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Hace unos días, una compañera de la época colegial, dedicada a terapia en vez de a coaching, me contaba, con el ánimo de que yo buscara aportarle algo, que, de todas las cuitas psicológicas que le traen sus clientes, la que maneja con menos eficacia es el sufrimiento. Le pedí que me narrase un ejemplo y, al ir escuchando sus palabras, comencé a entender qué pasaba. Detecté algunas circunstancias significativas, de las que os quiero resaltar un par.