Por: Pilar Alberdi
Encuentro con la sombra es el título de un interesante libro que leí hace ya unos cuantos años.
Las personas como la luna vista desde la tierra, tenemos nuestro lado oscuro como diría Jung. Incluso estamos sumamente capacitados para ver los defectos ajenos, mientras que esos mismos defectos seríamos incapaces de encontrarlos en nosotros.
Pero no son sólo los individuos los que tienen su lado oscuro, su lado en sombra, también los tienen las familias. ¿Han visto ustedes esas familias que atrapadas en las redes que ellos mismos, o alguien en concreto de la familia ha tejido, y cuya lucha y muerte los demás miramos asombrados?
Y no sólo lo tienen las familias, sino las instituciones, los países… En fin, todo aquello que reúna en su seno individuos y grupos.
Aquel libro, Encuentro con la sombra, hablaba de muchos temas, desde varias perspectivas, pero dentro de una línea que denominaríamos jungueana. Yo traeré ahora uno de las cuestiones que se comentaba en la segunda parte de este libro, y que es lo que habitualmente conocemos como el «chivo expiatorio» o incluso, la «oveja negra», aquel que carga o a quien se hace cargar con los temas emocionales inconscientes de la familia. En terapia se denomina a esta persona como la «portadora del síntoma familiar» o como el «paciente identificado». De hecho,lo habitual es que sea la familia quien lo señale.
Generalmente son las personas sensibles a la «sombra familiar» las que lo portan. No importa que para esto tengan que quedarse delgadas como un hilo, atiborrarse de comida hasta explotar, drogarse hasta lograr no ver la vida, escaparse al bar para emborracharse, convertirse en ludópatas, intentar suicidarse… Es como si asumiesen lo que hay oculto en la familia y también el sentimiento de culpa. Son tan fieles al sistema familiar en el que viven, como se diría en Constelaciones Familiares, que con su problema ayudan a mantener la cohesión del grupo. O si se prefiere decir de otra manera: ayudan a mantener la mentira o la ocultación con respecto a un tema grave que afecta a uno o a más miembros de la familia o a todos ellos.
Desde luego son personas que resultan molestas al sistema familiar, tan molestas como al sistema le es molesta su propia sombra (la verdad que se desea ocultar).
¿Y qué papel hacen los chivos expiatorios? Se pueden hacer muchos. Voy a poner un par de ejemplos. Cuando la madre niega que la hija ha sido abusada por el padre u otro pariente la chica puede acabar como «chivo expiatorio» al que se da el nombre de «puta», «histérica», «rebelde», etc. ¿Qué mejor forma de negar lo evidente? Es probable que se la expulse de la familia o que otros varones de la familia se sumen al abuso.
Cuando a alguien se le exige que sea un triunfador es probable que fracase a cambio de no ser más que sus hermanos.
Cuando una madre superprotectora separada o divorciada de su pareja no deja a su hijo varón que tenga sus propias opiniones y no propicia que se independice, y en todo momento le habla mal del padre ausente, este muchacho puede acabar en el papel de «chivo expiatorio» igual a «drogadicto»…
Y no son todos los casos iguales, por supuesto.
Pero una cosa si hay cierta: no siempre los «chivos expiatorios» se dan cuenta de que han sido sacrificados en el altar familiar o de que están a punto de serlo. Cuando se dan cuenta, ya es difícil salir del problema, pero no imposible. Ciertamente los ejemplos son muchos., los casos distintos.Y es verdad que se puede tratar a una persona desde el tema de la droga, pero nadie ha llegado ahí porque sí, en el tema de la droga hay una renuncia a ser, a opinar, a valerse por sí mismo, y no suele faltar el desprecio inducido a uno de los progenitores o a ambos. Y es verdad que se pueden tratar las consecuencias del «abuso sexual» pero será más difícil hacerlo para la víctima, si no se puede comentar allí, en donde ocurrió. Si lo pensamos bien, en donde falta la verdad surge la ocultación y con ella, casi siempre, el terrible camino del sometimiento, el malestar, la enfermedad, y en muchos casos la muerte.
Fuente: PSICOLOGÍA.