A veces nos decidimos a pasar el tiempo encerrados en nosotros mismos, sin más compañía que el dolor y el desprecio por lo que hoy sentimos que somos. Nos enfadamos con nuestro yo y nos castigamos hasta hacernos sangre en nuestras cicatrices, en esas cicatrices, las mismas que siempre volvemos a abrir, una y otra vez, para hacer esa sangría sanadora que parece repararnos.
El hecho de tocar ese fondo, la realidad de ser consciente de que hemos llegado al estado más infame y miserable de nuestro ser, aunque no te des cuenta ahora, ya es un paso hacia delante,… ya estamos doblando las rodillas,… tal vez ahora no lo veas, pero ya estás cogiendo impulso.
Vive tu emoción como si fuera la primera vez, “disfruta” del dolor, no deja de ser un síntoma de que te ocurre algo que te inquieta y que quieres reparar, sé consciente de lo que siente tu cuerpo, de lo que piensas e interpretas, de la negrura del mañana,… busca dentro de ti ese dolor, ese sufrimiento,… hurga en la herida, cuéntate lo que te tengas que contar, dí lo que tengas que decir a tu Vicky («La Princesa que creía en los cuentos de hadas»), déjala que revolotee a tu alrededor, necesita hablar, necesita explayarse,…
Ese tiempo es tuyo, sólo tuyo y de tu soledad, búscalo y vívelo,… pero cuando empieces a sentir que eso ya te lo has dicho antes, cuando comiences a tener la sensación de que te repites, de que tus reproches son los mismo, de que tus acusaciones no han cambiado y tus culpas ya empiezan a aburrirte por reiteradas,… es el momento de abrir los ojos. Ya has cerrado el círculo y sólo te queda seguir dando vueltas y vueltas… y de ahí nunca vas a salir.
Ya nada más hay por decir, ya está todo purgado y todo dicho y ahora hay que tomar impulso con fuerza e intentar por encima de todo patalear hasta hacer mantequilla de la nata donde te estás ahogando y poder pisar firme para resurgir de nuevo como las ranitas de la historia, porque quieras o no formas parte de este universo.
Formas parte de tu propio mundo y de muchos mundos más, de muchas otras realidades, de la vida de tu familia, de la de tus amigos, de la de la gente que te quiere,… formas parte de nuestro puzzle (Permíteme que me incluya) y sin esa pieza que eres tu, ninguno de nosotros podrá acabar el cuadro,… ni tu tampoco el tuyo.
Coge mi ficha (Date permiso para cogerla, tienes derecho porque te lo has ganado) y dame tu ficha para seguir haciendo el mío,… y disfrutemos de ir distinguiendo juntos esas partes del dibujo que hacemos con cada ficha nueva que ponemos.
… y ¿Cómo?…. Simplemente HAZ, comienza por donde quieras, bien esa tarea sencilla, bien ese recado que no te apetece, esa llamada que te queda pendiente, ese documento que tienes que hacer,… sólo haz, comienza, comienza por comenzar, no busques el resultado, hoy no es día de resultados es día de empezar a andar, empieza cuando decidas hacerlo y vuelve de nuevo a la mesa del puzzle para seguir poniendo fichas,… ¡ojo!, es de los difíciles, es probable que te vaya a costar, pero antes de irte tienes que encajar todas las fichas y ver el dibujo que te ha tocado construir, ¿No tienes curiosidad?.
Sin duda, como pasa con todos los puzzles, es una bonita foto la que te ha tocado construir,… ahora como faltan fichas, no se ve del todo bien y no parece muy especial, incluso puede que te aburra seguir buscando fichas… pero ¿Qué puzzle no acaba con una preciosa imagen cuando ponemos la última pieza?
Yo no voy a poder hacer el mío sin ti,… ¿Qué dices?
Fuente: COACHING PRÁCTICO