Hace un par de semanas vi una entrevista en la televisión a Kem Robinson sobre la creatividad, la importancia de la educación para no alienar a los niños y que encuentre un talento o un área en la vida donde poder desarrollar todo su potencial y creatividad. Aunque es algo que lo llevo relacionando conmigo misma y con la Inteligencia Emocional pues lo trabajamos en el Centro Izkali desde hace tiempo, y se lleva diciendo por diversos autores y autoras desde hace siglos, al ver la entrevista sentí el impulso de hacer una pequeña reseña al respecto.
La inteligencia emocional está muy ligada a la creatividad. La cualidad espontánea e impredecible de una emoción nos obliga a aceptarla de una forma plena y fuera de prejuicios si deseamos mantener una buena relación con nuestras emociones. Es la emoción la que nos mueve hacia algo. Si intento controlar mis emociones y el movimiento que estas generan en mí, lo único que consigo es repetir formas de actuar de la misma manera una y otra vez. Siempre igual ante diferentes emociones. A veces funcionará mi acción, otras será totalmente disfuncional. En cualquier caso, yo no tendré libertad de acción. Seré esclava de patrones fijos, algunos aprendidos y heredados, otros creados en momentos de apertura.
Sin embargo, ante esta idea de soltar el control a muchos preocupa la idea de que “no me puedo dejar llevar solo por mi emoción”. Efectivamente, el ser humano es muchísimo más que las emociones que siente. Entonces, ¿qué puedo hacer con una emoción si no es dejarme llevar solo por ella, ni controlarla? Todas las emociones son movimientos internos nuevos. Ninguna situación se repite en nuestra vida, ni somos los mismos de hace un instante. En Gestalt hablamos de ajuste creativo cuando vemos cómo la persona se ajusta ante una situación novedosa. Es entonces cuando las acciones surgidas de las emociones son consecuencias de un proceso creativo elaborado.
Robert y Michêle Root-Berstein identificaron trece herramientas esenciales para entrar en un proceso creativo. Trasladando algunas de estas ideas a la Inteligencia Emocional podemos ver la necesidad de observar nuestras emociones y sus procesos para aprender de ellas, observamos con la paciencia de un meditador para tener un profundo conocimiento del mundo emocional propio y ajeno, descubrir posibilidades insospechadas y recoger ideas, percatarnos de sensaciones, tonos musculares, temperatura, vibraciones corporales, gestos, cambios de tonos de piel, lenguaje … Imaginamos contextos emocionales manipulando los elementos de la situación y observando los cambios, realizando “experimentos emocionales mentales”. Abstraemos de la emoción lo que verdaderamente nos quiere informar, dejando a un lado lo superfluo para revelarnos una esencia a menudo sorprendente. Reconocemos pautas emocionales y formamos pautas diferentes. Entrenamos nuestro cuerpo no solo para registrar lo que nos sucede sino para actuar lo que necesitamos de forma precisa y adecuada. Jugamos con las emociones y con la expresión de las mismas, ampliando nuestras posibilidades, nuestros registros y permitiéndonos realizar diferentes roles y papeles.
Por esto el desarrollo de la creatividad en la Inteligencia Emocional es básico, al igual que otras capacidades. La creatividad nos permite crear nuevas formas que se adaptan al momento y la necesidad del aquí y ahora. Son formas elaboradas que a través de un proceso creativo nos ofrecen la consistencia necesaria para canalizar una emoción, sin fijarla en un patrón estanco, ni caer en una conducta insustancial.
Oihana Ozkariz Collar
Fuente: IZKALI escuela de gestalt