismo y es totalmente enemigo del objetivo que en principio estamos trabajando para conseguir: ser inteligentes emocionales.
Juan José López Nicolás
Fuente: TERAPIA Y FAMILIA