La historia comienza con una proposición por parte del Maestro Bharat Martín, alma Mater de la Escuela además de gran amigo y compañero, en la que se me plantea la posibilidad de participar como monitor-dinamizador en un encuentro de monitores titulados por la Escuela en Andalucía.
He de decir que a pesar de la poca información que llevaba la propuesta, el corazón –Al que gracias entre otros al Maestro, últimamente hago mucho caso- no me dejó casi ni pensarlo e inmediatamente, después de cerciorarme de que no era un broma, dije un “sí” de esos que uno mismo se sorprende haber dicho después de que ya ha salido de la garganta,…
Y probablemente ahí se fraguó una de las experiencias más fuertes de mi vida en cuanto a la posibilidad de sentir a las personas, sus emociones y la presencia plena de cada uno de ellos en un espacio temporal muy corto e intenso, experiencias que de algún modo han cambiado mi forma de sentir y ver algunos aspectos de mi propia vida y de mi práctica en consultoría.
Curioso final, iba a dar un curso, a dinamizar un equipo y he aprendido yo más que nadie y me ha cambiado y dinamizado a mí por encima de lo que yo he aportado para dinamizar a otros,… quién lo iba a decir, pero no nos adelantemos.
Ese “si” incondicional, basado en la confianza en la persona que me había propuesto la aventura, llevó a un interesante trabajo de equipo, preparación de objetivos, contenidos, dinámicas, cómo distribuir tiempos, cómo hacemos qué y cuándo,… el “quién” no tiene tanta importancia en nuestro caso porque El Maestro y yo formamos un tándem en el que los papeles son complementarios e intercambiables, de modo que ambos hacemos todo como uno sólo,… probablemente es más fácil si se ve “en vivo y en directo”, pero ya me entendéis.
A este equipo y en la distancia se incorporaron además Manu y José Luis (Vayú), el primero desconocido totalmente para mí y el segundo “reconocido”, pero poco más en un par de encuentros esporádicos y rodeados de otras personas y sin la posibilidad que este fin de semana me ha dado de conocer la espectacular humanidad de esta gran persona.
Independientemente de otras consideraciones, tengo que decir que este equipo de cuatro monitores funcionó a las mil maravillas, con una compenetración, apoyo, respeto, ayuda y complementariedad que yo no he conseguido ver en equipos en acción hace muchos años, incluso en grupos de personas muy acostumbradas a trabajar juntas.
Sin entrar en más detalles del encuentro y por no extender demasiado este post, os diré que en aquella sala de hotel en Sevilla, hubo un grupo de 25 personas aproximadamente, con una capacidad de entrega y participación, de cariño, de respeto y consideración; con un nivel de ternura y afecto que desbordaba el propio ámbito de la sala y que se percibía incluso más allá de las personas que participábamos directamente de aquel clima.
Proyectos, ilusiones, propósitos de futuro, nuevos modelos de negocio, nuevas iniciativas en los puestos de trabajo de algunas personas, en definitiva, un cúmulo de proyecciones hacia el futuro, basado en el apoyo y las fortalezas del presente, que vistas desde hoy, tras el paso de algunos días, incluso os diré que asustan un poco.
En cualquier caso si estamos comprometidos en la búsqueda de un nuevo modelo de gestión, basado en las personas y en lo que éstas tienen de Humanidad, potencialidad y posibilidades de desarrollo personal, a mi no me cabe ya ninguna duda de que debemos pensar en nuestros sistemas de gestión con la vista puesta en otro modelo de relaciones personales, en otros lenguajes, en otros valores individuales y grupales y en definitiva, en modelos que tengan en cuenta no solo el trabajo cognitivo, las emociones o las competencias de la inteligencia emocional -que por supuesto también- sino también otras realidades dentro de las organizaciones que tienen que ver con el Humor, el Cariño, el Amor, la Escucha buscando el bien en mi interlocutor o la Aceptación Incondicional, la búsqueda de la variedad y la diferencia por encima de la uniformidad, como riqueza y “capital” valioso de la organización y por supuesto, la consideración de cada persona y cada equipo como único, irrepetible, capaz de decidir y de avanzar y desarrollarse más allá del techo que imponga un líder vitalicio y no consciente de que un líder es efímero en la medida que contribuye al desarrollo de sus equipos por encima de cualquier techo de cristal que se ponga por delante.
A mi este cambio me apetece y me motiva, ¿Tu que cree?
(En homenaje a todos los Payasos que quieren cambiar el mundo a través del Amor, ¡Gracias!)
Fuente: COACHING PRÁCTICO