A menudo no nos damos cuenta de que la vida es finita y puede terminar en cualquier momento, hasta que nos sucede algo dramático. Vivir no es pasar el rato. Por Alex Rovira Celma. Ilustración: A. Vázquez

«La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir» repetía el eminente psicólogo Carl Gustav Jung a sus pacientes. El tiempo fluye, los días pasan, y cada segundo que vivimos es un momento que ya no volverá. La vida, nuestra vida, avanza implacable. Porque una cosa es estar vivos, y otra, bien distinta, es vivir la vida. Una cosa es ser simples espectadores del tiempo y el espacio que nos acompaña y define el escenario en el que nos movemos, y otra muy diferente es intervenir en el guión para modificar en la medida de nuestras capacidades y responsabilidades dicho escenario.
Mas bien diría que no. Lo habitual es tirar millas y dejar en manos de la inercia y la rutina el devenir. Desafortunadamente, en lugar de considerarse una reflexión necesaria y útil para dotar de dirección y sentido a nuestra vida, el hecho de plantearse construir una hoja de ruta personal parece, hoy por hoy, mas bien un ejercicio de ingenuidad o el resultado de una crisis.
MORRIE SCHWARTZ
Y es que no conviene confundir el diseño de una hoja de ruta personal con una declaración de intenciones o una lista de buenos propósitos. Cada mes de enero o septiembre llega el momento de los buenos propósitos. Entonces es fácil, incluso obvio, detallar una lista de buenas intenciones: adelgazar, hacer deporte, aprender algún idioma, leer más, dejar de fumar… Pero una hoja de ruta es mucho mas porque implica no solo una intención o un deseo, sino el compromiso para que eso se haga realidad en un contexto de planteamiento de vida mucho mas amplio. Precisamente, los buenos propósitos tienden a fracasar y durar por lo general muy poco porque no están ubicados en un contexto mas global que implique un cambio sistemático y significativo del estilo de vida.
Dicho de otro modo, lo que da sentido a nuestra vida, el eje de cualquier hoja de ruta personal, es el amor. Puede ser el amor a alguien o el amor a algo (un proyecto pendiente, un viaje anhelado y aún no realizado, una causa a la que queremos contribuir…). El amor esta en el origen de toda hoja de ruta, pero es mucho mas que el punto de partida: es también la fuerza que nos mueve a avanzar.
Luego, quizás para comenzar a diseñar nuestra hoja de ruta, la cuestión es plantearnos: que es aquello por lo que decidimos seguir viviendo?, que haríamos ahora si supiéramos que nos quedan, por poner una cifra, seis meses de vida?, que es aquello que amamos y por lo cual merece la pena trabajar para dejar un legado que sea útil?
Responder a estas cuestiones puede darnos unas primeras pistas útiles para nuestra brújula interior.
2. Elaboración del listado de objetivos personales. Es importante concretar los retos y especificarlos en forma de objetivos. Nos obliga a activar nuestra imaginación y a visualizar el nuevo escenario. Un ejercicio que es útil para poder empezar a ver y valorar que toda utopía es fácil de pensar, pero harto complicada de realizar.
3. Recursos necesarios para conseguir esos deseos. Todo cambio implica una renuncia. Toda apuesta, una inversión. Cualquier viaje supone el ejercicio continuo de elecciones que implican descartes. Por ello conviene tener claro cual será el precio que a modo de inversiones en, esfuerzo o recursos económicos deberemos asumir, y si estamos dispuestos a ello.
4. Tiempo estimado de realización. Sin una fecha de realización no existe compromiso. Por ello es razonable definir un escenario temporal en el que queramos ver como se concretan los cambios y empezar a movemos cuanto antes.
5. Firma. El último punto es el mas importante de todos. Para que se ejecute, una hoja de ruta personal requiere un firme compromiso. Requiere una firma. Sin ella no hay apuesta, no hay confianza; los puntos escritos anteriormente no los hacemos nuestros, no nos pertenecen si no damos validez al contrato que hemos redactado con nosotros mismos.
Fuente: CURSO PNL