Siempre me han fascinado aquellas figuras, generalmente cinematográficas, que irrumpían en una familia presuntamente estable y que hacían relucir la flaqueza de las estructuras en las que se sustentaban. Generalmente tomaban la forma de galán misterioso, enfant terrible, o bien de hembra seductora, segura de sí misma.
Tirando un poco del hilo, descubro que dentro de mí, como dentro de muchos, hay una parte destructiva, que tiende a desear la destrucción de lo establecido.
Pero hay un trasfondo más allá. Se le viene dando a la destrucción un tinte desolador, terrible, espantoso, amenazador, generador de miedo y ansiedad. Sin embargo, la destrucción es necesaria para que exista la creación. Y crear es una de esas cosas que nos da sentido.
Cada cual lleva el tema de la destrucción a su manera. Yo, creo, destruyo poco, en general. Tengo bastante miedo a destruir demasiado y hacer daño con ello. Generalmente se ve también como un apego: no destruir aquello a lo que le ha llegado la hora – pero uno se resiste a admitirlo, cree ingenuamente que va a cambiar o simplemente por vagancia o miedo, no toma la acción pertinente de destrucción.
¿En qué piensas cuando oyes la palabra destrucción? ¿Se trata de algo abstracto(destrucción de puestos de trabajo – horrible aunque común uso de la palabra destruir) o concreto(demolición de un edificio)?
Sin embargo, casi todos los días tomamos acciones que destruyen, o se encaminan hacia la destrucción de algo.
Puedes buscar tu relación con la destrucción en muchas áreas de tu vida. Probablemente te relaciones de diferentes maneras en diferentes ámbitos, pero es muy fácil que puedas ver un patrón claro en esa relación si mantienes tus ojos abiertos.