Hijos vivos y muertos

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Este es uno de los temas que frecuentemente se tratan en nuestros Talleres de Constelaciones Familiares y en mi consulta. Lo dicho por Hellinger, en gran medida debería aplicarse, según mi opinión, a todos nuestros familiares muertos.

Hijos muertos a edad temprana

El destino de un hijo que muere temprano da miedo a los vivos. Quizás también porque perciben que hay otros que buscan seguir a ese hijo. Entonces ese hijo es apartado. Sin embargo, el hijo debe ocupar un lugar en la familia como si todavía estuviera vivo. Eso significa que uno recuerda al hijo, por ejemplo colocando una imagen de él en la familia y de esa manera los vivos integran al hijo muerto a su vida. Muchas personas tienen la idea de que los muertos ya no están. ¿Pero a donde podrían ir? De cierta manera están ausentes. Sin embargo, permanecen presentes. Dentro de la familia deben tener un lugar en el recuerdo y entonces los muertos, que de otra manera dan miedo, actúan amablemente. Promueven la vida y no, como opinan algunos, tratan de quitársela a otros. No obstante, luego de un tiempo el hijo que falleció temprano debe tener permiso para irse. Cuanto más haya sido respetado, tanto más fácil le será alejarse. Silos vivos lo han acogido, luego de un tiempo pueden, incluso deben, permitir que se retire para que lo pasado pueda realmente terminar. Sin ese recuerdo a veces los muertos se adhieren a los vivos y son una carga, como si todavía tuvieran una exigencia con relación a ellos, una exigencia que primero debe ser cumplida antes de poder retirarse.

Vivos y muertos
El poder de hermanos muertos temprano y su importancia para el sistema no puede ser exagerada. Es la fuerza más potente que existe. A menudo está en juego una extraña vanidad por parte de los vivos. Creen que ganaron y no reconocen que los muertos están ahí. Se reconoce que están ahí por el efecto que provocan. De no ser así no podrían tener semejante efecto. A veces tenemos la idea de que los muertos ya no están y que nosotros sí estamos. No, ellos están y nos sostienen. El proceso interno necesario para la solución es abandonar la soberbia por permanecer con vida y solidarizarse con los muertos. Las palabras mágicas son: «Tú estás muerto, yo sigo viviendo un poco más, luego yo también voy». Así termina la soberbia. Así la vida ya no es una arrogancia frente a los muertos, sino que yo vivo en unión y en sintonía con ellos y confiando en ellos. Eso da fuerza para la vida y para la sanación. Algunas personas tratan la vida como si fuera una cosa que algunos tienen y otros no. Pero en las familias rige un orden fundamental muy profundo que dice: Aquel que está tiene derecho a pertenecer. Aquel que está pertenece y tiene el mismo derecho que todos los demás. O bien: aquel que estuvo sigue perteneciendo.
Con frecuencia el miedo a los muertos impide que reconozcamos esto. Pero aquel que los encara a ellos y a ese miedo encara también su propio destino limitado. Aquel que encara esto se da cuenta: los muertos son amables.
La muerte de hijos
Cuando en una familia sucede que varios hijos mueren consecutivamente o que nacen muertos, a menudo se da una separación de los padres. Quizás existan reproches secretos entre los padres de que uno u otro es culpable. En lugar de llevarlo juntos, se separan. Eso es muy grave. La solución sería que los padres se miren a los ojos y se aseguren mutuamente que lo llevarán juntos. Cuando hay permiso para que se de el duelo fluye el amor. Cuando el dolor no puede ser encarado significa una separación no sólo para los padres sino también para los hijos. Muestra algo de la grandeza de la paternidad lo que significa tener hijos y también perder hijos – y seguir juntos a pesar de todo.

Reproche como sustituto del duelo
Cuando ocurre la muerte de un hijo con frecuencia los padres se reprochan que ellos u otros son culpables de la muerte. Eso entonces separa a la pareja. La solución sería que los padres dijeran: lo llevamos juntos. La búsqueda de una culpa y de los motivos surge de la necesidad de huir ante el dolor del duelo. Es el sustituto del duelo. Cuando trabajo con padres en una situación así los conduzco al duelo. Hasta qué punto con eso se anula una separación es otra cuestión. Pero de cualquier modo es un proceso sanador para ambos. Cuando una persona se reprocha algo, o le reprocha algo a otra persona con ello oculta otro sentimiento. Cuando por ejemplo en un accidente un hijo es atropellado por imprudencia, la rabia de la familia se dirige a aquél que lo atropello. Detrás de esos sentimientos actúa la idea de que podría haberse evitado y que podría haber sido diferente o que alguien hubiera tenido el poder de evitarlo. De esa manera yo no necesito encarar la violencia del destino. No es necesario someterme a él. Es adecuado someterse, ya sea si el accidente fue provocado por un culpable, como solemos decir nosotros, o si simplemente ocurrió. Es así, y así es destino. Si uno se somete a eso como destino es posible hacer el duelo. En ese caso el hijo aparece en la mirada gracias al duelo. En el reproche no entra en la mirada. Si está incluido en la mirada el amor puede fluir de una manera muy distinta, y entonces el hijo muerto puede permanecer vivo en la familia de cierta forma. Caso contrario es apartado.
Idealización como sustituto del duelo
PARTICIPANTE FEMENINA
Cuando un hijo murió temprano, a menudo no es apartado sino que pasa a ocupar el centro de la familia de tal manera que ésta quedasujeta a ese hijo y como consecuencia está como paralizada.
HELLINGER
Si la familia queda sujeta al hijo de esa manera, se da también una forma de dejarlo excluido. Cuando en todos lados hay imágenes de los muertos también es una forma de apartarlos. Sucede algo así cuando uno se siente culpable ante ellos. Cuando, por ejemplo, los padres se sienten culpables frente a un hijo fallecido tempranamente a veces se da esa forma de superación mediante idealización. Esa idealización evita el duelo.
Duelo soberbio y duelo humilde
Hay un duelo que es soberbio. El duelo extenso, por ejemplo, es soberbio. Es querer retener. El duelo pleno, por su parte, es muy doloroso pero desprende y permite lo nuevo. Ese duelo es humilde. Una escritora una vez escribió con relación ala muerte de su hija: mi duelo jamás acabará. Eso es soberbio.

Los nombres de los muertos
Si a un hijo se le da el nombre de un hermano fallecido, el hijo fallecido es excluido de la familia. Ya ni tiene su propio nombre. Eso es muy grave.
PARTICIPANTE ¿Si a uno le dan el nombre de un tío fallecido en combate seda un efecto similar? ¿O es simplemente en memoria?
HELLINGER Cuando uno recibe el nombre de un tío caído en combate puede
tener un efecto grave, por ejemplo cuando no se hizo el duelo por ese tío. Si por ejemplo se lo considera un héroe no se hace el duelo por él. Pero si realmente se hizo el duelo es posible darle su nombre a un hijo. En ese caso uno puede confiar el hijo a ese tío para que proteja la vida de su sobrino. ¿Recibiste tu nombre por un tío así?
PARTICIPANTE Sí.
HELLINGER Debes mirar al tío y decirle: «Cuídame y respeta mi vida». Eso
aquí sería la buena dinámica.
Muertos excluidos
PARTICIPANTE Usted hace una diferencia entre dos tipos de muerte, una
natural y una temprana o violenta. ¿Eso tiene un significado? Todos debemos morir de todos modos.
HELLINGER Se trata de ver si los muertos son excluidos. Eso ocurre muy a
menudo. Por ejemplo un hijo muerto a edad temprana frecuentemente ni siquiera es
mencionado en la familia. O alguien cayó en la guerra y no se lo menciona más. En
casos así es importante que vuelva a ser integrado a la familia, ya que si no es respetado,otro miembro de la familia lo representará. Esa es la razón por la que hay que tenerlo en cuenta. Lo grave no es la muerte en sí, sino que alguien sea excluido.
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Bert Hellinger





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