– Es el primer mantra sagrado con un profundo mensaje espiritual.
– Es el mantra del desapego. Nos abre camino entre la selva de ideas, prejuicios, creencias acumulados a lo largo de nuestro crecimiento, también conocidos como introyectos. Nos permite ser quienes somos, que al final es el objetivo de nuestro viaje.
– ¿De qué me desapego?
Del yo ideal.
Cuando eres un niño, Dios se expresa a través de ti con absoluta naturalidad. Pero, las interferencias y las críticas de los adultos y la sociedad, alteran el fluir sereno de de tu vitalidad; y a pesar de nuestra heroica resistencia, inevitablemente llega el momento en que nos rendimos a la presión de creer que no seremos aceptados y queridos como somos. Y por lo tanto te dices: ¡Si yo no fuera lo que soy, todo sería perfecto! ¡Estoy equivocado! Tengo que hacer algo, tengo que cambiar, ¡tengo que volverme algo diferente de lo que soy!.
Y así, empiezas a formarte una idea de cómo tendrías que ser para vivir tranquilo, sin sentir el dolor de las críticas de los demás, ser apreciado, sentirte amado y no sufrir.
Es obvio que este personaje ideal no existe. Trabajando duro podrás, a lo mejor, convertirte en un profesional de la mentira y aprenderás a engañar a los demás. Pero dentro de ti sabes que tú eres simplemente tú y el ideal no existe. Por eso empiezas a odiarte: ¿Te odias por no ser capaz de ser lo que no eres?
¿Se dan cuenta de lo absurdo de la situación? Te odias por ser quiene eres y además te odias por no ser capaz de ser alguien que no eres. Éste es el origen del sentimiento de inadecuación, de tus problemas de autoestima, de tu tensión, y de que la vida te parezca más una condena que un regalo.
¿Cómo puedes tener estima de ti mismo si en lo profundo sabes que eres un embustero? ¿Cómo puedes amarte si sabes que, aun si los demás te confirman tu dignidad, la perdiste frente a Dios?
Y vivimos entrampados en este maléfico conflicto, sin darnos cuenta de que no hay nada equivocado en nosotros. Fuimos víctimas de ideas equivocadas, inculcadas por gente equivocada. Observa sus vidas, sus contradicciones, mira sus mentiras, su violencia y egoísmo. ¿Acaso Dios perfecto se equivocó contigo?
El mantra ¡Me vale madres! es un sanalotodo que te devuelve el orgullo de ser tú mismo. Cuando empieces a criticarte, cuando te sientas inadecuado, reza: ¡Me vale madres!
Renunciar a ti mismo causa un daño irreparable a la armonía universal. En la naturaleza todo tiene una función, todo es útil, todo es único e indispensable para una perfecta armonía. Todo vive relajado en su unicidad secundando la voluntad de Dios. El único que no sigue la voluntad de Dios es el hombre. El ser humano es el único que está en conflicto con este maravilloso cosmos. Este ir contra natura, ¿no es acaso el mayor pecado: renunciar a la gloria de Dios en ti para sacrificarte en la mediocridad y el conformismo?
Pero ¿Por qué no podemos relajarnos y ser quiénes somos? Porque no sabemos quiénes somos y qué queremos. Si has vivido como un personaje quizá sepas lo que quiere ese ideal, pero ni siquiera lo que piensas es tu verdadero ser: ¡No eres tu mente!
Te puedo decir que tampoco eres tus metas, logros, y mucho menos tus adquisiciones. Si te sientes miserable en una casa pequeña, en una casa grande tu miseria tendrá más espacio para manifestarse. Tu realización como ser humano está aquí y ahora, en el presente, en Dios y con Dios…¡Por Dios!.
El mantra te libera de todas las distracciones de tu mente ambiciosa, para permitirte poner toda tu energía en la verdadera inspiración de tu vida.
Todas las veces que te sorprendas esforzándote por hacer algo contra tu naturaleza, haz una profunda respiración y reza: ¡Me vale madres!, y deja que tu espontaneidad te guíe a descubrir tus innatas cualidades.
Una aclaración: El mantra te ayuda a liberarte de tus cadenas del mundo interior, no de tus compromisos con el mundo exterior. El mantra te hace más libre no más irresponsable. El mantra es un instrumento para despertar tu conciencia y no un pretexto para justificar tus comportamientos infantiles e irresponsables.
Luego de usar el mantra en repetidas ocasiones, empezarás a entrever entre las neblinas de tu inconsciente la figura incierta de tu verdadero ser; esto se volverá en instantes de éxtasis. Por unos instantes la oscuridad se disipa.
Al principio no será fácil distinguir la voz de tu ser natural de la voz de tu mente. Una buena forma de distinguirlas es la siguiente: piensa en lo que quieres y observa tu cuerpo: si sientes que tu cuerpo se encoje y de tensión se sofoca, entonces se trata seguramente de un deseo de tu ideal. Si tu energía se expande y tu cuerpo se relaja, no tengas duda: el que habla eres tú.
En la situación de conflicto, entre el ideal que no podrás ser y el que no eres, no podrás encontrar a Dios, porque si te odias a ti mismo y tú y Dios son una sola cosa.
Hasta que logres una total e incondicional aceptación de ti mismo así como eres, la liberación no será posible. El encuentro con Dios sólo puede ser en un clima de paz y relajación.
Volverte lo que eres tiene que ser el fruto del florecimiento de tu conciencia, no es el logro de tus esfuerzos. El esfuerzo es la esencia del mundo de la psicología humana. La relajación es la esencia del mundo de Dios. Si no estás atento, también la búsqueda espiritual se puede volver una obsesión de tu mente, tanto como el dinero, el poder o el sexo. No se trata de sustituir un ideal con otro, se trata de liberarse de todos los ideales, y vivir de forma sencilla y ordinaria.
¿Por qué vivimos como niños a los treinta, cuarenta o más años?
Por fidelidad a la familia y a la sociedad con los principios que aprendimos y con las estrategias que nos han sacado adelante. Ahora en la adultez tenemos miedo soltarlas porque inconscientemente creemos que sin nuestros conformismos, hipocresías, manipulaciones y mentiras, estamos perdidos.
Las estrategias varían dependiendo de la persona y su circunstancia. Por ejemplo: consagrarse al servicio de los demás, cargarse de responsabilidades que no le pertenecen, volverse invisible, mentir, robar, defenderse a gritos o con golpes, no confiar en nadie, decir siempre que sí o no, volverse un tirano, volverse mascota, volverse un mártir, hacerse el gracioso, permancer en silencio, aprender a exhibirse…
Todas ellas fueron una manifestación clara de nuestra inteligencia infantil que nos permitió sobrevivir, pero en la edad adulta se vuelven una reluciente manifestación de estupidez, porque a pesar de que la situación es diferente el comportamiento está rigidizado, congelado. Está luchando una guerra que terminó hace mucho tiempo. ¿Te acuerdad de Rambo cuando regresa a la ciudad? ¿Qué loco no?
Revisa tus comportamientos de los últimos días, para no ir tan lejos, y tal vez seas un rambito desadaptado.
El pasado es un ave que debe ser liberado. Tienes la edad y los recursos para tomar tu vida en tus manos. Sería muy penoso que en el juicio final, luego de vivir setenta u ochenta años, te limitaras a decir: «pues así me dijo mi mamá».
Otra implicación de vivir interpretando a un personaje que no eres es que pierdes seguridad en la vida, vives en guardia, no puedes relajarte. Construyes un castillo de arena que no te permite vivir relajado y confiado.
– La vida es lo que es, no podemos pretender que responda a nuestras expectativas. Cualquiera que tiene un poco de madurez entiende que la vida no puede adaptarse a sus expectativas. La vida tiene que ser aceptada por lo que es y basta. El mantra también ayuda a vivir la aceptación incondicional, el «hágase Tu voluntad».
La aceptación de esta realidad debe ser con inteligencia, con consciencia. En lugar de vivir un eterno conflicto con el todo, te dejas llevar por la corriente del río de la vida sin poner resistencia, y en lugar de vivir blasfemando, llegas al mismo lugar donde de cualquier manera tienes que llegar, bailando y riendo con la existencia.
No es una posición fatalista de «peso muerto». Es unirte a la danza de la naturaleza que sabe más que tú. Cuando te rindes de forma libre y consciente, tu inteligencia se vuelve colaborativa con la existencia.
A pesar de la facilidad de esta práctica espiritual, es posible enfrentar algunas dificultades, porque para el ego la idea de rendirse es muy incómoda de aceptar. El ego se reconoce en función de las cosas que hace, de las dificultades que enfrenta, de las pequeñas guerras que emprende. Tu ego se nutre de conflictos, de negaciones. El ego aparece cuando dices «no», creas un obstáculo y tu ego tiene la sensación de que «Tú eres». En cambio, cuando dices «sí» parece que desaparecen tus rasgos personales y desapareces en el Todo.
Cuando paras de pelear con Dios sobre cómo tienen que ir las cosas, una increíble cantidad de energía queda a tu disposición en forma de creatividad.
Desafortunadamente, parece que la mayor dificultad para la sanación es el apego a los problemas. Los pacientes no quieren sanarse, quieren encontrar alguien con quien quejarse…aunque cueste. Porque los problemas son excelente excusa para no tomarse la responsabilidad de sí mismos y de la propia vida.
– La cultura, las cosas que sabes, son informaciones útiles cuando estás a cargo de tu mente, pero son peligrosas si, como vimos, tú estás a su merced. Se vuelve un obstáculo porque en lugar de vivir en función de lo que eres, empiezas a vivir de lo que sabes. Por mucha información que puedas tener, no es nada comparado con lo conocible. Tu mente es un archivo chiquito. Una persona culta, que considera sus conocimientos un tesoro, no es pobre de espíritu, no es inocente; es un rico que está lejos de Dios. ¡Felices los pobres de espíritu!.
– Por último, el mantra te libera para poder amar porque sí. Te amo y ¡Me vale madres! tu pasado, tu futuro, quién tenga la razón; Te amo y eso es suficiente.
Dayal, P., pp.151-201
Fuente: Gestalt Terapia