Ejemplo real de aplicación del principio 90/10

El principio 90/10 es del autor Stephen Covey y dice que tu vida depende un 10% de lo que te sucede y un 90% depende de la forma cómo reaccionas con lo que te sucede. Es decir, tienes tienes control sobre el 90% de la situación, ya que el otro 10% está formado por aquellas cosas que son incontrolables: una tormenta, un coche averiado, una enfermedad, …

Ayer recordaba este principio con un cliente y cuya metáfora puedes encontrar en este artículo que escribí hace tiempo.

Hoy prefiero compartir contigo una de las ocasiones en las que yo pongo en práctica este principio para cambiar el entorno que me rodeo.

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«Una vez tuve la ocasión de vivir un viaje bastante desordenado, tanto a nivel de horarios, empresa, hotel y transporte. Hubo una noche especialmente difícil, en la que viví unas circunstancias digamos que peculiares, pues el hotel donde pensaba dormir y que la empresa había reservado para mi tenía más bien el aspecto de una pensión y unos farolillos rojos bastantes sospechosos en la puerta. Mis compañeros y yo quedamos estupefactos, aunque a las 10 de la noche y en una ciudad donde nos habían informado que era todo lo que podíamos encontrar en ese momento, decidimos dormir allí aunque con el firme propósito de hacerlo sólo esa noche. Al menos las habitaciones estaban bastante aseadas y la cama limpia, así es que en un esfuerzo de hilaridad contenida, me reí y me fui a dormir. En realidad, me fui a la cama, pues dormí bastante poco, no disponía de baño y sólo tenía un lavabo con un espejo y una atronadora campana que tocó cada hora durante aquella larga noche.

Al día siguiente, al levantarme, miré de frente al espejo y dije a mi propio rostro:

– Susana, tienes dos opciones. O sigues este día totalmente enfadada (y era muchísimo) de forma que será un día poco provechoso y volveré a Madrid sintiendo que he perdido el tiempo. O bien, puedes cambiar el día hasta donde seas capaz.

Elegí la segunda, diré que tomar la decisión puede parecer difícil, aunque el simple hecho de verme con esa cara todo el día me desagradaba tanto que decidí hacer un esfuerzo y cambiarla por completo. Me tomé 2 horas dentro de la habitación antes de salir, cuando lo hice hasta mis compañeros notaron el cambio, y con nuestro apoyo mutuo reforzamos la nueva actitud.

Finalmente aquel día, aún siendo menos prometedor de lo que yo deseaba antes de iniciar el viaje, al menos si se convirtió en manejable, realizamos el trabajo del día y después mejoró la noche siguiente al llegar al nuevo hotel y tomarnos una cerveza fesquita bien merecida.»

¿Y tú has tenido la oportunidad de poner en práctica este cambio de actitud? Comparte conmigo alguna situación similar.

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Susana García Gutiérrez – Coach Profesional

1ª Coach de Familias Monoparentales

http://www.coachingatualcance.com/

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