Tras retomar las sesiones de terapia, han surgido nuevos casos en los que se han detectado problemas repetitivos, como siempre, relacionados con centrarse en los problemas y no en las soluciones. Sabemos que estamos mal, pero no damos el primer paso para efectuar ningún cambio…y sufrimos…Y queremos hacerlo….y no podemos…y volvemos a sufrir…hasta que vomitamos nuestras entrañas sacando “el mal” desde nuestro interior, mirándolo de frente para darnos cuenta de qué es lo que tenemos que solucionar.
Eso cuesta mucho trabajo y energía, pero se puede hacer y de hecho se hace con no tanta dificultad como algunos piensan.
Hoy he recibido una actualización de mi admirada Graciela Large y quiero compartirla con vosotros porque es adecuada para hacernos reflexionar qué sucede en nuestro interior durante el proceso de la duda, de la incertidumbre, y, en definitiva, de ese no sé qué que me pasa y no sé que es, por lo que no sé qué hacer ni desde dónde mirarme…es que…Bueno, mejor os dejo con este artículo y espero que os sea de utilidad.
Enfocarnos en el Error es una inercia que pesa en nuestra mente y que nos focaliza en mirar solamente aquello que nos da problemas.
Hacer hincapié precisamente en lo negativo de cualquier circunstancia; en una cualidad que nos falta; o el detenernos en la queja, ya sea solos o en compañía, son maneras habituales de orientar nuestra atención en lo que pareciera que está mal.
Se ha convertido en una formalidad social aceptada por un gran número de personas.
Como si al mirar concentrados en el error éste fuese a perder fuerza. Un singular empeño en aquello que hemos detectado como equivocado, creyendo que quizás así va a desaparecer.
Sobre todo si insistimos un poco más en señalarlo. En sentirnos incómodos o angustiados por ello. Al hacerlo se experimenta una cierta sensación de alivio momentáneo, sobre todo si alguien escucha y reafirma lo que vemos erróneo.
Sin embargo, necesitamos repetir una y otra vez el mismo proceso. Una señal de que el remedio es efímero y de que sus efectos son de corta duración. Se retoma entonces la inercia de insistir en los pormenores de lo que, a nuestro parecer, está francamente mal.
De esta manera la mente se obsesiona con las circunstancias negativas impidiendo considerar si es viable aquello que queremos que sea diferente. A la larga, incidir una y otra vez en el Error nos aleja de una solución, y bloquea la posibilidad de descubrirla; de que encontremos con facilidad una salida por nosotros mismos.
Cuanto más se resalta aquello que creemos que no está bien la persona se encierra en un callejón sin salida, donde las opciones que llevarían a un cambio, no se consideran porque no se puede. Hay una ceguera para ver y escuchar, especialmente cuando son sugeridas por alguna persona, aunque sea un amigo/a.
Para entonces, sólo veo el problema repetido y multiplicado a mí alrededor de la misma forma errónea en la que lo he concebido. Todo me lo recuerda, y me conduce una y otra vez a las mismas afirmaciones. Me voy quedando ciego en opciones y cada vez más rígido en mis planteamientos para encontrar alguna salida.
Una inercia que se apodera de la mente de las personas, especialmente mayores. Parecen perdidas en una cantinela continúa. Se acostumbran a percibir e interpretar lo mismo, para repetir las mismas palabras; hacer las mismas cosas, y quejarse una y otra vez.
¿Cómo detectar que nos movemos en esta inercia?…
Pillar al aguafiestas que tenemos dentro marca la diferencia entre una vida monótona y aburrida, o el recuperar la ilusión por la vida.
Fuente: TERAPIA Y FAMILIA