Mentiras bonitas, verdades feas

Este fin de semana, ha sido bastante revelador.
Me encuentro con fuerza espiritual (todavía no sé que es eso, pero voy a usar la palabra. Estoy empezando a pensar que significa «todo aquello que no sé cómo nombrar»). Y a la vez, como es típico en mí, con cierta duda. Y a la vez, como es atípico en mí, en una grata alegría de ser y estar presente.

Me siento cada vez más cerca de la Comprensión. Ay, qué poco me gusta elevar nombres comunes a la categoría de propios. Sin embargo un nombre propio es sólo uno, y un nombre común nombra a muchas instancias. Será por eso que, en alemán, los nombres comunes también van con mayúscula. Como Gestalt.

Voy entendiendo, a la vez que voy experimentando. Uniendo las dos cosas, y un sentido crítico que espero no me abandone y que me mantiene unido a la tierra y a la ecuanimidad (uno de los antídotos a la fijación que por mi eneatipo más necesito), puedo entender también el para qué.

¿Para qué nos sirve la filosofía?
¿Para qué nos sirve la fe?
¿Para qué nos sirve la religión?
¿Cuál es la importancia de la verdad?
¿Es una verdad compartida por muchos mejor que una compartida por uno? ¿Cuál es el valor y el uso de la tradición?

¿Qué necesidad estamos intentando satisfacer adentrándonos en un camino espiritual?

¿Qué prefieres: una mentira bonita o una verdad fea?

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