En un país en el que se atropellan las justicias, se apalea al desarmado, se silencia al pueblo, se ignoran los derechos, se humillan las virtudes mientras, como imbéciles, se aplauden los defectos, se apoya al corrupto, escupen los decretos que defienden al pobre y amparan al obrero. En un país en el que la voz de uno suena por encima del viento, acuchillando los avances que la historia ha ido imponiendo En un país que se duele, que llora, que grita ignorado, las injusticias que ante sus ojos se están cometiendo a diario… ¿Qué se puede decir de un país abandonado, en el que la mayoría tiene suficientes conocimientos para saber hasta qué punto son graves los crímenes que se están cometiendo? Y aún a sabiendas de que lo visto es solo el comienzo, España, que somos todos, patrón y obrero, derecha e izquierda, Madrid y Barça, capitán y marinero, no quiere ver el desprecio con el que se trata a su gente, a sus ciudadanos, a su pueblo. Hay algo más que un sentimiento de indignación e impotencia, que impera estos momentos, inundando todo de tristeza. La pasión del español está decayendo, aniquilada poco a poco, por la de otros más extremos. España quedó muda un invierno, y ahora añora no haberse quedado ciega y sorda y muerta, para no ver pisoteadas aquellas batallas ganadas que heredaron del sacrificio de padres y abuelos.
No queda mada, más que dormitar durante este mal sueño o huir lejos, como ya antes otros hicieron.