¡Cuántas veces he puesto a escurrir mi corazón! Muchas veces: roto en ocasiones, abandonado por otros, y algunas hasta por mí misma, decepcionado otras tantas, enjuiciado unas cuantas más, solo, esperando reconocimiento y también aprobación, inseguro ante mis propias decisiones y mis acciones…
¿Has tenido que poner a escurrir tu corazón cada vez que alguna persona no te valora o no te muestra su aprobación?
¿Pones a escurrir tu corazón cuando después de complacer a tu pareja, o intentar adivinarle el pensamiento y darle una sorpresa, ésta ni te mira o rezonga porque no era lo que quería?
¿Exprimes tu corazón cuando tus papás prefieren a tu herman@ y l@ alaban y te dejan en segundo lugar, sintiéndote que no saben siquiera que estás allí?
¿Escurres tu corazón cuando te esfuerzas hasta la médula haciendo una presentación o un trabajo y tu jefe o tu profesor ni se inmuta y mucho menos te felicita?
La aprobación en sí no es mala… Lo que sí resulta un problema es cuando la aprobación de los demás se convierte en una necesidad para ti, para sentirte segur@ o para sentir que te valoran o para sentirte querid@…
Un ejemplo puede ser cuando cambias tu manera de pensar y tus opiniones porque alguien (tus amigos, tus compañeros de trabajo, tus padres, tu pareja) pareciera que desaprueba tu posición… o cuando te sientes deprimido porque una persona importante para ti no está de acuerdo con lo acabas de decir, o cuando buscas la manera más suave de plantear tu opinión o tu sentir para evitar reacciones de desagrado o incluso de conflicto, o cuando te muestras amable en exceso, llegando incluso a la adulación aún cuando estás en desacuerdo con las opiniones de alguien y no quieres «confrontaciones».
Y ahora chequea cuántas veces emites juicios sobre ti mism@ en los que te desvaloras. Por ejemplo: «No eres buen@ en matemáticas», «Eres muy miedoso y no lo vas a poder hacer» «Fulanit@ es mejor que yo»… «Soy lent@ o torpe, o perencejo es más bonit@ o más buenmozo que yo o más sensual que yo»…» La lista es interminable…
Y el hecho es que si no te valoras a ti mism@, será imposible confiar en tus propias opiniones y decisiones y dependerás siempre de lo que digan los demás sobre ti.
Y lo mismo ocurre con la complacencia. Complacer no es malo en sí… El tema es cuando complaces a alguien, para que te quiera o para que se sienta orgulloso de ti (por ejemplo cuando estudias lo que tus padres quieren para complacerlos en lugar de estudiar lo que tú quieres y te gusta)… o cuando complaces a tu pareja para evitar un conflicto y luego te sientes resentid@ porque no te atreviste a decirle que No, o cuando le dices a tu pareja cosas como «te quiero hasta el infinito», o «te quiero más que a mí mismo», o «no puedo vivir sin ti», o cuando le expresas tu inmenso amor y le dices «como tú quieras», «a dónde tú quieras mi amor» y resulta que tu pareja termina molestándose contigo y hasta olvidando que estás allí…
Será imposible que pienses en ti mism@ en primer lugar y te complazcas, si pones en primer lugar a los demás y la opinión que tienes sobre ellos.
Y de nuevo tú «pones a escurrir tu corazón»… Brilla por su ausencia la complacencia a ti mism@, el amor a ti mism@, sin darte cuenta que eres tú quien decide complacer al otro y olvidarte de ti y ponerte en último lugar.
El primer paso para que otro te valore es que tú te valores a ti mism@… y pases de estar en el último escalón, poco a poco, hasta estar
de primero
para ti.
de primero
para ti.
Fuente: Psicoterapia Gestalt en Caracas