«Tranquilo, es normal.»
¿De dónde viene esa obsesión por ser normal? Continuamente, cuando uno le cuenta a otro penas, situaciones o movidas, se oye la frase «tranquilo, es normal». «No te preocupes, es normal». «Es normal que te sientas así».
Parece que nos consuela ser normales. Que calma la pena por la que estamos pasando, ya que somos normales, no somos raros. Cualquiera en nuestra posición haría o sentiría lo mismo. Eso ya nos hace suficientemente buenos.
Parece que otra cosa sería, si lo que sintiéramos no fuera normal. Pero, ¿acaso los sentimientos cambian por ser normales o no?
Los sentimientos son a priori de la sensación de normalidad. La sensación de normalidad, viene a posteriori, al comparar lo que me pasa con lo que a otro le parece, o con el juicio interno que tengo de lo que es normal o no.
¿Cuánto de nuestro sufrimiento proviene de ese añadido de juzgarnos por nuestros propios sentimientos? Todo aquello que se alivia al sentir confort al ser consolados desde esa normalidad, es aquello que nos auto-infringimos desde el juicio de la conveniencia de nuestros sentimientos.
Pero, ¿quién es normal? ¿Hay alguien normal? ¿Cuál es esa norma? Está claro que cada cual tiene la suya, dependiendo de el entorno y de cómo responde uno a ese entorno. Es una parte introyectada que nos dice qué sentimientos son los adecuados.
Aquí sale el concepto de la adecuación de los sentimientos. ¿Tiene sentido que haya sentimientos adecuados e inadecuados? Creo que no. Lo que sí lo tiene es la adecuación de la gestión de esos sentimientos, una vez aceptados éstos. Qué hago con lo que me pasa. Pero valorar lo que me pasa por dentro como malo o bueno, como digno o indigno de mí, como esto sí o esto no (esto me gusta me lo como yo), no es más que un obstáculo para ver qué es lo que pasa.
No sé si todo esto ha quedado muy claro. De todas maneras, si os habéis perdido un poco, no os preocupéis, que es normal.