Formacion en Terapia Gestalt: memorias

Uno tiene la obligación moral de hacer las memorias de los talleres. Sin embargo, me cuesta mucho opnerme a ello.

Las memorias son sobre todo testimonio escrito de aquello que pasó. El primer beneficiario es uno, por dos motivos.

Uno, porque así puede volver y volver a lo que ocurrió, con su procesado posterior, a cómo lo vívió uno. Sin wishful thinking, sin idealizaciones: lo que ocurrió tal como uno lo vivió. Eso claramente, si uno ha sido sincero escribiéndolas – es que si no, es mejor no escribirlas, porque crea falsedad, y para eso mejor no crear nada.

Dos, porque en el proceso uno va llenando los huecos que quedan en la vivencia del taller. Se da cuenta de ciertas cosas que no se dió cuenta en el taller. Es una reflexión más reposada. Es más fácil ser observador desde la soledad, recordando y trasladando al presente las emociones, sentimientos e ideas expuestas, pudiendo así reaccionar desde la calma y poder ver su efecto en uno.

Qué buenas son las memorias. Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto ponernos a hacerlas? A mí me cuesta horrores. En realidad, las trabajo, pero no por escrito. Los talleres están presentes normalmente hasta el siguiente taller. De más a menos, eso sí. Es decir, que los proceso – pero no queda testimonio escrito, más allá de este blog (que visto todo junto, debe ocupar más que las memorias de todo el curso – pero es otra cosa, es diferente. Complementario, se solapa de vez en cuando pero es otra cosa.

Ponerse a hacer las memorias requiere un esfuerzo, está claro. Hay que salir del área de confort, y ponerse a revivir algo que uno ha vivido.

Pensándolo bien, muchas veces echamos la vista atrás. Solemos recordar lo bueno… pero hacer las memorias del taller nos hace volver a algo… ¿que es supuestamente malo, entonces, y por eso no queremos volver a él? Nos crea incomodidad, supongo. Porque además, se trata de dar la opinión racional, en palabras de lo que pasó. No se puede uno escudar en la masa, y callarse su opinión. Se pone uno ante el más duro juez: uno mismo.

Es un tema difícil, este. Cada cual ha de resolverlo a su manera. Está claro que yo lo desvío a mi manera: escribiendo las cosas en mi universo: yo pongo las reglas, yo digo cuándo escribo, yo digo quién lo lee, yo digo cómo y por qué. Así ejerzo mi libertad. Sí, hablo de este blog.

Voy a ver Me llamo Earl en la tele. Quería ver Futurama, pero Me llamo Earl es buenísimo también.

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