Sonrío cuando me despiertas por la mañana con una dulce caricia y tu calor, y entonces sólo deseo que me acompañes durante el largo día, envolviéndome en abrazos interminables y besos apasionados. Cuanto te he echado de menos este invierno. Contigo soy otra persona y no me canso de tu compañía. Me das la vida y me la quitas siempre que, cobarde, te escondes entre nubarrones de interminables tormentas, pero me la vuelves a dar al pasar la tormenta, porque siempre pasa, apareces de nuevo, tímido, casi avergonzado y poco a poco te vas imponiendo hasta caer todos rendidos a tu presencia. Me embelleces siempre, pegado a mí, formando parte de mi propia piel y ensombrezco en tu ausencia, desapareciendo la alegría que traes contigo. Eres fiesta, amor, lujuria y deseo.
Te necesito, querido Sol, porque me das la vida…