Ha llegado a mis manos un delicioso libro titulado La mujer que buceó dentro del corazón del mundo, escrito por Sabina Berman.
Su protagonista es Karen Nieto, una niña salvaje que gracias al cariño y tesón de su tía Isabelle aprenderá a hablar, leer y escribir. Karen sufre grandes retrasos en algunos aspectos intelectuales y sin embargo, en otros, su sabiduría resulta aplastante. A continuación expongo algunas de las reflexiones que Sabina Berman hace de boca de Karen Nieto, pensamientos que reflejan de una forma ligera, divertida y muy clara aspectos vitales y filosóficos más profundos, en muchos casos muy cercanos a la Gestalt.
LAS PALABRAS
– Ahí están todas las cosas del mundo, dijo (mi tía).
Era el gigantesco diccionario del abuelo, un diccionario de tapas de cuero café pálido y hojas delgadísimas llenas de letras pequeñas, y dónde, desde luego, no había todas las cosas del mundo, nada más sus nombres y muchos dibujos de colores.
Lo apunto porque ésa ha sido la gran diferencia entre Yo y mi tía: ella cree que las palabras son cosas del mundo y en cambio yo sé que son sólo pedazos de sonido y las cosas del mundo existen sin necesitar de las palabras.
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LOS SENTIMIENTOS
Y a mi tía se le inundaron de lágrimas los ojos.
No sientes nada, dijo muy quedo.
Bueno, es una exageración, algo sí siento. 28 años después, ahora que recuerdo y escribo lo dicho por mi tía, ya sé qué responderle. Siento miedo, eso muy seguido. Siento alegría, siempre y cuando algo alegre pase. Y siento dolor, si me pegan o me pego con algo.
Además, cuando llega la noche siento sueño y siento hambre cuando me da hambre.
Pero es verdad, no parezco sentir todas esas cosas, más complicadas y fantasiosas, que los humanos estándar sienten.
Standard: normal, típico.
Humanos estándar: humanos dentro de la norma.
No siento esas mil y una cosas que les suceden en los intermedios entre el dolor, el miedo y la alegría, o entre el hambre y el sueño. Por lo demás, creo que ésa es mi ventaja.
Quiero decir, sé que soy una lenta mental, por lo menos comparada a los humanos estándar. Sé que en las pruebas estándar de IQ alcanzo el sitio intermedio entre los idiotas y los imbéciles, pero mis virtudes son 3 y son grandes.
1.-No sé mentir.
2.-No tengo fantasía. Es decir, que no me duelen las cosas ni me preocupan las cosas que no existen.
3.- Y sé que sé sólo lo que sé, y lo que no sé, que es muchísimo más, estoy segura que no lo sé.
Y eso, como antes decía, a la larga me ha dado una gran ventaja sobre los humanos estándar.
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SOBRE DESCARTES
Por fin leímos a un tal René Descartes del siglo 17 y entonces escribí, con sumo cuidado:
Descartes escribe “Pienso, luego existo”. Eso es, definitiva y evidentemente, estúpido. Cualquiera con 2 ojos en la cara sabe que cualquier cosa primero existe y luego hace otras cosas, como aletear o respirar o difundir su polen o pensar.
(…)
23 años más tarde, entré a una estancia blanca para conocer a un perico no sólo pensante, sino muy hablador, Max.
De plumas de un color gris perla, cara blanca y cola roja, de 30 centímetros de cola a pico, Max estaba parado en un trapecio y me siguió con la mirada mientras me sentaba en una silla. El piso estaba cubierto de las hojas del periódico del día. Saqué de una bolsa de papel blanco 2 donas glaseadas con sabor a chocolate y se las mostré, una en cada mano, y Max, aleteando, bajó a posarse en una dona y comentó con su vocecita rasposa, como de radio mal sintonizada:
-¡Rrrrico!
Luego:
-¡Dooooona rrrrica!
Y luego de darle entre sus patas un picotazo a la dona:
-¡Ketchup!
Porque a Max, dueño de 50 sustantivos, más los nombres de 7 colores y de 11 números, del 1 al 10, más el número más misterioso, el 0, le gusta todo con salsa de tomate dulce.
-Cero ketchup, dije Yo.
Dando un aletazo, Max saltó a mi cabeza. Luego cayó a mi hombro, parado, y desde ahí le dio otro picotazo a su dona, y Yo me acordé de Descartes (…)
Pero aclaro. El perico Max no desdice al filósofo Descartes. Cierto, Max piensa. Si uno lo saca sobre un hombro al jardín y le pregunta señalando al pasto:
-Max, ¿de qué color es el pasto?
Y a continuación le enseña una galleta, Max lo piensa un rato, unos 30 segundos, tal vez se pregunte para qué diablos hay que saber de qué color es el pasto, pero como Max quiere la galleta, contesta:
-¡Verrrrde!
Pero lo que es absolutamente seguro es que Max no piensa:
-Pienso verde, luego existo.
Por lo tanto, tiene razón Descartes en que el único ser que piensa esa locura es el ser humano.
Y ahora sí siento la confianza para explayar qué pienso Yo de eso. Creo que sostener a diario la fantasía de que uno primero piensa y luego existe es lo que hace tan cansado ser un ser humano, o en mi caso pretender serlo.
Creo que es lo que hace a los humanos estar siempre incómodos ahí donde están, y creo que esa incomodidad es lo que los hace estar siempre pensando en otras cosas en lugar de lo que tienen ante los ojos.
Otra cosa: el cuerpo humano siempre está incómodo y soñando por dentro otras cosas que sí lo harían feliz.
Otras cosas que ya existen o que el ser humano siente que debe inventar para estar por fin cómodo. Camas, mesas, sillas, casas. Calles, edificios, ciudades. Trenes, buques, aviones, cohetes que lo lleven a otros planetas. Libros que lo hagan pensar que está en otra parte, bibliotecas, universidades.
Cosas humanas que durante siglos han ido llenando el espacio alrededor del ser humano: que han ido acumulándose para formar un mundo exclusivamente humano que le tapa la vista del mundo no humano.
Un mundo humano tan complicado que un crío de la especie necesita ser amaestrado de 10 a 19 años para poder moverse en él sin tropezar.
Bueno, para cuando ese crío se ha convertido en un adulto bien amaestrado para vivir en el mundo humano, 2 cosas le han pasado:
1.-Ya está apresado en el pensamiento que le dice que primero piensa y luego existe,
y
2.-ya no ve sino lo humano.
Ahora, ¿es superior un humano al perico Max?
Bueno, uno debe preguntarse esto con mucha seriedad. Lo digo porque desde mis años de universidad a cuando esto escribo, he oído este tipo de pregunta muchas veces y siempre despierta muchas risas.
Para responder hay que preguntarse algo más concreto, por ejemplo: ¿puede el perico Max inventar un teléfono?
Por supuesto que no. Incluso usar un teléfono le tomaría 2 años de entrenamiento. Entonces, pues, un humano es superior a Max.
Pero igual hay que preguntarse: ¿es superior ese mundo humano al mundo donde el perico Max vive, el mundo natural?
Para responder, Yo pregunto antes: ¿puede un humano usar un teléfono sin que exista el planeta Tierra?
Me parece que no. Entonces por lo tanto la Tierra es superior al mundo humano.
Y, por último, si la pregunta es quién vive más feliz, el perico Max o un humano, la respuesta es, en definitiva: el perico Max. Y eso sencillamente porque un humano estándar vive separado por su pensamiento de las cosas naturales, incluso de su propio cuerpo, y como nada puede ser feliz si no es en su cuerpo real, el ser humano no es feliz.
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Y SOBRE DARWIN
El profesor de Teoría de la Evolución era un tipo alto y flaco, que usaba vaqueros negros y camisetas negras de manga corta, tenía brazos peludos y la boca ancha y grande y al que los alumnos llamaban el Primate.
La primera clase, el Primate caminó por los pasillos de los pupitres repartiendo un libro delgado mientras decía y repetía:
Vayan y léanlo. Vayan y léanlo. Si tienen dudas, búsquenme en mi cubículo. Vayan y léanlo.
El libro era El origen de las especies, de Charles Darwin y nunca me repuse de leerlo. Es decir, de leerlo y releerlo. Y releerlo.
(…)
Bueno, ahora que lo escribo, décadas más tarde, lo primero que debo decir de Darwin, es que ya entiendo su Origen de las especies, o casi, y por eso estoy convencida de que habría que quemar todos los libros de Descartes dado que Darwin anula a Descartes por completo.
Trataré de explicarme.
No sé cómo explicarme.
Se me hace un revoltijo el lenguaje cuando toco este tema, mi tema preferido: la diferencia entre Descartes y Darwin.
Voy a salir a dar un paseo para aflojar el cuerpo y mientras camino, tomar el ritmo para escribir la diferencia entre Darwin y el maldito loco de Descartes.
Bueno, el maldito loco de Descartes tenía una capa negra que le llegaba a los tobillos. Cuando decidía pensar, se envolvía en la capa, para que el mundo no distrajera su pensamiento. Decía:
-Voy a pensar, luego vuelvo al mundo.
Lo que explica su estúpida frase:
-Pienso, luego existo.
Y también explica por qué sus pensamientos, pensados bajo su capa negra, son pensamientos oscuros.
En cambio a Darwin le gustaba caminar al aire libre. Era un caminador de kilómetros. En su juventud caminó con sus botas de explorador y bajo el sol a lo largo y ancho de las islas Galápagos, en el sur del océano Pacífico, y en sus caminatas se detuvo a dibujar en su cuaderno cuanto animal encontró.
Y por eso lo que Darwin piensa de la vida está lleno de sol y movimiento y de todo tipo de animales.
El desquiciado de Descartes dijo bajo su capa negra:
– Hay una raya entre el ser humano y los animales.
Abrió su capa y dijo:
– Ningún humano podrá jamás cruzar esa raya.
En cambio, Darwin nunca vio tal raya. Al contrario, lo que vio por todos lados fueron semejanzas, las semejanzas que existen entre los seres vivos.
Vio que los distintos tordos de las distintas islas Galápagos se parecían tanto entre sí que a pesar de ser de distintas especies podrían haber sido hace siglos una única especie que había ido caminando al estar en lugares con distintas floras y faunas.
Vio también que algunos de los pájaros se parecían tanto a los reptiles que tal vez habían sido reptiles cuyas escamas a lo largo del tiempo se habían convertido en plumas y en algún momento de alegría habían levantado el vuelo por el aire.
Vio que lo mismo podría haberles sucedido a otros reptiles pero de otra forma: que se hubieran convertido a través de millones de años en animales peludos de sangre tibia, es decir, en mamíferos.
Vio que los mamíferos cuadrúpedos tal ven en algún momento remoto se hubieran puesto a 2 patas y se hubieran vuelto primates bípedos.
Y entonces, muchos años después, cuando ya sus botas de explorador llevaban 30 años guardadas en una caja dentro de un clóset de su casa de Inglaterra, vio algo que lo dejó muy quieto: vio que igual era probable que entre los bípedos primates los chimpancés hubieran ido cambiando hasta ser él mismo, un señor científico, un primate pensativo fumando una pipa bajo el sol de un jardín inglés.
Un primate pensativo y parlante, que dijo:
– Lo que no es raro. Es decir, no es raro que Yo descienda de un mono superior. Y es que todas las especies vivimos el mismo planeta Tierra, interactuando y cambiando entre sí.
Lo que es evidente, pero hasta que él lo puso en palabras nadie lo había visto así de claro.
No sé si lo escribí antes: Darwin lo publicó en 1859 y desde entonces en todas las universidades se aprende como un hecho. Y sin embargo Yo no conozco ningún ser humano que lo crea de verdad.
Quiero decir, conozco a muchos que si uno les pregunta, ¿qué dijo Darwin en la vida?, lo recitan con más o menos exactitud, pero no conozco a ni un solo ser humano cuya vida diaria muestre que de verdad cree que no hay una raya imposible de cruzar entre él y los seres que no piensan con palabras.
Esto es lo curioso. Descartes vivió en el siglo 17 y Darwin en el siglo 19, y sin embargo los humanos siguen siendo educados por Descartes. Siguen siendo amaestrados durante las 2 primeras décadas de sus vidas para pensar que son su pensamiento, y que el pensamiento es la cosa superior entre las cosas y es lo que los separa, sin remedio, de las otras especies.
Y es cierto, el pensamiento los separa de todo lo demás, pero eso es porque han sido educados por Descartes y no por Darwin.
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Descartes no sólo escribió sobre la forma humana de pensar. Escribió otros libros sobre la forma de hacer ciencia, que nunca leí, afortunadamente. Y también escribió, al final de su vida, un libro muy delgado sobre la felicidad, que sí leí, y que es por desgracia menos famoso que los otros.
Después de muchas palabras y 25 hojas, Descartes escribió que la felicidad es un asunto de los sentidos. Ver, oír, tocar, oler, saber con la lengua: ésa es la felicidad. Después, Descartes escribió muchas otras hojas llenas de palabras, lo que es una lástima porque ya había llegado a la verdad en la página 25.
Sí, la felicidad más sencilla, y más feliz, es sentir con los sentidos. Pensar con los ojos y la piel y la lengua y las narices y el oído.
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LAS METÁFORAS
– Yo no dejo entrar al sistema de mi lenguaje metáforas. Las metáforas descuadran tu información de la realidad. ¿Por qué carajo no pueden ustedes vivir fuera de las metáforas?
La voz de Yasuko dice por el celular:
– Porque así es. Porque la realidad simple es insuficiente.
– ¿De qué hablas? ¿Insuficiente para qué?
– No sé, Karen. Para sentirse protegida, supongo. La realidad simple da miedo.
– La realidad da miedo, digo Yo, y es peor. La realidad da hambre. Da terror. Puede enfermarte. Y seguro te matará. Pero la realidad es lo único real…
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SIMPLEMENTE EXISTIR
Esos días, los más largos de mi vida, los más tranquilos, nos dedicamos, ella y Yo, cuidadosamente, a existir.
A existir, que es para mi desaprender la prisa. Soltar los músculos de mi corazón y dejarlo latir a su ritmo. Volver a estar en el calor del sol sin pensar el calor. Comer cuando el hambre tiene hambre y obedecer el sueño que llega cuando la noche llega y la oscuridad cubre las cosas, y las cosas en la oscuridad pueden descansar.
De nuevo estar. Estar y ver. Y verlo todo, lo que está tal como es, sólo mientras está hoy, como no sabemos si estará.
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Ttala Lizarraga
Fuente: IZKALI escuela de gestalt